Las pinturas consideradas grotescas y cómo el arte ha logrado servir como fuente de inspiración para el género de terror, es algo que sigue presente a día de hoy (sin ir más lejos, la polémica en torno al uso fraudulento -sin pedir derechos de autor- que hizo Luca Guadagnino de algunas obras de Ana Mendieta para su 'Suspiria'). Pero si ahondamos un poco más hasta llegar a una temática más concreta, el presentarnos una historia de horror que gire en torno a una pintura o, en su extensión, a la obra pictórica de un artista, el cerco se estrecha.
Con el retrato que Oscar Wilde ideó sobre Dorian Gray como uno de los elementos cúspide de esta relación entre terror y pintura, y reivindicando la desconocida 'Schalcken the Painter', estrenada directamente para televisión en 1979 y basada en un relato de Joseph Sheridan Le Fanu (el artífice de 'Carmilla', la novela de vampiros precursora del Drácula de Stoker), hallamos en la literatura una de las obras con las que 'Velvet Buzzsaw' podría medirse en cuanto a planteamiento: 'Apartamento 16', de Adam Nevill, autor de la novela en la que se basó 'The Ritual'.
En aquella, los protagonistas caían en la locura por culpa de la obra de Felix Hessen, cuyas infernales pinturas se presentaban cual puerta a otro mundo. Aquí, Dan Gilroy nos presenta una enigmática colección de pinturas para construir la base sobre la que se asentará el elemento fantástico de su nueva película, con la que se ríe de forma muy cínica de cierto sector relacionado con el mundo del arte.
Pese a llevar en activo desde los noventa como guionista, tuvo que llegar su colaboración con Jake Gyllenhaal en 2014 para que el nombre de Gilroy se consagrase como uno de los cineastas contemporáneos que, de repente, pasaron a copar titulares por la magistral forma en la que había llevado a cabo su debut cinematográfico.
Hablamos de 'Nightcrawler' como aquel film que servía como crítica exacerbada al sensacionalismo, con el que Gyllenhaal nos regaló una magistral interpretación (otra para añadir a la de sus roles icónicos) y en el que Gilroy se sumergía en los bajos fondos del fotoperiodismo relacionado con los sucesos, poniendo la llaga en el amarillismo de la prensa y en cómo los mass media han ayudado a que la humanidad pierda a pasos agigantados todo tipo de compasión.
Cinco años después de aquella, Gilroy vuelve a formar equipo con el actor para que sea este uno de los principales rostros sobre los que apoyar 'Velvet Buzzsaw', una deliciosa marcianada cuya existencia hubiera sido poco probable de no ser por la carta blanca que Netflix depositó en un proyecto con semejante premisa.
Si en 'Nightcrawler' se nos presentaban las costuras más vergonzantes del periodismo, en su segundo largometraje Girloy hace lo propio con el arte, poniendo el ojo de mira sobre especuladores, marchantes, críticos, artistas, becarios, comisarios y demás seres que se mueven en un mundo tan frío como elitista. De nuevo, la ciudad de Los Ángeles como telón de fondo. Antes en su versión nocturna. Ahora, el realizador tiende a mostrárnosla a la luz del día, momento en el que el negocio del arte cobra vida en sus galerías, museos, talleres y despachos en los que se puede especular.
La sátira en variedad de géneros
Sin embargo, será con la puesta de sol cuando la parte más crítica haga acto de presencia: como buena norma básica de cualquier slasher sobrenatural, la noche suele ser el momento idóneo en el que la muerte aparezca. Porque, exactamente, 'Velvet Buzzsaw' es un slasher sobrenatural. Uno bastante trabajado en cuanto a la forma en la que juega con los cánones básicos del subgénero, y que bien podría definirse como un título de terror o una comedia negra que satiriza sobre el arte en la contemporaneidad. Pero, al fin y al cabo, y tal y como hizo 'Destino final' dándole una vuelta de tuerca al mismo en el año 2000, no necesitamos del enmascarado de turno para que un slasher sea considerado como tal.
Aquí, y pese a que en realidad el verdadero mal del que habla sea de la ambición y cómo esta ha corrompido el arte, el que será el brazo ejecutor no será otro que una especie de maldición de ultratumba, surgida a raíz del descubrimiento de los lienzos de un artista desconocido que, además de despertar una pasión cercana al síndrome de Stendhal, son portadores de un mal que acabará con todos y cada uno de los que pretenden enriquecerse a costa de ellos.
Como si de un relato con moraleja extraído de las antiguas páginas de 'Los cuentos del Cripta' se tratase, circularán por las galerías de 'Velvet Buzzsaw' estrellas de la talla de Rene Russo, Toni Collette, John Malkovich y la recién llegada Natalia Dyer (Nancy en 'Stranger Things'), quien a través de un gag recurrente forzará la maquinaria de este título que se empeñan en definir como "thriller satírico" (que lo es), para dejar clara su naturaleza a favor del bodycount.
Para ello, una serie de personajes odiosos y petulantes (atención a sus nombres, con los que Gilroy se explaya que da gusto) caerán rendidos, en un momento u otro, ante las despiadadas garras de una maldición que no viene a ser otra cosa que la representación tangible de que el arte se ha tomado su propia revancha, y que del mismo modo en el que ha engendrado seres ávidos de riqueza, fama y notoriedad a su costa, puede devorarlos como si Goya los hubiese pintado cual hijos de Saturno: de la más despiadada de las formas.
Nota: 8
Lo mejor: Que conjugue a la perfección sus punzantes diálogos con las delirantes set pieces de terror.
Lo peor: No haberse explayado un poco más en todo el elemento sobrenatural.