'Todos están muertos' es una fábula y una cuyo final conocemos desde el momento en que empieza. Y, sin embargo, decir que con eso sabríamos todo lo que quiere decir sería, obviamente, simplificarla. Guarda terreno para las sorpresas, pese a que esas sorpresas aparezcan en un terreno tan de doble capa que la historia en su capa superficial es predecible en un sentido en absoluto negativo para una narración como la que propone: esquema abecé de persona con problema x, aparece personaje y, aprende cosa z y esto le ayuda a resolver el problema x y todas las subtramas d, e y f por el camino. Como toda fábula, reconocemos x, y, z, d, e y f a 15 minutos de película y sabemos prácticamente por dónde van a ir todas. No obstante, el guion de 'Todos están muertos' juega perfectamente con todo lo que hay debajo de esas capas: su lección es y pretende ser simple, pero hay muchísimo debajo.
Estrella del rock ve muertos
Elena Anaya es Lupe, una madre que vive encerrada en su casa junto a su propia madre y su hijo. Lupe no es demasiado buena como madre, su agorafobia no es que le permita hacer una vida normal y ella no pone mucho de su parte en criar a su hijo ni siquiera entre las cuatro paredes de su hogar. Pero no siempre fue ese tipo de persona: en los 80 era toda una estrella del rock, hasta que algo cambió. Queriendo que vuelva a ser aquella que fue en su tiempo, la madre de Lupe invoca a su fallecido hijo Diego, el hermano de Lupe, para que la ayude en estos momentos tan complicados.
¿Qué ocurre entonces? Que solo Lupe puede verlo. A su hermano muerto. Conviene aclarar aquí que 'Todos están muertos' es una dramedia que nunca entra en terrenos demasiados oscuros, o más bien nunca trata esos terrenos desde un punto de vista tenebroso. De hecho, suele acudir a la comedia, a una comedia que, y es de agradecer, nunca entra al género del chascarrillo; aunque más allá del fantástico tono de good-feeling y liviandad que ofrece a la película tampoco es que consiga crear ningún momento especialmente digno de carcajada. Es todo un acierto que Beatriz Sanchís no utilice la trama del hermano fantasma para convertir el filme en una comedia de gags cuando, precisamente, ni lo necesita ni es lo que ha venido a hacer.
Hijo de estrella del rock monta grupo de música
El hijo de Lupe es el verdadero protagonista del filme si atendemos al tiempo de presencia en pantalla, pese a que su hilo narrativo funcione más como subtrama que como trama. De cualquier modo, todo lo que envuelve a este personaje es precisamente una de las razones por las que 'Todos están muertos' cuenta con montones de capas debajo. Pese a que, y esto es una pena, el desarrollo de su historia carezca de demasiado ritmo, frenando un poco lo que paralelamente le está ocurriendo a Lupe, más interesante a priori. Por mucho que el personaje implique montones de cosas brillantes, muchas de ellas desarrolladas con él fuera de pantalla, también protagoniza los momentos más tópicos y predecibles en el sentido más plano posible: algunas de sus acciones carecen del riquísimo subtexto con el que Lupe se relaciona con su hermano.
Y es que, pese a que 'Todos están muertos' tiene la oportunidad de hacer dialogar a Lupe y Diego a cada rato que comparten escena, la película prefiere que sea la mera presencia de este último lo que cambie la forma en que la primera se comporta. Por ejemplo, en su día ambos fueron miembros del mismo grupo musical, por lo que las miradas cuando uno de sus discos aparece en escena son impagables; pese a que, eso sí, probablemente hay otros personajes en escena que crean que Lupe no está haciendo x por culpa de h. Por otro lado, mención especial a la magnífica banda sonora con la que cuenta 'Todos están muertos'. Groenlandia, el ficticio grupo al que pertenecieron tanto Lupe como Diego, parece realmente un grupo de rock español de los 80. En general, la estética, y no solo musical, está muy trabajada y es convincente.
Madre e hijo: estrellas
Lamentablemente, tampoco es una película perfecta si la miramos desde el prisma de película sencilla que guarda capas subterráneas y algunos buenos trucos narrativos. 'Todos están muertos' va a medio gas en muchas cosas y da especial coraje cuando ni se trata de que el esquema sea un abecé que no necesita más ni de que haya más capas por debajo de la que vemos, sino de que esa escena en concreto, y quizás la siguiente y la siguiente, no son tan potentes como podrían. En cualquier caso, con sus borrones, es toda una sorpresa repleta de buen hacer y con muchísimas ganas de dejarnos una sonrisa en la cara.