Cómo representar la violencia en el cine siempre ha sido un aspecto controvertido. Lo mismo pasa con el sexo o la muerte. Actos tan naturales y espontáneos en la vida real como esos quizás sean los más complicados de filmar. Precisamente es esa naturalidad lo que lo hace tan complicado porque el cine, como arte, no deja de ser una representación de la realidad y, por ende, recreación. ¿Cómo mostrar algo tan desagradable e impactante en la vida como es la violencia en una película?
A lo largo de los años ha habido numerosas y distintas aproximaciones a dicha cuestión. Desde la estilización de cineastas como Quentin Tarantino, Michael Bay o Sam Peckinpah, hasta el fuera de campo de Michael Haneke. Hay incluso corrientes de pensamiento que afirman que la representación de la violencia en imágenes es algo estrechamente vinculado con la moral.
Películas como la que aquí nos ocupa, nos recuerdan que la violencia es un acto desagradable que provoca dolor y sufrimiento. Y nos lo recuerda no por mostrar litros de sangre o escenas repugnantes, sino por su tratamiento crudo y desdramatizado de las secuencias clave. 'Un toque de violencia (A touch of sin)' del cineasta chino Jia Zhangke, que llega a nuestras pantallas avalada por el premio al mejor guión que le otorgaron en la 66 edición del Festival de Cannes, se puede leer en clave de un fascinante e impactante ensayo sobre la violencia y la situación político-social de un país.
Radiografía de una sociedad enferma
Dividida en cuatro historias desligadas narrativamente entre sí, el filme se trata de una dura radiografía de una sociedad corroída por la violencia y Zhangke no tiene reparos en poner nombre y apellidos a esa sociedad. Según el cineasta, la crisis ha provocado en China un aumento exponencial de los incidentes violentos y, con 'Un toque de violencia', está dispuesto a hablar de ellos de manera frontal y sin reparos. Desde el hombre justo hasta las nuevas generaciones, pasando por un padre de familia o una inocente trabajadora, todos los estratos sociales están carcomidos por una violencia que llega siempre en forma de explosión contenida, fría y seca, de ahí que la narración sea anticlimática y exista un vaciado emocional en cada una de las cuatro historias porque, ¿qué clase de empatía hay en una sociedad amoral? Zhangke lo tiene claro: ninguna.
Es por ello, y por sus 135 minutos de duración y su acercamiento pausado y reflexivo sobre la historia, que 'Un toque de violencia' es una película difícil de digerir. Un estudio generacional y estamental de una comunidad, que, a pesar de que en ocasiones beba directamente del spaghetti western de Sergio Leone o Sergio Corbucci, tiene vocación de documentar una realidad funesta y conflictiva. Para el cineasta austríaco Michael Haneke, el drama vive en el conflicto y si estás tratando temas sociales de manera seria, es imposible evitar la violencia que está presente en la sociedad. Zhangke parece haberse tomado al pie de la letra estas declaraciones y con su última película espeta una dolorosa puñalada trapera a su propio país y, sobre todo, a aquellos espectadores de paladares sensibles.