Corren días convulsos para Pedro Almodóvar, nuestro cineasta más laureado, con la inclusión de su nombre y el de su hermano en los 'Panamá Papers', asunto que ha enturbiado la llegada de su última obra 'Julieta' a la cartelera española. Quizá es por ello el mejor momento para recurrir a la nostalgia y repasar sus ya lejanos inicios como cineasta transgresor y desatado, que retrató como nadie los vicios y virtudes de la añorada e irrepetible Movida Madrileña.
Tras su debut con la experimental y amateur 'Folle... folle... ¡fólleme Tim!' rodada entre amigos y con cámara Super 8, Almodóvar inició una fulgurante carrera cinematográfica que, en sus orígenes, hacía gala de una radical anarquía narrativa y era generosa en retratos costumbristas y gamberros de personajes estrafalarios desorientados, que parecían sacados de las viñetas de algún tebeo macarra.
El desaliño formal de sus primeras obras dejó paso con los años a un cuidado esteticismo que lo ha convertido en uno de los cineastas europeos más respetados, aunque su cine haya perdido por el camino y de manera inevitable la frescura y arrebato de sus primeras obras. Por ello, repasamos a continuación, con sus pros y sus contras, unas obras primigenias tan desmadradas como valientes e imprescindibles para ilustrar la contracultura ochentera de aquella loca España de la Transición.
Los orígenes de Almodóvar
Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980)
El primer largometraje de Almodóvar rodado en 35 milímetros narra la alocada historia de tres peculiares mujeres en plena movida madrileña: una vengativa aspirante a escritora, un ama de casa sexualmente frustrada y una rockera con ganas de marcha. Carmen Maura, Eva Siva y Alaska dan vida a este célebre trío en un auténtico desmadre narrativo -muy en la línea del irreverente John Waters- que incluía brutales palizas a ritmo de zarzuela, desatados conciertos de punk, fiestas sexuales bañadas en psicotrópicos, una muy comentada "lluvia dorada" o memorables anuncios publicitarios ("Hagas lo que hagas: Ponte bragas").
Aunque el conjunto era inferior a la suma de sus partes, Almodóvar dejaba muy claro en 'Pepi, Luci, Bom' su interés por el retrato provocativo y burlón de cierto sector de la sociedad española que vivía con desenfreno la liberación social que supuso nuestra transición a la democracia. Muestra también el cineasta su predilección por las heroínas de extrarradio, marcando el camino para futuros proyectos en los que desarrollaría con mayor tino temáticas y estereotipos que aquí asoman.
Laberinto de pasiones (1982)
Con la Movida en plena efervescencia, Almodóvar se erige en un estandarte más de la misma en su delirante faceta musical y también en la cinematográfica, presentando en 'Laberinto de Pasiones' una nueva obra de narrativa anárquica en la que vuelve a mostrar una evidente fascinación por sus excesivos ambientes y sus esperpénticos personajes.
Cecilia Roth e Imanol Arias protagonizan esta comedia disparatada y provocativa en la que interpretan a una ninfómana con propósito de enmienda y al hijo homosexual de un jeque árabe en un improbable romance generoso en sexo, drogas y violentas persecuciones. La película cuenta con un jovencísimo Antonio Banderas y el propio Almodóvar aparece en escena travestido y desatado en esta atrevida comedia urbana que forma junto con 'Pepi' un curioso díptico coyuntural en la filmografía de un cineasta que aún estaba lejos de sus mejores trabajos.
Entre tinieblas (1983)
Mezclar en una misma historia drogas, sexo y monjas pocos años después de la muerte de Franco suponía un explosivo cóctel digno de la inagotable irreverencia de un Almodóvar en la vanguardia del cine español de la época. Una joven cantante (Cristina Sánchez-Pascual) recurre a un convento para recuperar la paz interior tras presenciar la muerte de su novio por una sobredosis. Allí se topará con los insospechados vicios y aficiones de unas excéntricas monjas que se hacen llamar "Redentoras Humilladas".
Más allá de su peliaguda premisa, Almodóvar logra con 'Entre tinieblas' la que hasta el momento era su película más comedida en las formas y en el acercamiento a unos personajes a los que, más allá de la parodia (maravillosa Chus Lampreave como Sor Rata de callejón), dota de conflictos morales de una complejidad inédita en su incipiente carrera. El máximo exponente de dicha complejidad es el personaje de la madre superiora, tan llena de dudas y contradicciones como la propia España de la Transición, interpretado por una inmensa Julieta Serrano.
¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984)
Cuatro años después de 'Pepi', Almodóvar repite con Carmen Maura como protagonista en el que iba a ser su primer gran éxito. '¿Qué he hecho yo para merecer esto?' es una tragicomedia de extrarradio protagonizada por Gloria, una asistenta del hogar infelizmente casada que recurre a las anfetaminas para soportar a un marido machista y falsificador, a su excéntrica suegra (una divertidísima Chus Lampreave adicta a las magdalenas) y lidiar con sus descarriados hijos en compañía de un lagarto llamado Dinero.
A pesar de conservar su insobornable estilo autoral y una notable irreverencia en el guion, Almodóvar se afana por primera vez en construir un armazón narrativo clásico para su historia, lo que dota de mayor solidez a un resultado final no exento de fugas surrealistas y momentos de una incorrección política que parece inalcanzable a día de hoy y que nos hace añorar en cuanto a libertad creativa los ya lejanos años 80.
Matador (1986)
Ya con notables medios a su alcance y con la producción de Andrés Vicente Gómez, Almodóvar contaba en la arriesgada 'Matador' la historia de un torero retirado debido a una grave cornada (Nacho Martínez) y de una abogada criminalista (Assumpta Serna) que comparten una sádica afición a asesinar a sus compañeros sexuales imitando el violento ritual de las corridas de toros. Ambos personajes cruzarán sus destinos con un desenlace inevitablemente trágico.
El malogrado actor asturiano Nacho Martínez protagoniza esta violenta y morbosa historia de pasiones criminales con la que Almodóvar realizaba la primera de sus incursiones en el género del cine negro para adaptarlo a un personalísimo universo castizo y barroco, algo que repetiría años más tarde aunque de manera más depurada con la taquillera 'Tacones Lejanos' y la enrevesada y atractiva 'La mala educación'.
La ley del deseo (1987)
Una escena de alto voltaje sexual abre 'La ley del deseo', notable película que marca un nuevo punto de inflexión en la carrera del cineasta manchego y cuyo guion gira alrededor de un enredo amoroso a varias bandas y a los secretos de familia de un exitoso director de cine homosexual (Eusebio Poncela) y su hermana Tina (Carmen Maura) en una historia compleja y ramificada que sería más redonda si dejara a un lado una subtrama criminal bastante forzada y escasamente convincente.
Este melodrama de pasiones obsesivas y amores no correspondidos está protagonizado por un excelente Eusebio Poncela y un desatado Antonio Banderas, secundados por la siempre magnífica Carmen Maura en la piel de un torturado personaje transexual. Almodóvar cerraba con música de Los Panchos esta historia sobre los peligros de la pasión, los celos y la locura de amor, tan arrebatada como efectiva.