Convertida en una de las sensaciones surgidas de Sundance (fue el Gran Premio del Jurado en la sección Dramatic de 2017), 'Ya no me siento a gusto en este mundo' se presenta como uno de los títulos que abanderan el cine independiente norteamericano con el sello propio del certamen de Austin. Caras conocidas, el hecho de tratarse de una ópera prima y la conjugación entre géneros sirven como elementos a favor para destacar el primer film de Macon Blair como una presentación que, si bien no llegue a deslumbrar por su originalidad, es de aquellas que sí se deben tener en cuenta de cara a un futuro próximo.
Amigo desde la infancia y actor fetiche de Jeremy Saulnier (ha estado en los tres títulos del realizador, 'Murder Party', 'Blue Ruin' y 'Green Room'), Blair firma su segunda película como guionista tras 'The Monkey's Paw', el título de terror de 2013 de Brett Simons, y la primera como director. Para ello, utiliza el hastío como principal motor de una trama de acontecimientos que comienza cual comedia indie hasta derivar en un thriller que juega al survival, siempre aderezado con un toque de socarronería.
Melanie Lynskey ('XX', 'Criaturas celestiales') encarna a Ruth Kimke, una mujer de mediana edad que vive al borde de la depresión que, tras descubrir que han entrado a robar en su casa y que la policía no ayuda lo que debería, emprenderá junto a su vecino Tony (Elijah Wood), un tipo un obsesionado con las artes marciales, la búsqueda de los ladrones, hasta que acaben inmersos en una trama criminal cuya inusitada violencia acabará estallando frente a ellos.
Es más que evidente el legado que Macon Blair toma de todo lo aprendido con su compañero de fatigas Jeremy Saulnier, pues si hay algo que tiene en común 'Ya no me siento a gusto en este mundo' con su cine, es el uso del exabrupto como catalizador de las emociones humanas. Si en 'Blue Ruin', la venganza derivaba en una suerte de matanza de Puerto Hurraco a la americana; y en 'Green Room' el espíritu de supervivencia se convertía en lo que marcaba la cinta, en el debut de Blair es la revelación contra el sistema lo que pulsa el interruptor para que toda una serie de acontecimientos, cuya ferocidad irá en aumento, sean los que dibujen el estado emocional de la película.
Un estado derivado de la extenuación, la cual convertirá a Ruth y Tony en dos justicieros callejeros que se mueven a sus anchas por los barrios de la periferia de Portland, lugar donde tuvo lugar el rodaje y que acaba ensamblado a la perfección a la historia, convirtiéndose el escenario en un elemento clave. Porque, tal y como dejaron constancia 'It Follows' y 'No respires' (en ambos casos, en Detroit), el barrio residencial (el "suburb" en inglés) es el plató perfecto para el desarrollo de ideas y un marco que aporta realismo a la historia. Por si fuera poco, Jane Levy se encarga de encarnar, en un pequeño pero suculento papel, a todo lo negativo que gira en torno a la marginalidad de la periferia.
Si hay algo que funciona en el film es la forma en la que se combinan comedia, vestida esta vez como crítica social hacia el sistema, con thriller. Y es aquí donde recuerda al 'God Bless America' de Bobcat Goldthwait, en la que Joel Murray y Tara Lynne Barr se convertían en el brazo ejecutor de todo aquello que representaba lo malo del consumismo y la cultura pop. En el título de Blair, también tenemos a dos personajes solitarios que verán en su unión la forma perfecta para afrontar algo mucho más grande ellos, aunque sin llegar al tono jocoso e hilarante de la película de Goldthwait.
Puede que no tengamos ante nosotros una obra brillante, pues estamos ante una composición de elementos ya vistos hasta ahora, los cuales armonizan a la perfección entre ellos. Dicha labor hay que tenerla en cuenta para el debut de Macon Blair, quien aun sin haberse definido como realizador con entidad propia, queda más que claro que en su forma de entender el cine y presentar historias, hay muchas más ideas que en el grueso de producciones que nos llegan cada año. Habrá que seguirle la pista muy de cerca.
Nota: 7
Lo mejor: La soltura con la que Blair conjuga el humor con las descargas de violencia, además de un casting que supone todo un acierto.
Lo peor: Pese a que el resultado sea notable, no se vislumbra ningún ápice de autoría propia.