Un oficial del Ejército Británico fue capturado por los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. Durante su cautiverio es obligado junto a otros presos a construir una línea de ferrocarril entre Birmania y Thailandia donde sufrirá vejaciones y torturas que le dejarán huella de por vida. Una vez pasados 40 años, el ex-oficial es incapaz de lidiar con sus recuerdos y su honor maltrecho mientras convive con su esposa, así que, una vez le sea revelada una información muy importante, emprenderá un viaje hacia su pasado en busca de respuestas o, quizás, venganza. Un relato basado en hechos reales sobre los horrores de la guerra, las secuelas que causan a los soldados de ambos bandos, el perdón, un Colin Firth traumatizado e incapaz de lidiar con su presente y una Nicole Kidman como esposa impotente ante una situación que se escapa a su razón no son suficientes alicientes como para evitar que 'Un largo viaje' sea una tremenda decepción.
Cuesta entender cómo un filme con semejante material de primera desaprovecha todos sus elementos en una ejecución plana y raquítica a nivel emocional. Más me sorprende aún cuando el que firma la cinta es el australiano Jonathan Teplitzky. No es que el cineasta sea uno de los autores más destacados a nivel internacional, ni si quiera ha hecho nada verdaderamente destacable, pero su último filme, 'Burning Man' (2011), son de esas pequeñas joyas escondidas que un día descubres casi sin querer y te obligan a apuntar un nombre más en tu lista de directores a tener en cuenta.
En aquella ocasión, Teplitzky arriesgó y acertó al desarrollar una narrativa laberíntica con constantes saltos en el tiempo para relatar el desasosiego de aquel excelente Matthew Goode azotado por la tremenda tragedia de tener que acompañar a su esposa por el duro proceso del cáncer. En esta ocasión, utiliza una narrativa similar -aunque mucho menos radical- que alterna presente y pasado pero los resultados son totalmente diferentes.
Problema de focalización
Me cuesta descifrar los por qué de mi completa desconexión con la película y, después de darle muchas vueltas, creo que el mayor problema es que Teplitzky no consigue focalizar el punto de vista de la historia. Por momentos da la sensación que nos está hablando de la lucha de un hombre contra los fantasmas de su pasado y, en otros, de los intentos desesperados de una mujer por recuperar a su marido. Incluso hay instantes que crees que el filme derivará en una especie de actualización de 'El puente sobre el río Kwai' pero, finalmente, cuando ya estás agotado -y aburrido-, descubres que todo trata sobre la capacidad del ser humano de perdonar.
Cabe destacar que toda la parte del pasado del protagonista -interpretado por un excelente Jeremy Irvine, el mejor de todo el reparto-, cuando la historia se centra en el día a día de los oficiales británicos prisioneros, son los mejores minutos de la cinta. Es en esos minutos cuando la dirección de Teplitzky cobra mayor profundidad dramática y la narración transmite mayor tensión. Cuanto más bélica se pone y más se acerca a todas aquellas películas clásicas sobre vencedores y vencidos, mejor, pero eso no salva que el resto de minutos carezcan de energía suficiente como para captar el interés por una historia que está, literalmente, muerta.