No salió bien. Decir lo contrario sería, además de una mentira, un exceso de optimismo y benevolencia injustificado. La adaptación cinematográfica de 'Popeye' estrenada en una década de los ochenta recién nacida contaba con Robert Altman detrás de las cámaras y Robin Williams delante, dos nombres que por sí solos parecían justificar la existencia de esta película. Hasta que se estrenó, se vio y se hundió hasta convertirse en uno de los fracasos más sonados de su década. Siendo crueles, diremos también que se transformó de manera casi automática en un chiste malo al que acudir cuando se quiere sacar los trapos sucios de sus dos principales responsables.
¿Qué falló? Sería más sencillo preguntarse si algo salió bien. La sensación durante todo el visionado, y no importa el número que sea, siempre ocurre igual, es la de estar ante una película fallida que nunca tuvo las ideas demasiado claras y que, si en algún momento las tuvo, eran las equivocadas. Ni siquiera desprende ese amor, respeto y cariño hacia sus personajes que requiere, de manera obligada, una propuesta de estas características. Duele, pesa, desgasta. Nos podemos agarrar a diminutos destellos de ingenio y talento que muestran una pizca de la (buena) película que podría haber sido, pero son demasiado efímeros. Y exigen una búsqueda realmente exhaustiva.
En cualquier caso, lo que sí funciona en 'Popeye' es su condición de máquina de curiosidades y anécdotas. Por supuesto, y aquí sí que tenemos una intuición que se cumple por completo, estamos ante una película cuyo proceso de creación, antes, durante y después, estuvo lleno de giros inesperados, pequeños desastres y riesgos que no terminaron de funcionar demasiado bien. Ya estamos siendo benevolentes de nuevo, maldita sea. Mejor vayamos directamente a conocer un poco más las sorpresas que esconde 'Popeye'.
Curiosidades de 'Popeye'
Críticas ¿justas?
Una de las primeras críticas que recibió 'Popeye' señalaba las supuestas diferencias (graves) entre la película dirigida por Robert Altman y los dibujos animados originales más reconocidos y reconocibles. Un 'error' que, realmente, no lo es tanto ya que la historia, el concepto de personalidad de los personajes y el sentido del humor presente a lo largo de la cinta tiene bastantes puntos en común con 'Thimble Theater', el cómic original creado por E.C. Segar en el que se nos presentaba por primera vez al marino. No, no todo es malo aquí.
El truco del impermeable
Cuando se puso en marcha el rodaje de 'Popeye' todos estaban listos para ponerse manos a la obra. Excepto los dispositivos de maquillaje para los inolvidables antebrazos de Robin Williams, uno de los elementos más característicos del personaje. Por eso, en las primeras tomas que se realizaron para la película, el actor usó un impermeable de manga larga para que no se notara que sus brazos no tenían absolutamente nada de especial. Ni una pizca de gimnasio, vaya.
Problemas de voces
Otro factor que resultó más que problemático para 'Popeye' fue, nada más y nada menos, que la manera de hablar que usó Robin Williams para interpretar al personaje. Y es que, una vez se terminó el rodaje de la cinta y Altman y compañía empezaron las labores de montaje, se dieron cuenta de que la voz basada en murmureos y entonaciones extrañas usadas por Williams hacían que la mayoría de diálogo fuera inaudible. ¿Consecuencias? Se tuvieron que doblar muchas, muchísimas escenas.
Recuerdos de la infancia
A pesar de que Robin Williams se entrega en cuerpo y alma para meterse en la piel de 'Popeye', si hay una interpretación realmente valiosa en la película es la de Shelley Duvall, quien eclipsa a todo aquel con el que comparte escena. Una victoria en la que juega un papel fundamental su más que destacado parecido con la versión animada de Olivia que todos conocemos. Unas similitudes que la propia actriz confesó posteriormente, cuando admitió que sus compañeros del colegio la llamaban Olivia. A partir de ahí, el destino hizo el resto.
Construcción masiva
Hablemos de algunas de las cifras que conforman el trabajo de construcción internacional que se llevó a cabo para levantar el espectacular set de rodaje de 'Popeye'. Una labor apabullante que se llevó a cabo durante siete meses en los que se transportaron numerosos troncos de árboles desde los Países Bajos a través de todo el continente europeo a los que hay que añadir tejas de maderas importadas desde Canadá. A todo esto hay que sumar casi 8.000 litros de pintura que se utilizaron para terminar de construir, mucha atención, 19 edificios, contando con un hotel, una oficina de correos, una taberna o una iglesia, entre otras infraestructuras. A día de hoy se puede seguir visitando este memorable escenario.
La botella de Harry
La maravillosa banda sonora de 'Popeye', lo mejor, con diferencia, de la película, fue obra de uno de los compositores esenciales de la música norteamericana de la década de los sesenta y los setenta: Harry Nilsson.
Un artista que, por desgracia, siempre estuvo ligado a los problemas con el alcohol, un problema que hizo que muchos de los responsables de la película acudieran al director Robert Altman para intentar hacerle cambiar de opinión antes de que le fichara para ocuparse de la música. Sin embargo, una de las personas que estaba completamente a favor de que Nilsson se sumara al proyecto fue Robin Williams, un apoyo clave para que Altman terminará contando con él. Posteriormente, el cineasta admitió que había sido un placer trabajar con Nilsson.
Debut soñado...o no
De acuerdo, la huella que dejó 'Popeye' entre el público no fue demasiado grande, pero sí que hay una persona que la debe guardar en un lugar muy especial de su memoria, la actriz Linda Hunt, cuyo trabajo en la película supuso su debut en la gran pantalla.
Las causas de Popeye
Aunque parezca increíble, la existencia de 'Popeye' responde a una venganza. Tal cual. Todo comenzó cuando Paramount y Columbia comenzaron una lucha a vida o muerte por los derechos del musical 'Annie', un conflicto que se terminó resolviendo a favor de la segunda compañía.
Tras la derrota, el productor Robert Evants, profesional de Paramount, organizó y lideró una reunión ejecutiva en la que, tras preguntar sobre los personajes más interesantes de los que tenían derechos, decidió dar luz verde a la película de Popeye. Digamos que el golpe de vuelta no terminó resultando demasiado efectivo. Todavía se deben escuchar las risas en los despachos de Columbia.
La fe de Altman
La propuesta para dirigir 'Popeye' cayó en las manos de numerosos directores que fueron rechazándola sin pensarlo demasiado. Sin embargo, Robert Altman se mostró entusiasmado a la hora de ponerse al frente de la película, afirmando que le encantaba el guión y que, de hecho, no cambiaría ni una coma. Una ilusión desmedida que, años más tarde, se descubrió como una mentira cuando se publicó un texto escrito por una fuente más que fiable, muy cercana al cineasta, en el que se contaba lo siguiente: "Altman no creía en los guiones, excepto como un mal necesario para financiar las películas. No creía mucho en las palabras, no le importó si escuchaste el diálogo o no. Y él no creía en la historia. Pero no podría imaginar a nadie mejor para dar credibilidad a las extravagantes creaciones de Segar en la pantalla".
Final obligado
El estrepitoso fracaso de crítica y público que supuso 'Popeye' hizo que terminara la participación de Paramount en la franquicia protagonizada por el personaje. Una unión que se había iniciada en 1933 y que encontró aquí un triste desenlace. Posteriormente, en 2012, el estudio obtuvo la licencia de los derechos de vídeo doméstico de Canadá y gran parte de su catálogo para Warner Bros., retomando la licencia de la película.