Laura Mañá ('Sexo por compasión', 'La vida empieza hoy') vuelve a la dirección después de ocho años. Regresa cambiando de género y de registro, cambiando incluso de mensaje, con la comedia romántica 'Te quiero, imbécil'. Una película sobre las relaciones amorosas a los 30 en la época de Tinder. La historia gira en torno a Marcos (Quim Gutiérrez), un treintañero al que su novia acaba de dejar después de una propuesta de matrimonio y al que echan del trabajo a penas 24 horas después. De vuelta en casa de sus padres, tendrá que redefinir su personalidad, su aspecto y su manera de relacionarse con las mujeres para salir de ese agujero. Un agujero que verá cierta claridad gracias a Raquel (Natalia Tena), una antigua compañera del instituto que reaparece en su vida. Una fórmula repetitiva, actualizada y sin sorpresas en la que el amor es el eje central de unos personajes predecibles y torpes, como en cualquier comedia romántica que se precie.
Quim Gutiérrez repite en el género con una interpretación limpia. Lejos (lejísimos) de ser su mejor papel, el actor catalán acierta y hace justicia al nombre que lleva labrándose durante tantos años. Su cara de friki del principio de la cinta es la misma que la del rompecorazones transformado del final. No cuela ver a Gutiérrez en camisetas de grupos de música que nadie escucha, gafas de informático y pantalones anchos. El intento, aun así, está. Por su parte, Natalia Tena se estrena en la comedia romántica. Choca verla en pantalla moldeándose en el papel de "chica de la que se enamora el chico" como si de una Julia Roberts se tratara, después de ser Tonks en 'Harry Potter'. Por lo menos conserva el pelo de colores. Choca, pero se agradece que alguien como ella, cuya belleza rompe los parámetros de actriz de comedia romántica, sea la protagonista de una. Tena consigue llenar la pantalla con su frescura y su sonrisa, logra ser la trotamundos descarada, que canta en bares de Londres descalza y hace tatuajes en Barcelona, pero se queda a medio camino, en un mero intento de serlo del todo.
Junto a ellos completan el reparto Alba Ribas ('Derecho a soñar') como la 'ex' que destruye todo lo que toca, y Alfonso Bassave ('Estoy vivo'), como el amigo moderno, guapo y ligón que enseña al personaje de Gutiérrez a moverse por el mundo de la soltería. Aparece también Ernesto Alterio haciendo de gurú sentimental, de youtuber de autoayuda, cuyos tutoriales son la puerta al cielo para el protagonista. Alterio se sale, rompe la sala a carcajadas y consigue ser de los pocos destellos de luz de la película.
El guion falla constantemente con unos diálogos pobres y forzados que no consiguen despegar del todo. La película se convierte en una más, sin grandes proezas ni tampoco grandes errores. El personaje de Gutiérrez rompe la cuarta pared constantemente intentando meter al espectador en la historia como si supiesen de antemano que iba a ser difícil hacerle mantener la atención. Esas intervenciones funcionan, más o menos, poniendo el punto de comedia y gracias a la capacidad del actor de leer cada frase del guion con esa naturalidad y esa cotidianidad que pocos como él saben hacer. Pero al texto le falta garra, le falta incluso romanticismo y algo de credibilidad en esa subtrama de la búsqueda de empleo de Marcos en la que el protagonista pasa del despido al despacho con cristalera en 86 minutos de metraje.
Nostalgia noventera
Lo que destaca en la cinta y la llena de sonrisas y de miradas cómplices entre las butacas, es la reminiscencia constante a los años de instituto de los protagonistas. Esos paseos por la playa escuchando el discman, esas canciones bajoneras que te convierten en el más desgraciado de la clase, pedirle al chico que te gusta que te grabe una cinta con tu canción favorita que nadie escucha además de vosotros, y la gloriosa 'I'm gonna be (500 hundred miles)' de The Proclaimers (hola fans de 'Cómo conocí a vuestra madre'). Acierta el guion (ahora sí) eligiendo el tema que pone la banda sonora a la relación de los protagonistas y enseñando a las nuevas generaciones que no hay canción de reggeaton que se le resista a una de los 80. Absolutamente a favor de The Proclaimers ft. Quim Gutiérrez en ese baile del final de la película.
Se salva también el mensaje detrás de 'Te quiero, imbécil'. Hace una crítica a la rapidez, la frialdad y el mecanismo de las normas de ligar de hoy en día. Pone en cuestión la efectividad de esas redes sociales invasivas e invita a creer en los flechazos, en las segundas oportunidades y en la espontaneidad. Invita a creer otra vez en el amor en estos tiempos de pesimismo y escepticismo. Quizás sea un concepto demasiado cursi (es una comedia romántica, no queda otra) pero a lo mejor, entre tanta película de guerra, posguerra, rupturas, dramas existenciales y lagrimones, de vez en cuando viene bien recurrir a los tópicos para recordarnos que el amor también pasa y también puede ser fácil. Que el chico se enamora de la chica o la chica del chico o el chico del chico y la chica de la otra chica, y es reconfortante, dulce y se agradece verlo en pantalla gigante.
Ese mensaje se mezcla con la manera de tratar el concepto actual de masculinidad. La película habla de las exigencias impuestas a los hombres para que adquieran unas formas de vestir, un mayor cuidado de su estética, depilación, ropa ajustada, perfumes, mascarillas y cuerpo escultural, en la misma época en la que la mujer se desprende de todas esas ataduras. Para que lleguen a ser "un hombre del siglo XXI". Es interesante, o entretenido, o por lo menos te hace pensarlo durante unos minutos, ver cómo la masculinidad ha cambiado tanto a lo largo de estos años.
La película lo intenta, pero no lo consigue. Trata de ser la comedia romántica del 2020, de este siglo tecnológico marcado por los problemas emocionales de una generación incomprendida. Intenta ser el reflejo de que la felicidad no está a través de una pantalla sino delante de tus ojos. También intenta exponer los distintos tipos de masculinidad: cómo el friki no tiene que depilarse si no quiere y cómo el del traje con Converse puede maquillarse si le apetece. Intenta tener un guion espontáneo y divertido, intenta que nos creamos la química entre Gutiérrez y Tena, e intenta redefinir un género imposible de alterar. Intenta ser una comedia, intenta ser romántica e intenta llamar al público hablando a cámara directamente. Solo lo intenta. 'Te quiero, imbécil' llega a los cines el viernes 24 de enero.
Nota: 5
Lo mejor: Ernesto Alterio. La canción de The Proclaimers que se queda en tu cabeza después de salir del cine. Que Natalia Tena y su pelo rojo hayan sido elegidos para el papel protagonista.
Lo peor: La falta de naturalidad del guion. La poca química entre los protagonistas.