El estreno de 'The Innocents' debería suponer todo un acontecimiento. No sólo se trata de la primera película escrita por Eskil Vogt tras optar al Oscar a Mejor Guion Original por 'La peor persona del mundo'. También es su regreso a la dirección ocho años después de su premio en Sundance 2014 con su debut 'Blind'. Con estos antecedentes y su selección en el Festival de Cannes del año pasado, uno podría esperar un profundo e inquietante thriller frío. Por eso sorprende aún más que esas intenciones se queden en un libreto comercial más cercano a 'Stranger Things' que a 'Déjame entrar'.
Parecía que la trama de unos niños que desarrollan poderes cuando los adultos no miran sería solo el punto de partida. No puede ser tan obvia siendo un thriller europeo. Pues sí, lo es. Ya nos podía dar una pista el hecho de que el premio que ganó en Sitges 2021 fue el del público. La historia es tan accesible que sigue el esquema clásico de una de superhéroes: marginalidad, descubrimiento, caída y responsabilidad. Más concretamente, calca demasiado al detalle la historia de 'Chronicle', con el ambiente de aventura veraniega infantil de 'IT'. Todo lo que cuenta ya lo hemos visto y no aporta nada nuevo en su excesiva duración. A los 10 minutos de empezar, rompe con ese atractivo halo de misterio y cualquier espectador medio ya sabrá cómo se va a desarrollar todo.
Aunque tengan un material bastante estándar, los jóvenes actores protagonistas consiguen brillar manteniendo constantemente todo el peso de las casi dos horas de metraje. El cuarteto protagonista entrega muy buenas interpretaciones de personajes estereotipados muy desaprovechados y desorientados. Junto a su simpleza, el principal fallo del guión es que los niños no se comportan como tal: presentan una madurez muy adulta, hasta el punto de que podrían cambiarlos por otros actores mayores y las respuestas físicas y emocionales serían las mismas. El conflicto no se alteraría. Incluso a nivel individual, repiten en su nivel más superficial los arquetipos del héroe, el villano y hasta de la persona discapacitada como la más sensible a esa energía.
Nada de emoción
El director también se ha olvidado de ser como un niño y renuncia a jugar con el género. El segundo gran fallo es no entregarse ni al terror emocional ni al mensaje intelectual; a pesar de su enigmático póster, 'The Innocents' ni asusta ni interesa. Esto último sí lo consigue en un maravilloso prólogo donde parece empezar un atrevido discurso sobre los instintos primarios de los niños y su quizá no tan merecida presunción de inocencia. Así intenta lo que nuestro Narciso Ibáñez Serrador perfeccionó en su oscura '¿Quién puede matar a un niño?'. En este caso, se queda meramente en dos buenísimas escenas y un título demasiado pretencioso para el tipo de película que acaba siendo.
Ni un thriller psicológico ni una de terror. Como bien nos recordó hace poco 'Scream', la clave está en jugar con tus reglas. El director de 'It Follows' consigue que te dé miedo algo tan simple como alguien andando hacia ti. Vogt parece querer hacernos sentir el terror de crecer como niño en un entorno nuevo y salvaje, y el agobio de la compleja comunicación con los adultos. Sin embargo, muy pronto rompe esta regla instaurada desde su propia sinopsis. Al igual que ella, todas las escenas susceptibles de perturbar se malgastan casi como si estuvieran ahí por cumplir y poder sacarlas en el tráiler. En consecuencia, salvo uno o dos planos de dolor más directo, 'The Innocents' no es una película imprescindible de ver en la mayor sala de cine con todo a oscuras. Muy en su contra, los que esperen un film mainstream se decepcionarán por su ritmo lento y los que quieran ver un thriller frío verán que apenas pasa de la superficie.
Detalles técnicos que brillan
Es cierto que el ritmo es lento pero, al igual que 'Otra ronda', tiene tiempo de sobra para dejar poso sobre ciertos aspectos del film. Erik Vogt sabe mantener el pulso lento de las secuencias para crear expectativas de tensión (aunque luego no se satisfagan). En esa primera mitad mucho más inteligente que la estereotipada segunda parte, luce una brillante dirección de miradas de los personajes y comunicación no verbal entre niños. Con cada plano, casi parece que les puedes oír pensar igual que hacen sus personajes. Da igual que haya pocos diálogos: lo compensa con un también enigmático patrón visual de entornos cotidianos invertidos. Otro factor tan sugerente como desaprovechado.
Si cerramos los ojos, la película sigue inquietando gracias al atrevimiento de su banda sonora: electrónica, al detalle de cada diálogo, renunciando a la típica orquesta bonita para marcar más bien las emociones o los pulsos de tensión. Así, el compositor Pessi Levanto intenta aportar una solemnidad que, por culpa de la propia paradoja del guion mainstream, se podría cambiar por música de época clásica y también encajaría. De hecho, hasta quizá definiría mejor todo el conjunto. El mayor elemento sonoro y el único que realmente inquieta con terror en todo el film es esa edición de sonido galardonada en los pasados Premios del Cine Europeo. Este es, quizá, el único detalle autoral exitoso en una propuesta estándar que se disfrutará más viéndola como lo que realmente es: una aventurita juvenil veraniega sin (casi) nada especialmente memorable.
Nota: 5
Lo mejor: La edición de sonido aporta el (único) terror.
Lo peor: La trama de la que realmente trata la película.