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CRÍTICA

'Un minuto de gloria': Parábola del hombre honrado contra el sistema

Ganadora del premio a la mejor película en el Festival de Gijón, 'Un minuto de gloria' supone la segunda parte de una trilogía inspirada en auténticos titulares extraídos de los periódicos.

Por Antonio Miguel Arenas Gamarra 14 de Julio 2017 | 12:01

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Tzanko Petrov es un hombre honrado, un abnegado trabajador del ferrocarril cuyo empleo de guardavías apenas le garantiza 400 leva de sueldo para sobrevivir. Porque la suya es una vida simple, acostumbrado a estar al margen de la sociedad con la única compañía de su mascota, un conejo silvestre, mientras atesora su objeto más valioso, el reloj que le regaló su padre. Una mañana cualquiera, continuando con su jornada laboral, se encontrará una bolsa con un millón de leva junto a las vías. Decidirá devolverla, gesto que se volverá insospechadamente en su contra y a través del que esta lúcida película construye una parábola del hombre contra el sistema, ante la apatía de todos los estratos de la sociedad búlgara y la falsa apariencia que vende de sí misma. Conclusión que, salvando las distancias y compartiendo no poca mezquindad, podríamos extrapolar a cualquier sociedad contemporánea.

'Un minuto de gloria': Parábola del hombre honrado contra el sistema

La pareja de cineastas búlgara formada por Kristina Grozeva y Petar Valchanov se ha erigido como una de las voces más a tener en cuenta del cine social europeo. En sus películas continúan algunos de sus postulados más reconocibles, como la cámara en mano, el uso de planos secuencia, la puesta en escena naturalista y el rigor formal, renunciando a la música extradiegética y los golpes de efecto narrativos, pero su principal característica es la de retorcer un guión que no concede un maniqueo único punto de vista ni se conforma con observar el devenir de sus personajes. 'Un minuto de gloria' añade puntos de humor y patetismo que acentúan su crítica social y permiten la entrada de nuevas capas con las que de forma invisible siembra el destino de sus personajes, marcados por sus actos y unidos por la todavía compleja situación del país eslavo.

La presentación de su barbudo protagonista, de aspecto ermitaño y descuidado, tan torpe como bonachón, no concluye hasta que se nos descubre, cuando hable por primera vez y lo haga a las cámaras del equipo de relaciones públicas del Ministerio de Transporte, que es tartamudo. La primera reacción es de hilaridad y asombro por parte del equipo enviado a cubrir la noticia, pero esa risa se nos congela con un corte de montaje a las oficinas centrales del Ministerio, donde el grueso del gabinete ríe a carcajadas con su incapacidad para expresarse. Esta secuencia nos obliga a posicionarnos y define a la perfección un sistema que oprime al indefenso, que en esta ocasión ni siquiera tendrá la capacidad de explicar y justificar sus argumentos. Tzanko será objeto de un homenaje público, una farsa con la que la película ridiculiza a todos los estamentos y en la que su presencia no cumple otra función que la de un títere a merced de la jefa de relaciones públicas del Ministerio, más pendiente de su posición y de su futuro embarazo que de cuidar su preciado reloj, cuya pérdida desencadenará un conflicto que pone en juego la dignidad (o la catadura moral) de los allí presentes.

'Un minuto de gloria': Parábola del hombre honrado contra el sistema

'Un minuto de gloria' está firmemente construida sobre la idea de cuestionar la imagen de prosperidad y progreso que pretende ofrecer el país con sus ruedas de prensa y actos institucionales, frente a la miseria y la realidad del grueso de su población, a la que no tiene suficiente con explotar con un sueldo mínimo, sino de la que todos sus organismos burocráticos se encargarán de vejar hasta las últimas consecuencias. Para conseguir transmitir esta sensación sin caer en tópicos esquemáticos, la habilidad que demuestran Kristina Grozeva y Petar Valchanov para describir a sus personajes y los ambientes políticos es muy significativa, encarnizándose conforme avanza. Sus reflexiones se mueven en múltiples niveles, desde la fina crítica al gobierno búlgaro al sarcasmo con el que retrata la burocracia, exponiendo con ojo clínico las diferencias de clases sociales y cómo condicionan nuestra relación con el poder y los medios de comunicación.

Tras 'La lección', galardonada en la sección Nuev@s Director@s del Festival de San Sebastián de 2014, 'Un minuto de gloria' supone su segunda parte de una ambiciosa trilogía temática sobre la sociedad búlgara, inspirada en titulares auténticos extraídos de periódicos. Ambas películas tienen en común a la actriz Margita Gosheva, rostro elegido por los directores para encarnar los dilemas éticos de un país que abraza el europeísmo desde una institución en crisis de valores, que todavía no ha superado sus propias miserias sociales y se encuentra en conflicto con la imagen que pretende ofrecer. Y sin llegar afortunadamente a los extremos en exceso desoladores de la corrupción en Bulgaria que arroja 'Godless', Leopardo de Oro de la 69ª edición Festival de Locarno, donde coincidieron a concurso, la que transmite esta notable película no es precisamente halagüeña y le valió para alzarse con el premio a la mejor película y al mejor guion en el último Festival de Gijón.

Nota: 7

Lo mejor: Su sentido del humor colindante con el absurdo acentúa la crítica social.

Lo peor: Aunque la puesta en escena no está exenta de hallazgos, Kristina Grozeva y Petar Valchanov tienen aún que granjearse un estilo visual propio.

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