Christopher Nolan ha conseguido mucho en su todavía corta carrera como director. Encanta y crea repulsión casi a partes iguales. Y en el género del thriller ha logrado crear escuela, incluso dentro de su equipo. Wally Pfister, su director de fotografía habitual, también quiere probar suerte con un largometraje para él solo: 'Transcendence'. En su película vemos claras dos cosas. La primera, que no puede disimular de quién ha aprendido casi todo. Y la segunda, que le queda muchísimo trabajo para ponerse a su altura.
La película se centra en Will Caster (Johnny Depp), un experto en inteligencia artificial que es atacado por un grupo tecnófobo, que logran introducirle un virus terminal en su organismo. Su esposa y su mejor amigo (Rebecca Hall y Paul Bettany) intentarán mantener su intelecto con vida, mezclando la inteligencia artificial que han desarrollado con el cerebro de Caster. Pero, ¿hasta qué punto el resultado es una extensión de Will Caster? ¿No será en realidad un camuflaje del que se aprovechará la máquina para tomar el control?
Una vez más nos encontramos con una premisa que tiene mucha tela que cortar, muy ligada a la actualidad. Si hace unos meses veíamos a Joaquin Phoenix enamorarse de Siri, esta vez asistimos al proceso de creación de esa máquina capaz de ser casi un sustituto de un ser humano. Si además le mezclamos el miedo que puede surgir con la importancia que damos a Internet cada día, lo mucho que llegamos a depender de la Red de Redes, parece que podríamos construir un thriller bastante entretenido y cautivador. Pero Jack Paglen no ha sabido escribir una historia que sea capaz de levantar esas ideas con lógica y un desarrollo fluido.
La película carece por completo de ritmo, ni en su introducción, ni en su nudo, ni en su precipitado y poco cocido desenlace. Uno de los problemas más gordos, y totalmente visibles, es que tanto el guionista como el director se empeñan en todo momento en parecerse a Nolan, tanto en la forma de construir la historia como en la de llenarlas de incógnitas y misterios, de totems girando, sin una respuesta clara. Pero mientras que el director de 'Origen' sabe hacer con inteligencia y picardía, Pfister se enreda en sus propios misterios, llevándonos a callejones sin salida en la trama, creando frustración y no solo curiosidad.
No ayuda tampoco que un reparto con tanto talento esté más como un favor personal que como verdaderos implicados en la historia. Morgan Freeman, Paul Bettany y Cillian Murphy parece que simplemente pasan por ahí, siendo el de Bettany el único que llega a aportar algo a la película. Los otros dos podrían no estar y habría quedado igual. Rebecca Hall pincha por completo interpretando a una esposa supuestamente enamorada hasta el punto de intentar capturar la mente de su marido en un ordenador. Su actitud es plana y muchas veces sobreactuada. Tampoco sale bien parado Johnny Depp, que incluso cuando no está interpretando a una IA parece que es un ordenador el que habla. Si muchos se han llegado a quejar de la excesiva expresividad del actor, con personajes muy en la línea de Jack Sparrow, en 'Transcendence' nos ofrece justo lo contrario, y eso tampoco es bueno. El manejo de un reparto es otra cosa que el director tiene que aprender todavía.Precisamente es en su campo en el que la cinta se vuelve sobresaliente. La estética o los efectos visuales comedidos y bien utilizados son los puntos más fuertes de la película, empañados solamente por un abuso muy descarado de las lensflares (parece que también se empapó de J.J. Abrams antes de rodar). La aridez de la ciudad donde se centra casi todo el argumento permite que se vuelque nuestra atención en lo visual de la tecnología, del laboratorio y de lo que es capaz de hacer Will Caster cuando es un ordenador. Muy similar a sus anteriores trabajos, todo hay que decirlo, pero si ya funcionó una vez, es lógico que haya preferido jugar a lo seguro.
Pantallazo azul
Pero está claro que todavía le queda mucho que aprender en el resto de aspectos que forman una película, sobre todo en la capacidad de su maestro para crear historias que entretengan y que supongan un reto a la vez. En 'Transcendence' ha intentado dar prioridad a lo segundo, mostrándonos la eterna batalla del ser humano por alcanzar la inmortalidad, o la filosofía enfocada a la tecnología. Pero se pierde tanto en sus ideas que no llegamos a ninguna parte con él, acabamos confundidos y, peor, aburridos. Era demasiado pedir que en su primer intento como director, Wally Pfister se convirtiera ya directamente en el nuevo Chris Nolan, pero también podíamos esperar que, ya de querer emular a su maestro, habría prestado más atención a su trabajo como contador de historias y no solo al aspecto visual. De nada sirve un cascarón sólido si no hay nada que guardar dentro.
'Transcendence' le ha podido servir como toma de contacto para descubrir todo lo que tiene que desgranar un director para ofrecer una buena película. Creo que es importante también que encuentre su propio estilo y no se meta tanto bajo el paraguas de nadie, porque si no las comparaciones van a ser inevitables, y por desgracia odiosas. Es una pena que un punto de partida tan prometedor no de lo suficientemente de sí para llevar a debates interesantes al salir de la sala, pues muchos se habrán perdido en el tedio demasiado pronto, y no tendrán un clímax con el que volver a engancharse. Es hora de que Pfister comience a trabajar en la versión 2.0 si no quiere quedarse obsoleto demasiado pronto.