España está teniendo una buena remesa de directoras primerizas. Si Carla Simón firmó con 'Verano 1993' la mejor película española de 2017, este año se debaten el puesto Arantxa Echevarría ('Carmen y Lola'), Elena Trapé ('Las distancias') y Carmen Blanco ('Los amores cobardes'), dos de ellas con sus primeros largometrajes. A esta lista hay que añadir a Celia Rico Clavellino, una sevillana de 36 años que estrena su primera película después de haber ganado el Gaudí al mejor cortometraje en 2013 con 'Luisa no está en casa'.
Curiosamente, todas las películas citadas tienen varias cosas en común: son muy pequeñas en su concepción (poco presupuesto, historias íntimas), echan mano de un realismo cotidiano para intentar hablar de temas universales (la libertad, la amistad, el desamor) y muestran a una generación perdida, ya sea en el centro de su relato (en el caso de Trapé y Blanco) o de forma contingente en sus historias, todas ellas protagonizadas por mujeres.
'Viaje al cuarto de una madre' cumple todas estas características. Con muy poco dinero, rodada en su mayor parte dentro de una casa, nos muestra las navidades de una madre y una hija, interpretadas por Lola Dueñas y Anna Castillo, que van a tener que aprender a separarse por primera vez. No se ve un gran conflicto, ni tiene más giro que un paso natural en la vida de todos: ahuecar el ala y dejar el nido. Pero gracias a un guion que busca la sencillez y la verdad constantemente y a sus dos actrices protagonistas, esta pequeña historia se convierte en una monumental película sobre las relaciones maternofiliales y a la vez un homenaje a todas nuestras madres.
Lola Dueñas y Anna Castillo encuentran en Estrella y Leonor los mejores papeles de sus carreras. En el caso de Dueñas, su transformación física y emocional en esta madre amodorrada la ha llevado un paso más allá de sus anteriores interpretaciones, quizá porque en películas como 'Mar adentro', 'Volver' y 'No sé decir adiós' tenía que mantenerse detrás de otros protagonistas que merecían, y mucho, la luz de los focos. Estrella es una mujer triste, sedentaria, pasiva, una madre que ha entregado toda su vida a su marido y su hija, y ahora que la han abandonado no encuentra un propósito claro a su existencia. Dueñas se entrega al personaje en cuerpo (engordó muchos kilos, dejó de cuidarse la piel) y alma: ese aletargamiento, esos ojos sin brillo, esas manos dedicadas al trabajo y el cuidado convierten a Estrella en el canto a esas madres de una generación anterior que no quisieron, no pudieron o ni siquiera se plantearon pensar en sí mismas más allá de sus familias.
Por su parte, Anna Castillo lleva mucho menos tiempo en nuestras pantallas pero su naturalidad y su energía han hecho que papeles como Alma en 'El olivo' o Susana en 'La llamada' sean icónicos. Esa energía que Castillo aporta a todos sus trabajos la ha llevado adonde está, pero en 'Viaje al cuarto de una madre' la vemos mucho más contenida, relajada. Esta Leonor, una chica callada, sin rumbo, algo gris, demuestra que el talento de la barcelonesa puede volar aún más alto que esa gracia natural que la caracteriza.
Está claro que Celia Rico tiene gran parte de culpa de que dos actrices tan buenas hayan dado lo mejor de sí. La sevillana demuestra tener una mirada y una voz propias, sin necesidad de recurrir a florituras estilísticas y desprendiendo a los personajes, la historia y su forma de contarla de cualquier banalidad innecesaria. El secreto está en lo que la directora decide mostrar: el relato de la madre que se queda sola en casa y no el de la hija que empieza su vida. El 'Viaje al cuarto de una madre' es literal: planos fijos del salón, los pasillos, las habitaciones vacías. La película nos hace vivir con Estrella esos momentos que como hijos no hemos podido compartir con nuestras madres. Quizá lo más valiente (y lo más desolador) del guión y la dirección de esta debutante es hacernos mirar fijamente a lo que una vez abandonamos con tantas ganas y ligereza.
'Viaje al cuarto de una madre' es cotidiana a veces, dolorosa en algunos momentos y también divertida cuando tiene que serlo. Sobre todo en esa parte de la historia en la que esta señora se compra un smartphone, aprende a usar WhatsApp y nos muestra lo que ocurre cuando hablamos con nuestras madres y pone "Escribiendo..." en la aplicación. Es tan simple que nadie lo había hecho antes.
Viaje a un pueblo español
La película fue rodada en Constantina, el pequeño pueblo del que es originaria Celia Rico. Pero otra de sus grandes bazas es que podría ocurrir en cualquier localidad pequeña de España. Vemos poco, pero suficiente, de las calles (un bar, una esquina) y sus gentes. Ese concurso de baile, que se convierte en las anodinas vidas de los lugareños en un evento tan importante, esos vecinos que saben exactamente lo que necesita Estrella y acuden en su ayuda porque saben que ella no la va a pedir.
Pero es en esa pequeña casa sin demasiada luz donde 'Viaje al cuarto de una madre' toca toda su verdad y su universalidad. En ese sofá bajo las mantas, al calor del brasero, frente a la tele y las series. En ese regalo de Reyes que habla más que las palabras; en ese armario en el que se guarda el luto y que la madre no se atreve a airear. Y en ese viaje que también hace la propia Estrella, de pasos tan pequeños, hacia su propia libertad.
Y en ese último plano, en el que Lola Dueñas y Anna Castillo se funden y Celia Rico demuestra que sabe el poder que tiene la última imagen de una película, como hacía Carla Simón en 'Verano 1993'. Un abrazo grabado en la retina para siempre. Eso solo lo consiguen las grandes películas.
Nota: 9
Lo mejor: Lola Dueñas
Lo peor: Que vaya a quedar sepultada en la cartelera entre tanta competencia