No es fácil afrontar 'Tolkien' como un título al que no le podamos exigir más de lo que en realidad acaba siendo. Y quizá este podría ser uno de esos ejemplos que pueden dar por iniciado un interesante debate en torno a los biopics y la forma en la que los productores más tradicionales tienden a dar luz verde a proyectos de dicho tipo.
Siendo honestos y justos, a nadie le sorprenderá la afirmación de que no necesitamos una película de la infancia, juventud y obra y milagros de todas las personas que a lo largo de la historia de la humanidad han sido relevantes, ya sea para la política, la cultura o los avances científicos. Porque por muy grande que sea la gesta con la que el personaje de turno haya deleitado a sus congéneres, esta no tiene por qué ir ligada a haber vivido una vida que tenga que despertar el interés del espectador. Y esa es una de las principales sensaciones que deja el film protagonizado por Nicholas Hoult.
Dirigida por Dome Karukoski, quien tuvo mejor suerte en el biopic con su anterior trabajo, 'Tom of Finland', la historia que nos plantea acabará siendo un viaje a través de un montón de lugares comunes donde sus personajes parecen estar puestos a modo de recreación de una bonita postal histórica.
Nacido en 1892, a día de hoy es indiscutible el legado dejado por J.R.R. Tolkien, el lingüista que sería el artífice de la Tierra Media a lo largo de su vida, cuyas excelsas dotes para las lenguas le hicieron ser capaz de crear las suyas propias a través de una amalgama de conocimientos que iban desde el gótico al finlandés. Especializado en filología griega y graduado en nórdico antiguo, esa base para una cultura inventada fue parte de lo que cimentó las leyendas y aventuras que luego plasmaría por escrito en 'El Hobbit' y 'El Señor de los Anillos', siendo su experiencia en el campo de batalla durante la Primera Guerra Mundial algo que serviría también como principal fuente de inspiración.
Y ahí es donde podría entrar en juego uno de los factores que se dibujan como los más interesantes de 'Tolkien'. El film, que sin tapujos nos presenta al joven recién ingresado en el King Edward de Birmingham, pronto pondrá como uno de los ejes sobre los que se moverá su trama a la sociedad secreta que formó junto a sus inseparables amigos, Rob Gilson, Geoffrey Smith y Cristopher Wiseman, y que bautizaron como T.C.B.S. (Tea Club & Barrovian Society, en referencia a Barrow's Store, la cafetería en la que el grupo se reunía con asiduidad para tomar el té al salir de la escuela). Las experiencias de un joven Tolkien como parte del ejército británico acabarán siendo entonces una expectativa que hará aguas en el breve y poco trabajado momento en el que sean reflejadas en pantalla.
Todo a medias
Porque, como no podía ser de otra forma, el interés romántico del protagonista será lo que mayor fuerza acabe teniendo a medida que su anodina trama avance a través de los años. Un interés que aquí viene con el rostro de Lily Collins y que bien aguanta el tipo como secundaria cuyas motivaciones están dibujadas con la única intención de servir como motor para que el arco argumental del protagonista avance. Pues más allá de los propios cuestionamientos morales que el personaje se plantea y pese a que el director se empeñe en construir un intento de drama alrededor de cuáles son los caminos que deberá seguir Tolkien durante su formación universitaria, la cual vendrá salpicada por el snobismo que desprende no solo él, sino el resto de su grupo de amigos que parecen estar hechos a propósito para que el público no conecte con ninguno de ellos.
Y cuando, por fin, el arco que bien podría haber sido un lucimiento para su realizador en cuanto a la representación de la guerra de trincheras y el conflicto armado, el envoltorio en el que viene presentado (no se le puede negar el notable esfuerzo por parte de la producción para representar la Primera Guerra Mundial de forma fidedigna) acaba deshaciéndose cuando esas visiones acerca del horror vivido ahí se plasmen en pantalla como pasaje a camino entre el fantástico y lo surrealista, pues como alegoría de la guerra acaba siendo demasiado simplón, y como momento que pretende conectar directamente con los amantes de la Tierra Media, resulta tan obvio que entre las preguntas que uno puede hacerse al final, destaca la de ¿realmente era necesario?
Seguramente, y con la gran mayoría de biopics que llegan con la única intención de hacer algo de dinero en taquilla, la respuesta sea que no.
Nota: 4
Lo mejor: Lily Collins consigue que su Edith acapare todas las vistas.
Lo peor: En general, no deja de transmitir cierta desgana a la hora de presentar y desarrollar conflictos.