De la ciencia ficción a ser uno de los mejores cronistas de nuestro tiempo. La trayectoria de Alex Garland como director parece haber encontrado en esta nueva etapa su punto álgido a la hora de contar historias incómodas que revuelven al espectador. En apenas unos meses, el director estadounidense ha retratado la creciente brecha entre dos bandos que existe en Estados Unidos con 'Civil War', y ha tenido a bien recordar lo que supone un conflicto armado internacional en 'Warfare: Tiempo de guerra', su nueva película.
Y lo más importante, lo ha hecho sin guiar al espectador ni tratarlo de forma infantil. Se ha dedicado en su lugar a exponer los hechos para que cada uno saque sus propias conclusiones. Esto puede dar pie a que muchos se queden en la literalidad y saquen a relucir mensajes reduccionistas catalogando a 'Warfare' de "belicista" o "propagandista" por el mero hecho de que está codirigida y coescrita por Ray Mendoza, ex-Navy SEAL. Pero la culpa no es de Garland, sino de quienes son incapaces de ver que no hay mayor campaña antibelicista que ver los 95 minutos de 'Warfare'.
Una historia real
La duración de la película no es casualidad. Ambos directores se aseguraron de que la cinta tuviera la misma hora y media de duración que el episodio real que se narra en la película, la emboscada de los rebeldes iraquíes a un grupo de Navy SEALs que habían ocupado una casa situada en Ramadi (Irak) para establecer allí una base de operaciones.
Estamos a mediados de 2006, en la Segunda batalla de Ramadi, una de las más duras de la guerra de Irak. Y en esa casa se encontraba Ray Mendoza junto a sus compañeros, de los cuales en el filme solo se mantienen los nombres reales del propio Mendoza y Elliot Miller, a quien va dirigida la cinta porque no recuerda nada de lo sucedido. Están interpretados por D'Pharaoh Woon-A-Tai y Cosmo Jarvis respectivamente, mientras que el resto del reparto lo completan actores de renombre como Will Poulter, Joseph Quinn, Kit Connor, Taylor John Smith, Michael Gandolfini y Noah Centineo, entre otros.
Todos y cada uno de ellos tienen una historia que contar en la cinta, pero las actuaciones más memorables vienen de la mano de Woon-A-Tai, Quinn y Poulter cuando todo comienza a torcerse y se ven sumidos en sus propias emociones: el primero en el shock por lo que está sucediendo a su alrededor, el segundo en el dolor y el tercero en la resignación y profunda crisis identitaria por no ser el líder que esperaba ser.

Ninguno de ellos podía imaginarse horas antes llegar a esta situación límite. 'Warfare' comienza con el grupo de militares bailando y gritando al son del provocativo videoclip de 'Call on Me' que están viendo en una pantalla. Es la introducción a un primer cuarto de hora de película apacible y tranquilo... en la perspectiva de los estadounidenses, claro. Porque, si bien la cinta se centra en el grupo de Navy SEALs, el dolor de los iraquíes también se ve representado en la familia a la que invaden la casa, una familia inocente convertida en el tan inhumano término de daños colaterales.
"¿Por qué?"
La desolación que viven esos iraquíes mientras su hogar deja de ser tal es la viva prueba de que nadie puede vivir tranquilo en una guerra, nunca sabes cuándo dejarás de estar a salvo. Y sobre todo, como se grita al aire en uno de los momentos más crudos de la película, "¿por qué?". ¿De qué sirve perderlo todo? Garland y Mendoza han hecho un ejercicio de honestidad (especialmente meritorio lo de este último habiendo sido partícipe del conflicto) mostrando sin tapujos la angustia de la guerra sin romantización alguna.
La guerra es dolor, agonía, caos y sufrimiento para todos los bandos, como comprobamos una vez que una granada dirigida a la base de operaciones estadounidense desata el infierno. A partir de ahí, tras la tranquilidad y calma tensa inicial, los protagonistas se ven inmersos en una lucha por la supervivencia que mantiene al espectador con el corazón en un puño. No hay momento para el respiro, con numerosos frentes abiertos y las posibilidades de escapatoria más y más reducidas. Cada soldado vive entonces su propio calvario. Hablábamos antes de Ray (Woon-A-Tai), Sam (Quinn) y Erik (Poulter), pero se podría destacar algo de cada uno de los militares, ya que a todos se les da la personalidad necesaria en el filme para mostrar su forma de actuar ante el horror.

Vemos liderazgo, vemos debilidad, vemos nerviosismo, vemos masculinidad tóxica, vemos desconcierto, vemos desengaño. Las emociones sobrevuelan mientras se gesta un vínculo de hermandad que solo te lo da el saber que os necesitáis mutuamente para sobrevivir. Entre tanto, la acción, milimétricamente medida en cada detalle por Ray Mendoza, culmina una de las mejores películas bélicas de este siglo, y una obra que te costará sacar de tu mente durante días. Alex Garland nos vuelve a dejar un potente mensaje en un momento tan convulso de rearme internacional. Bien haríamos en escucharle.