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CRÍTICA

'Yo la busco': Desconcierto generacional

La ópera prima de Sara Gutiérrez Galve, premiada en el Festival de Málaga, brilla por su libertad creativa al retratar el sentimiento de desconcierto de una generación.

Por Antonio Miguel Arenas Gamarra 6 de Julio 2018 | 18:20

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Al igual que 'Las amigas de Ágata' y 'Júlia Ist', 'Yo la busco' es un proyecto que surge dentro del marco académico de la Universidad Pompeu Fabra, pero si en algo coinciden las tres películas, además de estar todas ellas dirigidas por mujeres, es en su libertad creativa, sin otro fin que el de plasmar la dependencia emocional y el desconcierto de su generación.

Yo la busco

Un espíritu libre que en el caso de la ópera prima de Sara Gutiérrez Galve conecta en cierto modo con aquel que persiguieron los cineastas del mumblecore, que a comienzos de siglo sacaron sus cámaras digitales a las calles de Nueva York para llenar su incertudimbre vital y profesional con historias mundanas, protagonizadas en su mayoría por actores no-profesionales, como el caso que nos ocupa, que con su frescura provocaron un seísmo en el cine independiente norteamericano.

No afirmaremos que 'Yo la busco' siente un precedente similar en el cine español ni siga sus preceptos al pie de la letra, aunque sea otra feliz conquista de una juventud que no sigue las convenciones que dicta la industria. Pero sí que en su seguimiento durante un día y su larga noche a Max, que busca a la autora de una libreta repleta de bocetos y dibujos que se encontró la calle y le fascinan, desprende naturalismo al retratar a una serie de esquivos personajes, sin rumbo en una Barcelona alejada de la imagen de postal que se ofrece habitualmente de ella. Ya desde los títulos de crédito, de fuerte aroma documental, la película nos sitúa en la vida cotidiana y los sonidos de un barrio obrero en el que residen dos jóvenes, un chico y una chica, cuya relación es uno de los grandes logros del filme.

Yo la busco

Max y la alegría de vivir

¿Son una pareja? ¿Solo amigos? ¿Tuvieron algo en el pasado? ¿Quiénes son Max y Emma? Que nunca terminemos de saberlo del todo demuestra la sutileza y amargura con las que Sara Gutiérrez se aproxima a su relación, reflejo de una generación para la que no existen las etiquetas, que evita comprometerse y en la que no se distingue entre ser pareja o amigos, que ama pero es incapaz de reconocerlo. En ese sentido, la directora juega con inteligencia a desmontar las apariencias de su convivencia, al mismo tiempo que construye con magnetismo los vínculos emocionales entre ellos y el espectador.

Pero en lugar de continuar elaborando su relación, prosiguiendo la búsqueda a la que da sentido el título, y que no será más que un viaje de ida y vuelta hacia su compañera de piso, la película toma otro rumbo por la noche barcelonesa que cae en lugares comunes y en una truculencia innecesaria. Por no hablar de que su protagonista, Dani Casellas, expone sus carencias interpretativas. Limitaciones que la película compensa al resolver su ansiado encuentro, una búsqueda que lleva a un vacío, a un desengaño reflejado en la catártica secuencia del karaoke, en la que descubrimos que el título tenía un doble significado musical oculto y que la búsqueda siempre había estado en uno mismo.

Nota: 6

Lo mejor: La ambigua relación entre sus protagonistas y la catártica secuencia del karaoke, en la que descubrimos que el título tiene un doble significado musical oculto.

Lo peor: Que sus saltos sin red por la noche barcelonesa no sean tales.

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