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CRÍTICA

'Tár': Sinfonía del auge y caída de una virtuosa

Crítica de 'Tár', dirigida y escrita por Todd Field. Protagonizada por Cate Blanchett, con Nina Hoss y Noémie Merlant también en el reparto. Nominada a seis Premios Oscar y cinco Premios BAFTA.

Por Miguel Ángel Pizarro Más 27 de Enero 2023 | 09:05
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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Imagen de 'Tár'
Imagen de 'Tár' (Universal Pictures)

El célebre compositor austro-bohemio, Gustav Mahler, dijo ya en sus años de senectud: "Cuanto más tiempo se vive y cuanto más se aprende, más claramente se nota la diferencia entre unos pocos hombres que son verdaderamente grandes y los meramente virtuosos". Han sido 16 años los que el estadounidense Todd Field ha dejado de espacio entre su segundo largometraje, la espléndida 'Juegos secretos', y la obra de la que toca hablar ahora, tan virtuosa como compleja en el retrato que hace su protagonista. Está hablándose de 'Tár', una película que ya aspira a ser una experiencia cercana a la tragedia operística.

El prólogo del film es toda una declaración de intenciones ante lo que va a verse posteriormente. Field configura una escena realizada con suma autenticidad, que es difícil sentir que lo que se está viendo es un documental. Comienza con el periodista y ensayista Adam Gopnik, redactor de The New Yorker, entrevistando en un gran anfiteatro a Lydia Tár, célebre pianista, etnomusicóloga, compositora y la primera mujer directora de la Filarmónica de Berlín. La virtuosa se encuentra dentro del Festival del New Yorker, en el que promociona su próxima grabación en vivo, la Quinta Sinfonía de Mahler, así como sus memorias, 'Tár on Tár'.

Tár

Field realiza con sumo cuidado una escena en la que se muestra a su protagonista en la cúspide de su carrera, convertida en un icono que trascienda al circuito de la música académica, además de ser un referente para la comunidad LGBT, al ser abiertamente lesbiana, tener un matrimonio consolidado con la primera violinista de la Filarmónica de Berlín, Sharon Goodnow, con la que adoptó a una niña; además de tener un programa de incentivo para impulsar a las mujeres en el ámbito de la dirección de orquesta.

Sin embargo, en pocas semanas, Field convertirá la vida de esta virtuosa en una auténtica pesadilla, narrando así su estrepitosa caída, su duro descenso a los infiernos. Por supuesto, el cineasta, quien también firma el guion, tenía muchas maneras de derrumbar a ese gigante, a esa figura femenina que parecía haberse erigido como una vaca sagrada. El realizador opta por el camino más complejo y el que más lecturas ofrece, con el que deja un mensaje principal: cómo la sensación de poder conlleva a tener ciertos vicios inherentes a la posición, corrompiendo así a quien lo ejerce.

Un film valiente, con una puesta en escena sensacional

Mucho se ha comparado la cinta con el surgimiento del Me Too y su poder dentro de la opinión pública. Sí, sería fácil quedarse solo con esa lectura (muy válida, por otro lado). Pero 'Tár' es mucho más. Field juega lo suficientemente con la ambigüedad como para no saber hasta qué punto el comportamiento de su protagonista podría tener lógica. Es más, crea una relación tremendamente incómoda entre el público y el personaje, que bien podría calificarse de ambivalente, dado que tiene ciertas secuencias en las que existe cierta empatía por esa gran virtuosa que ve impotente cómo su mundo se desmorona. Pero, por otro lado, crea cierta distancia que permite ver sus actos de manera fría y detallada.

De ahí que el realizador haya logrado su máxima intención, poner en una situación complicada al público, permitiendo ver los claroscuros de las mecánicas del poder, de cómo es una estructura mucho más compleja. Field lo realiza con una directora de orquesta, lo que incita a que el escenario se intuya elitista, pero en el que también se siente el talento de la música, la aspiración vocacional; pero su retrato de los vicios del poder bien podría haber sido en una empresa de alta tecnología o una compañía financiera. También deja espacio para el debate respecto a asuntos tan espinosos como la llamada 'cultura de la cancelación', el 'juicio mediático', donde se falta a la presunción de inocencia por parte de los medios de comunicación y la opinión pública, o el cómo un escándalo relacionado con abusos sexuales puede hacer caer de la misma forma tanto a un hombre como una mujer.

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Por otro lado, el que su protagonista sea una mujer refuerza esa sensación de incomodidad, dado que el público percibe de manera más rápida la corrupción de las instituciones en clave masculina, lo que implica que se posicione instintivamente, algo que cuesta más que ocurra con el planteamiento que propone Field.

Y ese auge y caída de su protagonista, Field demuestra tener un estilo cinematográfico único, que bien podría emparentarse con las tragedias operísticas contemporáneas, con una puesta en escena espléndida, cuidada hasta el mínimo detalle. Su apartado técnico es exquisito, aplauso fortísimo para su diseño de producción, obra de Marco Bittner Rosser, con Patrick Herzberg y Petra Ringleb en la dirección artística y con Ernestine Hipper como escenógrafa; a su hipnótica fotografía, realizada por Florian Hoffmeister; a su espléndida banda sonora, compuesta por la formidable Hildur Guðnadóttir; inclusive a su aparente sencillo vestuario, confeccionado por Bina Daigeler. Cada detalle muestra el propio virtuosismo de Field en crear esa apariencia de lo espontáneo y sencillo, escondiendo ese gran trabajo que hay detrás.

Cate Blanchett, magistral, la otra gran virtuosa

Aunque eso donde se ve más es en su parte interpretativa. Cate Blanchett es el gran coloso de esta obra magna, siendo ella prácticamente la película. La actriz australiana se mimetiza en esa compositora que ve cómo su ansia de poder le ha bloqueado a la hora de componer, en esa directora de orquesta que evita ser considerada un referente y que lo termina logrando de la manera más inesperada, en esa mujer que ve cómo si mundo se derrumba cual castillo de arena ante las olas del mar. La intérprete deslumbra con una actuación fuera de serie, en la que se remarca esa sensación de presencia lo espontáneo y natural de apariencia sencilla (escondiendo detrás todo un tiempo, años, de entrenamiento para llegar, incluso, a dirigir a una orquesta, dado que Blanchett dirige a la Filarmónica de Dresde en el álbum conceptual de la cinta).

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Aunque Blanchett está extraordinaria, no es la única en este retrato de la corrupción de la virtud. Aplauso más que merecido para sus dos partenaires. Por un lado Nina Hoss, como la depresiva esposa de Tár, concertino de la Filarmónica de Berlín, quien optó a mirar hacia otro lado ante los desmanes de su esposa, la actriz alemana, aunque breve, ofrece una actuación de digna de sus trabajos con Christian Petzold. Por el otro está Noémie Merlant, quien deja en evidencia cómo los tótems del poder solo caen cuando alguien desde dentro decide boicotearlos. La actriz francesa, espléndida en 'Retrato de una mujer en llamas' y en 'París, distrito 13', sabe reflejar cómo buena parte de los escándalos que llegan a los medios solo lo hacen por rencores o ansias de venganza, lo que esconde una sibilina crítica a cómo es posible silenciar o sobornar a ciertas figuras para evitar polémicas.

Cada detalle, cada gesto, cada movimiento, Field realiza 'Tár' como una auténtica sinfonía digna del mismísimo Mahler. Un largometraje tremendamente incómodo que se convierte en un auténtico milagro cinematográfico, dado que se está viviendo un momento polarizado en el que se exigen certezas y verdades absolutas. Propuesta valiente, un virtuoso ejercicio cinematográfico, digno de una maestro.

Nota: 9

Lo mejor: La soberbia interpretación de Cate Blanchett, quien sabe canalizar las ambiciones de un cineasta excepcional y minucioso.

Lo peor: Su ambientación, el mundo de la música académica, puede provocar la falsa sensación de exceso de pompa y rimbombancia.

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