Danny Boyle tuvo un año 2012 bastante movidito. En sus hombros cayó el peso de tener que organizar la espectacular ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Londres. Pero también le dio tiempo para preparar una nueva película, un desconcertante thriller llamado 'Trance'. Un regreso al cine más pequeño desde sus últimas incursiones en producciones muy ambiciosas.
'Trance' nos presenta a Simon, un empleado de una sala de subastas, adicto al juego online. Para pagar sus deudas, se alía con un grupo de ladrones que quiere robar un Goya, la pieza más importante de una de las subastas que realiza el lugar donde trabaja. El robo va bastante bien, hasta que Simon recibe un golpe en la cabeza y, al despertar, ha olvidado dónde dejó el cuadro. Para intentar recuperarlo, el líder de los ladrones le obligará a visitar a una psicóloga, experta en hipnosis, que indagará en su mente para ayudarle a recordar.
Curiosa premisa nos presenta Boyle en esta película, que nos lleva a las entrañas del cerebro, y sobre todo a los callejones sin salida y la posibilidad de engañar a la propia mente. Podríamos decir que nos encontramos ante la 'Memento' del director de 'Trainspotting', pero termina cayendo en unos recursos demasiado vistos para llamar la atención de nuevo. El comienzo de la cinta pone una base bastante sólida para que crezca la historia, hace que nos pique la curiosidad, necesitaremos saber más. Sin embargo, llega un momento en el que, una vez desvelados los secretos principales, parece que el guión se pierde en sus propios intentos de sorprender de nuevo, consiguiendo una última mitad algo plana y confusa.
Sin embargo, cabe destacar que nos encontramos ante un thriller por encima de la media actual, que consigue ser más inteligente que los últimos ejemplos que hemos visto del género. El humor negro de Boyle, ese toque "noir" y sexy de ciertas escenas, suman puntos a su calidad. Aunque pinche llegado el momento, consigue mantener nuestra atención, al ser una de esas películas que pretende que el espectador tome parte de la historia. Siempre es de agradecer que una cinta no nos tome por idiotas.En el reparto, destaca el papel de Vincent Cassel como la cabeza pensante de los ladrones, una personalidad llena de clase y sex-appeal, y unas miradas implacables que llegan a imponer cada vez que toma la pantalla. Es de esos secundarios que se comen al protagonista, que en esta ocasión no ha terminado de despuntar. James McAvoy parece haber copiado su papel de 'Wanted (Se busca)', sin ofrecer tampoco muchos matices nuevos. Rosario Dawson, por su parte, cuenta con el personaje más interesante del trío, la psicóloga. Es posible que nos encontremos con uno de los papeles más interesantes de la norteamericana, y lo defiende con la suficiente soltura. Eso sí, quizás peca de predecible. Boyle ha conseguido que la química con su, por aquel entonces, pareja en la vida real se traslade al frente de la pantalla, e incluso es tan generoso que la comparte con el público. Su toque sensual encenderá la pantalla con escenas que, por suerte, se alejan de lo gratuito.
La dirección de un "Rockstar"
Aunque en cuestión de la historia parece que el director no tuvo mucho tiempo para terminar de pulirlo, la fotografía y el montaje mantienen el altísimo nivel al que nos tiene acostumbrados Boyle. Él es el rockstar de los directores, siendo capaz de marcar una estética de videoclip, o de filtros y "collages", a un largometraje, y hacer que resulte tan original como cautivador. En este lío de realidades y mentiras, los juegos de cámara, los pequeños guiños surrealistas y el alto ritmo no hacen más que mejorar el conjunto. El uso de diferentes tipos de cámara también es habitual en el cineasta, y de nuevo vuelve a demostrar que su peculiar técnica puede marcar la diferencia entre un largometraje mediocre y una película interesante. Además, es muy resultón en 'Trance' el uso del arte como inspiración para ciertos momentos de la película. Ojo también a la selección de canciones y la banda sonora de Rick Smith, toda una maravilla, uno de los puntos más fuertes de la cinta.
En definitiva, nos encontramos con un thriller psicológico que pretende más de lo que consigue, al perderse en sus propias hipnosis, secretos y despertares. Danny Boyle parecía tener la mente en otro lado, al igual que su protagonista, a la hora de dar un sentido la historia. Sin embargo, se trata de una cinta que cautiva lo suficiente al espectador con sus incógnitas, y atrapa por los ojos y oídos. Todo un ejercicio de bastante efectiva hipnosis, precisamente. Hace unos días decía Boyle que se estaba perdiendo el buen cine adulto; mientras él siga trabajando, siempre quedará un resquicio de esperanza.