'Una vida en secreto' aterriza en cines el 22 de noviembre, marcando el regreso a la dirección de Savi Gabizon con un ambicioso remake en inglés de su aclamada película 'Ga'agua' (2017), trece veces nominada a los premios Ophir. Manteniendo la esencia de la historia original, el director israelí ha trasladado su drama introspectivo al contexto cosmopolita de Nueva York y Canadá, en un esfuerzo por resonar con audiencias occidentales.
La película sigue a Daniel Bloch (Richard Gere), un acaudalado pero solitario hombre de negocios cuya vida ordenada se desmorona al descubrir, veinte años después, en palabras de su expareja Rachel (Suzanne Clément), que tuvo un hijo al que nunca conoció y que acaba de morir en un accidente de coche. Obligado por la curiosidad y la culpa, Daniel viaja a Canadá para asistir al funeral, donde comienza a reconstruir, a través de relatos ajenos, una conexión tardía, pero profunda con su hijo fallecido.
Gabizon explora temas complejos como el arrepentimiento, el vacío emocional de la riqueza y la fragilidad de las relaciones humanas. No obstante, en su transición al inglés, el guión pierde cierta delicadeza. Dónde 'Ga'agua' equilibraba el drama con un humor sutil y autocrítico, 'Una vida en secreto' a menudo resulta demasiado ausente de su objetivo final, hasta el punto de hacernos creer que estamos al frente de una comedia negra surrealista que ha decidido sacrificar todos los matices que enriquecen al relato original para dejarnos con una sensación de confusión constante.
Richard Gere ofrece una interpretación convincente como el señor Bloch, capturando su evolución desde un cínico individualista a un hombre que confronta las consecuencias de sus elecciones pasadas. Por desgracia, su caracterización a veces parece demasiado contenida, dejando a la audiencia con ganas de un retrato más visceral de su dolor. Incluso en los momentos de mayor tensión para el espectador, su personaje conduce el drama hacia una situación absurda que obliga a distanciarnos de su proceso y alejarnos de comprender el desarrollo de personalidad que Gabizon pretendía mostrar.
Suzanne Clément y Diane Kruger aportan profundidad a sus roles secundarios, aunque sus personajes carecen de la exposición necesaria para brillar plenamente. En particular, la relación entre Alice (Kruger) y Allen (Tomaso Sanelli), el hijo de Daniel y su profesora, un aspecto clave de la trama, plantea más dudas de las que resuelve y su paso por la película únicamente parece tener lugar para regalarnos una provocativa escena de Kruger desnuda frente a los ojos de Richard Gere.
El director utiliza un enfoque visual sobrio, con tomas largas y silencios cargados que reflejan la introspección del protagonista. Aunque esto funciona en gran parte de la narrativa, el ritmo pausado puede alienar a los espectadores que buscan una conexión emocional más inmediata. Por su parte, el contraste entre la opulencia de Nueva York y la atmósfera melancólica de Canadá se presenta de manera efectiva, reforzando el aislamiento emocional de Daniel y resaltando el impecable trabajo en fotografía de Paul Sarossy.
También cabe destacar el papel de la música como un personaje más en la historia. Las notas de piano perfectamente encajadas en los momentos más profundos de la conexión padre e hijo resultan en la expresión más evocadora del pensamiento de Daniel, trasladando ese vínculo de manera directa a los oídos del espectador sin necesidad de pasar por el diálogo.
Sin embargo, a pesar de contar con el escenario perfecto, una melodía impecable y la participación de grandes actores en el género, la película depende en exceso de testimonios de personajes secundarios, meramente intrascendentes, para construir la figura del hijo ausente. Una decisión que ralentiza la historia en momentos cruciales y genera tantas subtramas alternas que hubiera necesitado una segunda parte para regalarnos la sensación de clímax final.
Un claro ejemplo de esta ausencia de cierre radica prácticamente al inicio de la película, con la presentación del mejor amigo de Allen (Wayne Burns), a quien no volvemos a ver nunca más en pantalla a pesar de haber introducido en la trama un imponente obstáculo para la continuación del relato. Un patrón que se repite constantemente dejando entrever que el verdadero objetivo de Gabizon era volcar el peso del film en la actuación de Gere, pasando de puntillas por la cruda historia a la que nos está enfrentando.
Comparaciones inevitables
El principal desafío de 'Una vida en secreto' es que invita inevitablemente a compararla con su versión original. Mientras que 'Ga'agua' ofrecía una mirada conmovedora y única a la paternidad inesperada, el remake parece diluir esa originalidad en un intento de adaptar la historia a un público más amplio. El humor oscuro que caracterizaba a la versión israelí casi desaparece, dejando un drama competente pero menos memorable.
Un drama reflexivo que, aunque está respaldado por actuaciones sólidas y una premisa intrigante, no logra igualar el impacto emocional y narrativo de su predecesora. Para quienes no han visto la original, puede ser una experiencia conmovedora aunque algo lenta. Sin embargo, para los conocedores de 'Ga'agua', este remake en inglés se siente como una versión más fría y menos audaz de una historia que brilló con más intensidad en su auténtica forma.