Seth MacFarlane ha logrado hacerse un nombre propio dentro del difícil campo de la comedia estadounidense. El creador de la longeva 'Padre de familia' y demás productos derivados supo crear en su día un sello distintivo caracterizado por utilizar el humor más cazurro y gamberro salpicado de continuas referencias a la cultura popular, lo que le granjeó un buen número de fieles seguidores alrededor del mundo. Huyendo siempre de lo políticamente correcto, el artista logró afianzar su posición privilegiada con 'Ted', película que supuso su debut en la gran pantalla y que, gracias a la creación de un personaje icónico y un tanto inusual, tuvo una buena recepción tanto por parte del público como de la crítica más desenfadada.
Tras el varapalo a todos los niveles de la excesiva 'Mil maneras de morder el polvo', el oriundo de Connecticut vuelve a la carga retomando al ácido osito de peluche y su peculiar "tragedia", pero suavizando su discurso y ofreciendo un humor más depurado y menos repetitivo. MacFarlane parece haber aprendido de sus errores, otorgando a su público fiel una constante sucesión de chistes absurdos y subversivos, aunque controlando su radicalidad para que pueda llegar a un público mucho más amplio y menos experimentado en la materia.
'Ted 2' se muestra menos hiriente que su predecesora (aunque siga teniendo pequeñas pinceladas de mal gusto), para apostar por un humor que apela más a la complicidad con el espectador y desarrollar la relación de compadreo entre el osito de peluche y su amigo adulto. Como buena "buddy movie" que se precie, el metraje invierte gran parte de su tiempo en el desarrollo de pequeñas escenas inconexas en las que se apuesta por mostrar la camaradería entre sus dos protagonistas, siendo el gran punto positivo del filme.
Y es que 'Ted' y su secuela ganan cuando se alejan de crear una estructura narrativa clásica, cuando no pretenden contar una historia y juegan con el gag visual y el desparpajo a la hora de afrontar distintas situaciones con las que se topan de frente los personajes. Por ello, la primera parte de la película es mucho más despreocupada y redonda que a partir del momento en el que el oso de felpa animado tiene que demostrar su "humanidad" y luchar por sus derechos civiles. Esta situación se agrava debido a que este marcado hilo argumental es demasiado endeble y poco interesante, una historia con moralina mil veces vista y que cae constantemente en lugares comunes. Además, la supuesta aventura, que repite descaradamente el esquema de su predecesora, incluida la aparición anecdótica e insustancial del perturbado Donny (Giovanni Ribisi), está descompensada y acusada por una falta de ritmo alarmante, sin lograr crear un clímax interesante, ni tan siquiera emocionante.
Una cuestión de afinidad
Seth MacFarlane tiene un humor muy peculiar, por lo que aunque esta apreciable autocensura pueda encandilar a un mayor número de perfiles, su aceptación seguirá dependiendo en gran medida del grado de afinidad que se tenga hacia las constantes de su creador y su habitual grupo de amigos. MacFarlane crea un humor muy cercano a su personalidad, de corte hiriente, irónico y falto de moral, despreocupado y tendente a la brocha gorda. Las referencias a la cultura popular son incluso mayores que en sus anteriores trabajos cinematográficos, lo que hará disfrutar a toda esa generación que creció en la década de los ochenta. Mención aparte merecen las apariciones estelares de algunos amiguetes que, al igual que ocurre en nuestro país con la saga 'Torrente', se prestan a participar de las situaciones más descabelladas.
En el plano actoral, Mark Wahlberg luce una de sus mejores caras y mejora su actuación con respecto a la primera entrega. Dando rienda a su vis cómica, el irregular actor se compenetra mejor con su partenaire animado gracias a un mayor desenfado. Por su parte, Amanda Seyfried y Jessica Barth cumplen con su cometido, teniendo la oportunidad de lucirse y ayudando un poco a MacFarlane a quitarse la etiqueta que arrastra de misógino.