Tras el traspié que supuso 'El juego de las llaves', con el que se buscó replicar el éxito de la serie mexicana homónima en la que se basaba, Vicente Villanueva prueba con algo totalmente diferente. El valenciano se pasa al cine de época con 'La ternura', una comedia teatral de Alfredo Sanzol, quien también se embarca en esta aventura cinematográfica al ser coguionista, con toques shakesperianos que se convierte en una de las pocas propuestas de este estilo en llegar recientemente por parte de la industria española.
Premio Max al mejor montaje en 2019, 'La ternura' sigue causando éxito en su versión teatral original, dado que está aún en funciones en la nueva temporada 2023-2024 del teatro Infanta Isabel de Madrid. Inspirándose en clásicos del afamado autor inglés, Sanzol configura una premisa cómica cuya referencia más cercana sería 'La tempestad', solo que pasando el protagonismo a la reina Esmeralda, una mujer algo maga, quien viaja con sus dos hijas, las princesas Rubí y Salmón, en una embarcación de la Armada Invencible, camino a América, por mandato del rey Felipe II.
El objetivo es casar a las princesas con altos funcionarios y nobles de las colonias. La reina, que manifiesta abiertamente su misandria, logra huir del barco con sus hijas mediante un hechizo que desata una tormenta y así evitar ese destino para sus hijas. Llegan a una isla desierta, donde deciden fundar una república solo de mujeres. Con lo que no contaban es que la isla ya estuviera habitada y estuviera ocupada por un leñador, de nombre Marrón, quien huyó a este arrecife junto con sus dos hijos varones, Verdemar y Azulcielo, para huir de las mujeres.
Misandria y misoginia se dan de la mano para una comedia que, a pesar de tener una premisa que evoque a 'La tempestad', su tono y humor se asemejan más al de 'Mucho ruido y pocas nueces' o 'El sueño de una noche de verano'. Comedia de enredos de época en la que sus actores declaman en castellano clásico y viven situaciones rocambolescas que dan origen a dos historias de amor correspondido y una relación amor-odio entre la reina y el padre leñador.
Una comedia de enredos que conquista por el talento de sus actores y su original premisa
El que no sea habitual ver este tipo de producciones en la actual cinematografía española le da un valor añadido, pues habría que remontarse a producciones de otras décadas como la icónica 'El perro del hortelano' de Pilar Miró (donde ya Emma Suárez mostró su habilidad para el dominio del castellano antiguo) o incluso 'La Celestina' de Gerardo Vera, con Terele Pávez como la famosa alcahueta, para ver algo similar. En este caso, 'La ternura' adapta una obra contemporánea que toma de referencia piezas clásicas, lo que le da un poco de modernidad ya propio del material original.
Ahora bien, si 'La ternura' es un film que funciona, lo es gracias a sus actores, especialmente Emma Suárez y Gonzalo de Castro, quienes ejercen a la perfección sus papeles de mentores. Después, mención especial a Alexandra Jiménez y Carlos Cuevas. Precisamente será él quien dé un toque de ambigüedad a esta comedia de enredos y lucha de sexos. Eso sí, a pesar de lo atrevida e innovadora de la propuesta y que sus actores están estupendos, la cinta tiene un apartado técnico que envía un doble mensaje.
Por un lado, cuenta con unos parajes naturales excepcionales, paradisíacos. Está el contraste de las ropas de época, que sabe funcionar. Ahora bien, a la cinta le cuesta encontrar su tono (lo consigue, pero le cuesta) y tiene una serie de efectos visuales que, cuando ejercen de voz protagonista, deslucen el resultado (esto ocurre, una vez más, al inicio de la cinta) y le da un toque paródico. Ahí está el doble mensaje, parece una comedia de época de enredos, muy cuidada en la dicción de sus actores, vestuario y escenarios naturales; pero sus efectos visuales o ciertos momentos cómicos son más cercana a la caricatura.
A pesar de ello, 'La ternura' es una propuesta original que recuerda que España, en términos teatrales, es una gran fuente de comedias magníficas, de época, cuyo espíritu atemporal puede aprovecharse en la gran pantalla, para darles una nueva vida y, además, presumir de estupendos actores que derrochan talento y dicciones perfectas (algo que, por cierto, se agradece mucho). Sin duda, más cine así.