Hay películas que se resisten a ser explicadas, reducidas y examinadas. El remake de 'Suspiria' de Luca Guadagnino es una de ellas. Al final de este texto veréis un número que indica, en teoría, la nota que un servidor, en representación de este medio, le pone a la película. Como si no fuera ridículo convertir esta explosión de los instintos en una cifra y un adjetivo. 'Suspiria' no es buena ni mala, y no es un 7 ni un 6 ni un 8. 'Suspiria' es una experiencia, un viaje, y si vale la pena emprenderlo tendrá que decidirlo cada pasajero por su cuenta.
Guadagnino, que viene de hacer su película más exitosa (con 'Call Me By Your Name' se bañó de premios y halagos de los medios), ha dado rienda suelta a esas obsesiones y manierismos que ya habíamos visto en 'Yo soy el amor' y 'Cegados por el sol', y que de alguna forma había sosegado en el drama gay del año pasado. 'Call Me By Your Name' era apaciguada y accesible sin perder esa tensión sexual que rodea a todo lo que rueda el italiano (en sus películas parece que todo el mundo está a punto de tener sexo con todo el mundo).
'Suspiria' es todo lo contrario a apaciguada y accesible: es una orgía de los instintos de Luca Guadagnino, los carnales y los cinéfilos, una entrega sin reservas al exceso y el caos a la que no solo no le importa expeler y repugnar: probablemente es lo que desea. Tiene algo en común con 'Madre!', con la que el año pasado Darren Aronofsky exorcizó su furia contra todo el mundo: hay aquí un autor dejándose llevar sin reservas, dedicando su obra a lo femenino (que el enésimo hombre cineasta hable tan de frente del otro sexo y tan pocas mujeres tengan acceso a hacerlo ellas mismas es otro tema) y un tercer acto absolutamente delirante y excesivo, un estruendo violento que busca el efecto más que el significado. Tres características que atraerán a algunos y horrorizarán a otros (muchos).
La historia a simple vista es la misma que contaba la original de Dario Argento: una bailarina se apunta a una siniestra compañía de danza y poco a poco va desentrañando el misterio que se esconde en su interior, un aquelarre de brujas que utilizan a sus jóvenes alumnas con fines malvados. La pupila es Dakota Johnson y la maestra, Tilda Swinton. Ambas repiten con Guadagnino (coincidieron en 'Cegados por el sol'), y se les unen Mia Goth, Chloë Grace Moretz, una desatada Renée Soutendijk, y un tal Lutz Ebersdorf, que no es otro que la misma Swinton disfrazada de señor mayor (y este no es el único papel secreto de la actriz en la película). Todo ello bañado por una partitura original del líder de Radiohead, Thom Yorke, que debuta en el mundo de las bandas sonoras con una obra que empieza sonando al Sufjan Stevens que tocaba al piano las canciones de 'Call Me By Your Name' para después ceder a ese sonido nostálgico y misterioso suyo tan característico.
Con esta premisa, muchos otros directores en Hollywood (Guadagnino es italiano pero la producción viene de estudios estadounidenses como Amazon Studios) habrían optado por una 'Suspiria' más comercial y llena de sustos. Pero Guadagnino ha preferido honrar la memoria de la película original llevándosela a su propio terreno. Esta 'Suspiria' tiene el mismo cuerpo que la de Argento pero está poseída por un espíritu totalmente distinto. Está rodada con una fotografía casi beige, a diferencia de los tonos fuertes del clásico de culto (aunque hay un rojo intenso que se va apoderando de la pantalla hasta ese último tramo loquísimo), y le desborda ese deje esteticista de Guadagnino, que busca la belleza con su cámara a veces de forma antinatural, hasta el punto de echar mano de bruscos zooms y todo tipo de planos aberrantes.
No es una película de terror convencional, lo que no debería sorprendernos viniendo de un director que no ha mostrado interés por el género antes. Guadagnino empieza construyendo una atmósfera enrarecida, apoyada por sonidos desconcertantes de fondo, como una respiración o una grabación rebobinándose, pero también por esos largos planos que nos muestran los grandes espacios de la escuela de danza hasta el punto de que ya no vemos habitaciones sino formas.
Pero después la atmósfera onírica deja paso a una angustiosa sucesión de imágenes explícitas, sangrientas, agresivas. Planos detalle de huesos rotos, explosiones de sangre, guadañas que se clavan y un apoteósico tercer acto que es un canto al gore y que compite con el final de 'Climax' de Gaspar Noé por el puesto de desenlace más salvaje del año. Como otra reciente cinta de terror "indie", 'Hereditary', 'Suspiria' no tiene miedo a volverse ridícula en lo explícito, incluidos unos recursos digitales que recuerdan a la tercera temporada de 'Twin Peaks', donde David Lynch desarrolló aún más sus estrafalarias ideas visuales.
Un poco ridículo es el efecto que acaba consiguiendo ese doble papel de Tilda Swinton, que también está escondida en un tercer personaje que aparece bien avanzado el metraje. Swinton es la actriz perfecta para darle carne y presencia a los rebuscamientos exagerados de Guadagnino, y ambos están absolutamente descontrolados en esta película. Es tremendamente divertido, pero por desgracia mantiene al espectador fuera del relato en todo momento.
Ich hasse Berlin
Uno de los cambios más llamativos con respecto a la original de Argento es el peso narrativo e incluso temático de Berlín. En la 'Suspiria' de 1977 el horror vivía en la escuela de danza y sus ocupantes, pero Guadagnino y el guionista David Kajganich han situado esta escuela en un lugar y momento muy concretos del siglo XX: la capital alemana que vivió la posguerra dividida por un muro y ahogada en la culpa y la vergüenza. Todo ello pesa sobre los personajes, especialmente el protagonista infiltrado de la historia, el doctor Klemperer interpretado por Tilda Swinton.
"¿Por qué todo el mundo está tan preparado para pensar que lo peor ha terminado?", se pregunta la Susie de Dakota Johnson cuando ya está inmersa en la pesadilla dirigida por Guadagnino. Podría estar hablando del infierno en el que estas brujas borrachas de poder han envuelto a sus bailarinas, que conjuran con sus cuerpos maldiciones desconocidas, pero también describe a la perfección las nefastas décadas que vivió Alemania y más concretamente Berlín después de perder una guerra y perpetrar un holocausto. La culpa y la vergüenza, el castigo de una ciudad dividida y el recuerdo de sus víctimas, que también son verdugos, son realmente la película de terror que quiere contar Guadagnino, como demuestra el relato al que asistimos en la última escena.
Nota: 7
Lo mejor: Es quizá la película definitiva sobre la dividida Berlín de la posguerra
Lo peor: Que sea imposible entrar dentro del relato por los manierismos desatados de Guadagnino