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CRÍTICA

'Suro': El afilado corte del hacha

Crítica de 'Suro', dirigida por Mikel Gurrea, escrita por Gurrea y Francisco Kosterlitz. Protagonizada por Vicky Luengo y Pol López. Sección Oficial del 70 Festival de San Sebastián, nominada a 2 Premios Goya.

Por Miguel Ángel Pizarro Más 2 de Diciembre 2022 | 08:50
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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'Suro': El afilado corte del hacha

Por avatares del destino, este año, en la cinematografía española se ha ahondado en el lado menos idílico de la vida rural. Primero ahondó en ello Rodrigo Sorogoyen en la fascinante 'As bestas' y, meses después, lo ha hecho Mikel Gurrea con su ópera prima, 'Suro' (corcho en catalán), que compitió por la Concha de Oro en el 70 Festival de San Sebastián, llevándose el Premio FIPRESCI y el Premio de Cine Vasco, y que ha logrado dos nominaciones a los Premios Goya.

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'Suro' tiene una carta de presentación mucho más reveladora de lo que, inicialmente, aparenta, con una secuencia protagonizada por una idílica pareja, la formada por Vicky Luengo y Pol López, quienes bailan y celebran la vida, puesto que han decidido instalarse en la masía que ha heredado ella, Helena, de una tía recientemente fallecida. Entre los motivos para dejar el mundanal ruido de Barcelona por la vida en el campo está el hecho de que la cooperativa en la que ella e Iván trabajan está a punto de cerrar, lo que ambos ven como una oportunidad para instalarse en un ambiente rural e intentar vivir bajo sus ideales, de manera autogestionada y sostenible, donde criar al bebé que están esperando.

Esa mirada idílica se plasma magníficamente al inicio de la película, con una fotografía luminosa, obra de Julián Elizalde, en la que se muestra una bella casa en medio del bosque; en la que llega un burro, con el que Helena jugó de niña y las esperanzas de una pareja de vivir de lo que cultiven, pues ambos han decidido retomar la producción de corcho que tenía la tía de Helena, dada la cantidad de alcornoques que hay en la propiedad; así como vivir del huerto que han instalado en el jardín. Sin embargo, comienzan los problemas y lo hacen cuando se topan con la dura realidad.

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Un comentario aparentemente inocente de Iván, quitándole importancia al no tener un depósito grande lleno de agua instalado en la masía en caso de incendio ya muestra los primeros síntomas de que el joven matrimonio no sabe a qué se enfrenta. A ello se suma que la producción de corcho no resulta tan sencilla y que se verán obligados a subcontratar a una empresa si quieren sacar rápidamente beneficios para entrar en la cooperativa rural, lo que pondrá en contradicción sus ideales, pues la subcontrata tiene como trabajadores a inmigrantes en situación irregular a los que explota.

Gurrea, quien firma el guion junto con el argentino Francisco Kosterlitz, de manera muy orgánica, va introduciendo una serie de elementos que pon frente al espejo la realidad del mundo rural desde una perspectiva compleja y llena de capas, en las que pone en cuestión temas como el abandono de las zonas rurales, la explotación de la inmigración, el racismo y la falta de comunicación entre el campo y la ciudad. Esto se puede observar en cómo las sonrisas del matrimonio comienzan a torcerse, en cómo ambos entran en una serie de situaciones que les pondrá en una posición que harán que descubran facetas de sí mismos que no conocían, dejando cierto poso de amargura.

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Una ópera prima realizada con brío por un director con carácter

Esto Gurrea lo plasma también en cómo se va percibiendo la película, pasando de los primeros tonos luminosos a unos más oscuros. Llama poderosamente la atención cómo aborda el tema de la inmigración y cómo choca frontalmente con los ideales y cómo estos se debaten entre mantenerse o plegarse a un enfoque pragmático, algo que se refleja en la pareja protagonista, en la que ambos parten de posturas divergentes que se van transformando hasta el punto de que el idealista pasar a ser el pragmático y viceversa.

Esto se siente en cómo Luengo y López se miran. Pues esos dos enamorados terminan mirándose como dos desconocidos. Como si de un círculo se tratase, la cinta tiene un final que evoca al inicio, a ese baile, pero esta vez a solas, mostrando así una barrera insalvable que surge cuando se admite que no todo el mundo vale para la vida rural y el curtirse en el campo está hecho para quien lo mira desde el respeto y no desde lo idílico.

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Gurrea fascina gracias a cómo el drama pasa a thriller y como este vuelve a ser drama. Su manera orgánica de ir pasando de una situación a otra convierte también a 'Suro' en un magnífico ejercicio del realizador vasco como debutante de largos. Fascina cómo el cineasta vasco logra, desde lo local, crear un relato universal, puesto que esa zona rural de Cataluña bien podría ser cualquier parte del resto de España o del mundo. Se suma también un tándem protagónico magnífico, destacando especialmente Vicky Luengo, merecedísima su nominación al Goya.

Un sólido debut que se ha ganado a pulso su puesto en la categoría de mejor dirección novel en los 37 Premios Goya. Un ejemplo más de cómo la industria cinematográfica española vive un momento espléndido en lo referente a sus cineastas debutantes, siendo un esmerado vivero de ideas. Una ópera prima realizada con brío por un director con carácter.

Nota: 7

Lo mejor: La manera orgánica de Gurrea de narrar el conflicto.

Lo peor: A mitad de metraje, la trama se dispersa, aunque luego vuelve a encauzarse, pero desluce al resultado final.

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Suro 6,5 Suro