Desde hace un tiempo, el cine francés ha sabido encontrar un filón en notables producciones familiares que narran el poderoso vínculo que se forma en un niño (o un adolescente) y un animal. Con directores como Nicolas Vanier o Gilles de Maistre convertidos en sus principales referentes, con títulos como 'Volando juntos' o 'Mia y el león blanco' como referentes; u otros como Denis Imbert con 'El secreto de Vicky'. El canadiense Christian Duguay se une también con la fascinante 'Zoé y Tempestad'.
Duguay adapta, junto con Lilou Fogli, la novela 'Tempête au haras' de Christophe Donner, en la que narra el vínculo que se forma entre la joven Zoé y un caballo aparentemente indomable, Tempestad. A priori, parece una premisa similar a la de 'Un verano inolvidable' o 'Corriendo libre'; la cinta está más relacionada con 'El hombre que susurraba a los caballos' o, inclusive, la nueva adaptación de 'Belleza Negra' que se pudo ver en Disney+, en lo relacionado a narrar la curación de una profunda herida emocional a través del vínculo con el equino.
En el caso de 'Zoé y Tempestad', es el proceso de sanación de la joven con los caballos. Hija de un experto jinete y dueño de un rancho de caballos, junto con su esposa; su pasión por los corceles se quiebra después de un terrible accidente con Bella Intrigante, la yegua que montaba desde niña y, Cómplice, su cría, que le deja postrada en una silla de ruedas. Narrada a través de diferentes años, el film narra con especial cariño el proceso de recuperación de la protagonista, encarnada por tres actrices distintas, June Benard, Charlie Paulet y Carmen Kassovitz. Es Paulet la que tiene mayor reto interpretativo, al encarnar ese punto de quiebre.
A diferencia de la película dirigida por Robert Redford, 'Zoé y Tempestad' opta por enfocarse en cómo la madre de la protagonista, interpretada magníficamente por Mélanie Laurent, es la que decide romper el círculo vicioso y ayudar personalmente a su hija para poder superar el accidente. El filme acierta en que sea un largo proceso de años, lo que aumenta la sensación de esfuerzo y trabajo, dándole al largometraje mayor verosimilitud. También en lo referente al vínculo que va reconstruyendo entre Zoé y Bella Intrigante. A pesar de titularse Tempestad (la cría de Cómplice), ese vínculo de la protagonista con los equinos viene con Bella Intrigante.
Un film que sabe mostrar el afán de superación y el profundo vínculo que se puede formar entre una persona y un animal
Eso logra que su relación con Tempestad sea más orgánica, remarcando esa búsqueda de realismo en un film que, a pesar de tener los ingredientes convencionales del cine de niños y animales, sabe combinarlos para crear una propuesta mucho más profunda de lo que aparenta, siendo un ejemplo magnífico de ese equilibrio entre lo comercial y lo autoral de lo que presume el cine francés. También se nota la experiencia de Duguay con los caballos, puesto que corrige todos los errores de 'Jappeloup. De padre a hijo', en el que también contó una historia de superación personal a través de los jamelgos. En esta ocasión, esa superación se nota trabajada, dándole su lugar tanto a la propia voluntad de su heroína principal como de sus familiares, amigos y profesionales que estuvieron con ella en esos duros momentos.
El resultado es una propuesta familiar que se disfruta mucho más de lo que podría esperarse de este tipo de producciones. Gracias a una trama coherente, que sabe dosificarse sus momentos emocionales, de superación personal y que le añade cierto toque de suspense. A ello se suma el buen trabajo de su reparto, en el que también destacan Pio Marmaï y Kacey Mottet-Klein.
'Zoé y Tempestad' es ese tipo de cine que se niega a desaparecer y que toca reivindicarlo. Propuestas familiares de calidad, que pueden gozar todo tipo de públicos, en la línea del espíritu que tan bien supo plasmar Jack London en novelas suyas como 'Colmillo blanco' o 'La llamada de lo salvaje'. Un largometraje que, sin duda, merece ser uno de los regalos de Reyes de este 2023 que recién comienza.
Nota: 8
Lo mejor: El control de los tiempos, que permite ver la evolución de su protagonista, creando un mayor vínculo con el público.
Lo peor: Menospreciarla por su carácter familiar.