Es de agradecer que realizadores españoles sigan apostando por rodar cine de terror en España, pese a la moda que imposta el hecho que de cara al mercado internacional, el producto de turno tenga un empaque que emule a las producciones estadounidenses. Por suerte, el debut de Miguel Ángel Jiménez está a la altura de muchos de esos títulos en los que se refleja. Y por qué no, un poco por encima de la media del terror nacional que nos llega cada año.
Mientras que en el sector del cortometraje, el cine de horror español parece haberse puesto las pilas y está logrando conquistar a las audiencias (tanto patrias como extranjeras), los pocos títulos que nos llegan cada año acaban sumergidos en un manglar de espacios comunes que parece más enfocado a provocar el susto fácil de la audiencia juvenil a golpe de sonido que a transmitir algo que vaya más allá. Mirando hacia atrás, los dos últimos títulos potentes que se han estrenado en cines desde hace un año han sido 'Extinction' y 'Summer Camp' dos despropósitos mayúsculos para quien esto escribe firmados por los que muchos habíamos considerado "promesas" del terror patrio. De ahí el sentimiento de descontento hacia un género al que los que lo amamos, no nos da muchas satisfacciones bajo el sello de "terror español".
No es extraño que la mala acogida de sendos productos haya sido derivada del agotamiento de la fórmula '[REC]', patrón que ha venido pasando desde hace años en nuestro cine de género. Ya pasó con el cambio de siglo, cuando el resurgir del slasher inició la maquinaria de calcos a la española de la genuina forma que tienen desde Hollywood para hacer ese tipo de producciones. De allí llegaban 'Leyenda Urbana', las secuelas de 'Scream', 'Un San Valentín de muerte' y demás ejemplos de asesino suelto en festividades. De aquí surgían 'El arte de morir' (de lo poco salvable), 'Tuno negro' (cuando alguien creyó que Silke era capaz de actuar), 'Más de mil cámaras velan por tu seguridad' (es normal que quien esto lea no sepa de su existencia) e incluso venganzas sobrenaturales del nivel de 'La monja' (¿a quién se le ocurrió fichar a Teté Delgado?).
Tal vez, el hecho de que 'The Night Watchman. La mina' no responda a ningún tipo de moda a seguir es lo que hace que su resultado acabe funcionando para bien. Pero habría que recalcar que, sin pertenecer a ninguna corriente actual, el film sí que puede suponer una especie de respuesta española a otro subgénero del cine de horror made in Hollywood: el American Gothic.
Para su tercera película (tras 'Ori' y 'Chaika'), Jiménez cuenta con Pablo Aramendi y Luis Moya (ambos guionistas en 'Los hombres de Paco', 'El internado' y 'Luna, el misterio de Calenda', entre otras) para escribir a seis manos la historia de un hombre que regresa a casa tras haber estado en la cárcel y dispuesto a recuperar la confianza de su familia. Tras aceptar la propuesta de trabajo como vigilante nocturno en la vieja mina del pueblo, su nueva vida no resultará del todo complaciente desde el momento en que una serie de sombras y ruidos parezcan acecharle en la profundidad de la mina.
Rodada en Asturias, el enclave paisajístico se convierte en un decorado convincente de lo que quiere representar, una localidad en mitad de la nada de las montañas de Kentucky, aspecto que convierte a 'La Mina' en un viaje a la América profunda, pese a que tal viaje no sea más que una recreación de aquello que quiere representar, pero aun así está al nivel de ese tipo de producciones, ya sea por la cuidada fotografía que embellece el conjunto o por el buen gusto con el que ciertas tomas en espacios abiertos están rodadas.
Matt Horan, alias de Paco Sánchez, líder de la banda country getxotarra Dead Bronco, hace su primera incursión como actor aportando a su personaje con el carisma que requiere. Él es Jack Mayfield, el protagonista atormentado que deberá redimirse y volverá a descender a los infiernos, al suyo propio y al que le rodea. Dicho sea de paso, uno de los principales inconvenientes del film es el hecho de que la mina del título se convierte más en una excusa que en el enclave real donde se desarrolle la trama. Sí es cierto que sirve como emplazamiento para un desenlace que alegrará a quienes amen el American Gothic de corte ochentero (con homenaje a 'Viernes 13, 2ª parte' incluído), en cuya resolución del pertinente misterio radica toda la verdadera esencia de la trama y la posiciona como producto de género al 100%.
Deberían haber apostado por explotar lo que se nos presenta en el desenlace, obviando la trama dramática de los otros dos personajes, Alma (Kimberley Tell) y Mike (Jimmy Shaw), la cual entra en un bucle que no acaba de interesar, al igual que sucede con el desvelamiento de las acciones del pasado, presentadas a modo de flashbacks y que los más avispados podrán captar a la primera. Y es que pese a lo tediosa que pueda resultar esa subtrama con la que no es posible empatizar del todo, lo primero que uno se pregunta es el qué hubiese sido de 'La Mina' si esta hubiese apostado plenamente por el horror, que es donde funciona sin problemas, y hubiese obviado cierto intento de solemnidad dramática.
Nota: 6
Lo mejor: Un diseño de producción que hace posible que el espectador se vea inmerso en un auténtico American Gothic.
Lo peor: Una subtrama de carácter dramático poco trabajada que le resta fuerza al conjunto.