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CRÍTICA

'Tarde para la ira': Raúl Arévalo firme y excitante en un debut cargado de personalidad

Raúl Arévalo se estrena en la dirección con un thriller clásico de los de lenguaje cinematográfico brillante, incesante, incomodo, astuto y visceral.

Por Berta F. Del Castillo Más 9 de Septiembre 2016 | 14:51
Creadora de contenido digital y periodista especializada en cine y series. Fan de 'Star Wars'.

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Arrancamos con un robo y una persecución mucho mejor que las de Hollywood, porque suda realidad por los cuatro costados, porque empieza muy rápido y termina aún más rápido y porque acaba significándolo todo para alguien que se convierte, al final de una cadena de acontecimientos desafortunada, en el daño colateral. También arrancamos caminando en los zapatos de José (Antonio de la Torre), casi literalmente porque falta el aire y todo pasa muy cerca.

Cámara en mano y con planos tan cortos como para forzar una tensión que por lo demás se construye sola en las manos de un de la Torre que hace que el viaje, que desde el punto de vista cinematográfico es más que interesante, adquiera una dimensión inesperada. Así es 'Tarde para la ira', la ópera prima de Raúl Arévalo, una historia de venganza de la que si sospechas acertarás, que se vuelve más que rica gracias a su protagonista, un hombre que parece vacío y resulta estar lleno, lleno de ira.

Antonio de la Torre en 'Tarde para la ira'

Total que el José que conocemos al principio de la cinta, un hombre sencillo y reservado que no parece pertenecer a nada ni a nadie, va mostrando sus cartas poco a poco y encajando alrededor de la vida de Ana (Ruth Díaz) la atractiva camarera del bar en torno al que José no ha dejado de gravitar desde aquel robo que resultó en el encarcelamiento de Curro (Luis Callejo), el novio y padre del hijo de Ana, ¿la otra arista de un triángulo amoroso?

El film te engaña desde el principio, lo cual está muy bien, un mérito que no se puede atribuir exclusivamente al protagonista de la cinta pero casi, porque la historia, escrita por el propio Arévalo y David Pulido, se viene arriba gracias a él y un poco también gracias a Currito, personaje al que da vida Callejo. Este secundario de lujo da la réplica perfecta representando el mismo viaje que José pero al revés, en un tono más pausado y con un tempo perfecto para acompañar la evolución de José en lo que termina por convertirse en un road trip cargado de respuestas, después de un final del primer acto tan espectacular que todo lo demás parece palidecer ligeramente.

Luis Callejo, Antonio de la Torre y Raúl Arévalo en el rodaje de 'Tarde pra la ira'

Esa escena tan de latir, de corazón, de "ojo que no es lo que parece", de dolor profundo, de heridas enquistadas, quizá arranque alguna carcajada en el patio de butacas entre los espectadores que hayan conseguido mantener las distancias con José, para todos los demás supondrá un antes y un después en el film, un climax insuperable que merecerá todos los elogios posibles. Las risas, si no fuese por esa tensión imposible de sacudirse que persigue allá donde va a ese hombre que lo ha perdido todo, como si se tratase de una bomba con temporizador, vendrían de la mano de Manolo Solo, una estrella fugaz de este film que cuenta con un elenco más que acertado que viene a subrayar que al final el éxito se esconde en las pequeñas aportaciones de todas y cada una de las piezas.

Con un estilo propio

¿Y qué pasa después de eso? Se obtiene una visión más amplia de lo que está sintiendo el personaje al que da vida de la Torre, actor que con el mismo ceño fruncido te puede transmitir una lástima profunda y un miedo aterrador. Es fascinante. También después Ana, tercera en discordia, recoge todo lo que ha sembrado a lo largo del film gracias a la firme interpretación de una Ruth Díaz que no se ve pequeñita al lado de de la Torre, algo que no es baladí. Lo mejor de todo es que el lenguaje cinematográfico, que en un primer momento contrasta con algunos momentos cotidianos de lo más mundano, se convierte en la vía perfecta para contar esta historia cruda y esquiva al mismo tiempo.

Antonio de la Torre y Luis Callejo en 'Tarde para la ira'

Precisamente el mencionado contraste inicial entre esa imagen cargada de grano, esa cámara tan cercana, de agobiar y de dejar poco espacio para nada más, y un día a día de los de barrio, con la cervecita en el bar y las ilusiones rotas, es de lo más atractivo de la cinta, por mucho que en un primer momento resulte algo incomoda en ciertas escenas en las que la coreografía se intuye, cobrando demasiado protagonismo. Lo mejor es que te haces muy pronto a esa narrativa si te dejas llevar, y acabas pegadito a José lo que hace que el viaje sea muy intenso.

Incesante, incomodo, astuto y visceral, así es este thriller cargado de adrenalina de los de agarrarse a la butaca, de los de dejarse sorprender y de los de contener la respiración. Pero sobre todo 'Tarde para la ira' es fascinante gracias a Antonio de la Torre que le da una vida mucho más allá de lo esperado para un clásico cuento de ojo por ojo. Sin la magnífica interpretación de este actor, el viaje de José no resultaría tan magnético y su descenso a los infiernos no se sentiría tan dentro ni tan lejos al mismo tiempo. Todos los aplausos son pocos para él y para Arévalo, que se estrena en la dirección arriesgando con un lenguaje que acaba aportando un punto dinámico cargado de personalidad.

Nota: 7

Lo mejor: El estilo de una cinta cargada de grano, cámara en mano y de planos cortos y asfixiantes.

Lo peor: Un segundo acto que palidece ligeramente después de la espectacular escena que cierra el primero.