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CRÍTICA

'Tres caras': El arte velado

Crítica de 'Tres caras', dirigida y coescrita por Jafar Panahi. Premio al mejor guion en el 71º Festival de Cannes. Un filme que denuncia la situación de la mujer en Irán a través del cine.

Por Miguel Ángel Pizarro Más 23 de Noviembre 2018 | 09:16
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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Jafar Panahi es un cineasta furtivo, aquel cuya vocación ha sido prohibida en su país de origen, Irán, que también le tiene prohibido salir del país. En arresto domiciliario desde 2010, Panahi creó una auténtica trilogía en la que se las ingenió para poder rodar en su domicilio 'Esto no es una película' y la abstracta 'Closed Curtain', tras ganar el Oso de Oro de Berlín por 'Taxi Teherán', con la que pudo filmar desde un coche que recorre las calles de la capital persa, ahora llega 'Tres caras', un largometraje con el que el realizador ha logrado poder salir, se desconoce la forma, de su cautiverio, al conseguir realmente, filmar en exteriores y con actores.

Tres caras

Behnaz Jafari es una reconocida actriz de cine y televisión. Un día, la mujer recibe un perturbador vídeo en el que aparece una joven llamada Marziyeh, suicidándose después de que sus padres la obligasen a comprometerse y abandonar su vocación, la de estudiar arte dramático. Jafari, acompañada por el director Jafar Panahi, van hasta el pueblo donde vivía la joven para averiguar si es cierto el suicidio. La actriz y el director se encontrarán con un pueblo en el que las tradiciones y las costumbres rigen severamente la vida local.

La asfixia de las costumbres ancestrales

Primero, hay que aplaudir las formas en las que Panahi ha podido rodar una película en abierto. El realizador tiene prohibido hacer cine. Sin embargo, esos actores que se comentan en el párrafo introductorio son, realmente, el propio Panahi y Behnaz Jafari, que interpreta una versión ficticia de sí misma. Porque, en lo que se refiere al pueblo, se desconoce hasta qué punto lo que se rueda es real y quiénes son los actores. Comentado esto, lo cierto es que Panahi aprovecha esa fusión de ficción y realidad para realizar un férreo alegato sobre la situación de la mujer en Irán.

Tres caras

Eso sí, su denuncia es directa pero sutil, dejando en evidencia un comportamiento local machista y tremendamente cínico. Situada la película en un pueblo del Noroeste del país, llegando casi a la frontera con Azerbaiyán, el director deja en evidencia una sociedad que idolatra a Behnaz Jafari, al ser una figura televisiva. Sin embargo, la gente del pueblo no tiene ningún reparo en despreciar el arte y la cultura cuando Jafari y Panahi preguntan por la joven del vídeo. Dejando evidencia esa famosa frase de: "en mi casa, en mi familia, no".

Panahi construye un filme denuncia que tiene un equilibrio fascinante entre película de suspense, drama familiar y hasta comedia costumbrista. Quizás sea el propio reflejo de la vida misma, en la que la opresión y la tiranía también dejan momentos para la propia vida. Eso sí, en ese retrato que hace Panahi, junto con la guionista Nader Saeivar, deja bien claro cómo el machismo doblega las voluntades, siendo incluso los chicos jóvenes más conservadores que sus progenitores, más duchos en lo referente a experiencia vital.

Tres mujeres, tres actrices

Y ahí es cuando entran en juego las tres caras o, mejor dicho, las tres actrices, metáfora no solo de la historia del cine iraní, sino en sí de la situación de su país. Por un lado está el pasado, representado por una actriz que fue muy famosa en el cine anterior a la Revolución Islámica, condenada al ostracismo y aislada del pueblo, como si llevase grabada una letra escarlata. Esta actriz no aparece en pantalla, siendo sinónimo de aquel pasado borrado, de ese odio por la mujer liberada. Después está el presente, cuyo símbolo es la propia Behnaz Jafari, admirada por hacer producciones populares pero, en el fondo, también despreciada, por ser parte del mundo frívolo del espectáculo y que representa que sí, se puede actuar en Irán, pero con condiciones propios de una dictadura. Por último está el futuro, enmarcado en la joven aspirante Marziyeh, que simboliza a la nueva generación de mujeres que desea tener su libertad y que el sistema oprime de forma más severa.

Tres caras

Tres mujeres, tres rostros, tres enfoques. Panahi construye un magnífico alegato sobre los derechos de la mujer utilizando su arte, el cine. Con clara influencias de su mentor, Abbas Kiarostami, el cineasta deja en evidencia que esa falta de derechos son también síntoma de una realidad que no ha cambiado, por muchos cambios cosméticos y de imagen dé al mundo al república islámica de Irán. Un filme poderoso, hecho con pasión y que, sin duda, es una cita imprescindible para todo amante del séptimo arte.

Nota: 9

Lo mejor: Su poderoso mensaje a favor de las mujeres y sus derechos en Irán.

Lo peor: Pensar en las consecuencias que puede tener Panahi por "haberse atrevido" a rodar una película.

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