Allá por 2018, Delphine Girard dirigía el que ha sido su cortometraje más alabado, 'Une soeur', nominado al Oscar al mejor corto de ficción en 2020. En apenas 15 minutos, la realizadora creaba una atmósfera de tensión en el que una mujer que iba de copiloto en un coche llamaba al 091 belga fingiendo que llamaba a su hermana para que la Policía detuviese a su secuestrador.
Una estructura que recordaba a la que planteaba Gustav Möller en la fabulosa 'The Guilty', dado que se le daba un importante protagonismo a la operadora del servicio de emergencias que debe ayudar a la protagonista a seguir con su farsa si quiere salir con vida de lo que parece un secuestro. Ese planteamiento inicial, Girard lo extiende con 'Víctima imperfecta', presentada dentro de las Giornate degli Autori del 80 Festival de Venecia.
La tensión del cortometraje es reproducida al inicio del largometraje. Ahora bien, la cinta prosigue en el momento en el que 'Une soeur' planteaba la incógnita de qué pasaba después de la llamada. Como su título indica en castellano (en francés, el film se tituló 'Quitter la nuit', cuya traducción sería 'Dejar la noche'), se trata de una propuesta en la que su protagonista, Alia, no cumple con lo que se espera socialmente de una persona damnificada por un delito tan grave como una agresión sexual.
Girard, quien vuelve a escribir de este guion que expande su idea planteada en 2018, sabe llevar la conversación del thriller a un aspecto social que está de conversación actual en la opinión pública. La cinta deja en evidencia cómo a la víctima se le exige una coherencia en su relato y en su perfil de damnificada que al presunto agresor no se le impone. Es lo que sucede con la contradictoria Alia. Encarnada estupendamente por Selma Alaoui, la protagonista es una mujer libre y entusiasta que lucha contra sentirse una víctima.
Un sólido debut que combina el thriller con una potente denuncia social
De ahí, que el film muestre los defectos del sistema judicial, que no tiene en cuenta las consecuencias que deja una agresión sexual, de cómo una persona busca seguir con su vida y, a la par, querer que se haga justicia. Una crisis interna que provoca que la resolución judicial esté en la versión del presunto violador. Girard así torna su cinta en un complejo drama social en el que los relatos y sus respectivas consistencias se convierten en otro actor principal. Reflejo de ello es la interpretación de Guillaume Duhesme, quien encarna a Darby, representando la imagen del hombre corriente y buen vecino que no encaja en el perfil que tiene la sociedad de un agresor sexual.
En medio de este proceso, surge una tercera voz. Se trata de la de Anna, la teleoperadora que ayuda a Alia al inicio de la cinta y que encarna Veerle Baetens (quien recientemente debutó como directora con la también compleja 'El deshielo'). La trabajadora termina obsesionándose con el caso, en el que ella tuvo que ser partícipe para asegurarse que la vida de la joven no corría peligro. Este tercer relato en discordia provoca que Girard lleve a otro nivel su planteamiento sobre los prejuicios que existen aún sobre la credibilidad de una víctima de agresión sexual.
Girard ahonda en esas zonas grises que, al fin y al cabo, buscan ser un reflejo de la complejidad de la propia sociedad. Un sólido debut que cuenta con un magnífico reparto y que logra encontrar el equilibrio entre el thriller y el drama de denuncia social para crear una conversación alrededor del largometraje.
