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CRÍTICA

'Taxi Teherán': cine no distribuible

Llega a nuestros cines 'Taxi Teherán', rodada completamente en el interior de un taxi, en un desafío por parte de su director, Jafar Panahi, al gobierno de Irán y a la prohibición de no realizar cine en veinte años.

Por Pedro Gómez Alberdi 9 de Octubre 2015 | 12:18

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Esta es una película que tienes que ver. Pensarás que estoy exagerando pero hacía tiempo que no se estrenaba una película más necesaria. Olvídate de los elementos externos; ignora que la película es iraní (¿En Iran se hace cine?), que ha sido rodada en su totalidad con cámaras domesticas (¿Que cutre no?), o que los actores que participan ni siquiera son actores sino más bien personas de a pie (¿Estás de broma o qué?). Todo suena muy pequeño, muy de cine de autor, pero en el sentido más peyorativo de la palabra. Ciertamente pocas veces se dan películas en apariencia tan pequeñas, pero de hondura tan majestuosa.

Pongo en situación a aquellos que no sepan demasiado sobre el director, Jafar Panahi. En una Irán ensombrecida por una férrea censura, avasallada por leyes grotescas que a los ojos de occidente se antojan inconcebibles, crecía el joven Panahi en una familia humilde de siete hermanos. A la prohibición de su padre de asistir al cine, Panahi responde frecuentando de forma clandestina cines pequeños que ofrecían, además de una enriquecedora oferta de cine independiente, la libertad para disfrutar del séptimo arte lejos de la mirada reprobatoria del padre. Allí se toparía por primera vez con la obra Abbas Kiarostami, y experimentaría el impulso irrefrenable de dedicar su vida al cine. De Kiarostami se dirá más tarde que Panahi tiene una gran deuda con su cine, y no es de extrañar, puesto que el segundo ejerció durante algún tiempo las funciones de asistente de dirección del primero.

Pocos años más tarde, Panahi fue desprendiéndose de la condición de discípulo para erigirse como una de las figuras fundamentales del nuevo cine iraní. Premios en Cannes y en Berlin pavimentaban una carrera fulgurante. Pero las nubes no tardaron en aparecer sobre el brillante futuro del joven realizador. Al gobierno de Irán, las ideas expuestas en sus películas le parecieron demasiado conflictivas, potencialmente volátiles, y la desgracia no tardó en hacer acto de presencia. Panahi fue condenado a seis años de carcel, y se le prohibió volver a dirigir cine durante veinte años.

Jafar Panahi

Si la historia hubiese terminado aquí el final no podía haber sido más amargo. La cuestión es que Pahani se negó a capitular. Como buen narrador, él iba a decidir cuándo cerrar la historia. De forma totalmente furtiva, todavía rodó dos películas más; 'Esto no es una película' y 'Closed curtain', que para ser proyectadas en festivales internacionales tuvieron que salir de Irán ayudándose de los métodos más peregrinos, dignos de una novela de espías.

Y ahora nos llega 'Taxi Teherán', que ha sido rodada bajo el mismo secretismo que las dos anteriores. Cuyo escenario principal y único es un taxi (no, el título no es casual). Un escenario móvil que se traslada por otro escenario más grande: Teherán. Pocas veces el contenido y el continente han estado tan en armonía. Y es que si bien se deduce que restringir la narración a un único escenario responde más a presiones externas que a una decisión voluntaria del director, no es menos cierto que esta limitación enriquece enormente la película y, en última instancia, la define. De ahí que en 'Taxi Teherán' el equilibrio entre forma y tesis alcance cotas de perfección.

Irán al desnudo

 Taxi Teherán

El plano que abre la película captura una calle anónima de Irán. Pronto descubrimos que nos hayamos en el interior de un coche, y sospechamos que el coche espera a que el semáforo se ponga verde. A partir de aquí asistiremos a un desfile de personas de toda índole -que presumiblemente actuan como un reflejo del carácter del pais- y recorremos la ciudad con la mirada estática del voyeur que presencia algo tan hipnotizante como prohibido.

¿Por qué deberías ver esta película? Porque todo en ella es pura verdad, y además una verdad que han querido acallar. Nos encontramos ante un cine osado, perseguido por retratar la 'realidad sórdida' de un país en decadencia. Porque si el cine es capaz de marcar una diferencia, aquí tenemos uno de sus más bonitos intentos.

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