La capacidad envidiable de escuchar. Personajes que hablan, dialogan, analizan, pero no se quedan solamente en eso. Escuchan. Lo notas en sus miradas, en sus gestos, en sus silencios. El poder de un cineasta para plasmar en imágenes las dudas y certezas, los miedos y las valentías, el entusiasmo y la tragedia, el verano y el otoño. Puede parecer poesía, y aunque la roza, el auténtico mérito es conseguir que todo sea sincero, cotidiano, auténtico.
En nuestro cine, Daniel Sánchez Arévalo, con cuatro trabajos a sus espaldas, ha conseguido alcanzar la meta con insultante facilidad. Uno intuye que detrás de cada una de sus líneas, de sus planos, de esos instantes de genialidad que sacuden cada una de sus películas, se encuentra un trabajo exhaustivo de búsqueda. Sudor y lágrimas que, finalmente, merecen la pena.
Capaz de articular un discurso en el que la tradición se abraza al cine de aquí y ahora como si se conocieran de toda la vida, Sánchez Arévalo ha conseguido el consenso de crítica y público a base de cercanía y sencillez, haciendo que cada espectador pueda sentirse reflejado con alguno de los personajes que pueblan sus películas. Un mérito indiscutible, una constante de calidad de la que se espera, a cada paso, una subida más.
De no ser así, nos podremos conformar con el reencuentro con un director que cada vez se acerca más a la grandeza de su faceta como guionista. El crecimiento de un autor valiente. Por cierto, no os perdáis 'La isla de Alice', novela con la que está cosechando mucho éxito. A continuación, celebrando el quinto aniversario de 'Primos', su cima, analizamos sus cuatro largometrajes, cuatro demostraciones de talento. Y de honestidad.
Las películas de Daniel Sánchez Arévalo
'Azuloscurocasinegro': Curando heridas
Hay películas que duelen y que, al mismo tiempo, consiguen reconciliarte con la vida. O al menos, reflexionar con más argumentos sobre algunas de sus principales virtudes y defectos. Esta es una de ellas. Curtido en el mundo del cortometraje, género en el que podemos encontrar algunos de sus mejores trabajos, Sánchez Arévalo daba el salto al largometraje con 'Azuloscurocasinegro', crónica social y emocional de unos personajes que describían a la perfección el universo de su creador. Una película de personajes que encontraban un equilibrio perfecto entre la delicadeza y el grito.
Escrita con sabiduría y emoción, dirigida con pulso firme y contenido, el debut de Sánchez Arévalo sirvió, además, para descubrirnos a intérpretes como Quim Gutiérrez o Raúl Arévalo, espléndidos en unos papeles que requerían de una entrega y compromiso aceptada por ambos. Lo mismo que ocurre con Antonio de la Torre y Marta Etura, guindas de un pastel repleto de aciertos, uno de esos estrenos que arrasan con todo, que sitúan a un cineasta en un lugar tan privilegiado como peligroso, el del éxito, el reconocimiento y las expectativas. Tres circunstancias justificadas por un trabajo ejemplar, una película que crea heridas y las cura. Un golpe sobre la mesa cuyo eco aún resuena.
'Gordos': El peso del tiempo
La película más arriesgada de la carrera de Sánchez Arévalo está repleta de logros y errores, temeridades y aciertos, como todo buen salto al vacío se merece. En esta ocasión, las historias paralelas no funcionan todas al mismo nivel, pero eso no es impedimento para que el cineasta de forma a un puzzle en el que, tras su sobresaliente debut, la melancolía y los tonos oscuros ganan una partida en la que la esperanza termina colándose por los rincones más inesperados. Una película ambiciosa, atrevida, comandada por un Antonio de la Torre superlativo, alma y corazón de la propuesta.
Una terapia de grupo en la que el sexo, los complejos, la religión, las redes sociales y las cicatrices escondidas bajo capas y capas de grasa, se convierten en los elementos con los que Sánchez Arévalo se atreve a jugar, elaborando distintas lecturas sociales que aportan capas de interés extra. Quizás por las expectativas depositadas tras 'Azuloscurocasinegro', 'Gordos' tuvo un recibimiento algo frío por parte de público y crítica, pero el tiempo la ha terminado de posicionar como lo que es, una pequeña, compleja e imperfecta joya.
'Primos': Prequeremos para siempre
La historia de estos tres primos inmaduros que viajan al pueblo de veraneo de su infancia para olvidarse de sus problemas y conflictos supone, además de un entretenimiento puro y duro, una maravillosa reflexión sobre la necesidad del ser humano de escapar de sus problemas en el mundo adulto, de encontrar y agarrarse a la primera opción que se le aparezca para desaparecer del lugar del conflicto como si esperara que se solucionara solo. Los protagonistas de una de las mejores comedias que nos ha ofrecido el cine español reciente consiguen, sin apenas esfuerzo, calar entre un público al que no le cuesta nada de trabajo identificarse con cualquiera de los memorables personajes que se nos presentan. Despiertan el mismo cariño con el que han sido creados por la mente de un Sánchez Arévalo inspirado de principio a fin.
Ayuda, y de qué manera, un reparto en el que es completamente imposible destacar a un intérprete por encima de otro. Todos ellos, desde un Quim Gutiérrez pletórico hasta una Inma Cuesta de la que es imposible no enamorarse, pasando por el (siempre) genial Raúl Arévalo o la estupenda Clara Lago, pocas veces se ha visto a un grupo de intérpretes tan naturales, convincentes, reales y cercanos. Todo al mismo tiempo.
Dotada de un ritmo equilibrado donde todas sus facetas y tramas confluyen complementándose y alimentándose, 'Primos' es una joya que encuentra en su aparente falta de aspiraciones su mayor éxito. Lo espontáneo del amor, lo complejo de la derrota, la superación de los miedos o la toma de decisiones, se hace mejor desde la sonrisa, aunque eso no reste ni un ápice de emoción. Y aunque la realidad siempre supera a la ficción, Daniel Sánchez Arévalo lo sabe,y por eso prefiere secar las lágrimas de sus personajes y cambiarlas por risas y buenos sentimientos. No importa como te enfrentes a 'Primos', si has tenido un mal día, si todo te ha ido genial o si necesitabas refugiarte en una película. A veces todo es tan sencillo que tres primos bailando una canción de los Backstreet Boys son capaces de alegrarte el día. O que escuchar una declaración tan original, genial y conmovedora como 'te prequiero' te pone un nudo en la garganta. Todo eso, con la sonrisa permanente en la cara. Sencillamente, una de las mejores películas de nuestro cine.
'La gran familia española': Partidazo
Esta historia de perdedores, fugitivos de la realidad, enamorados por pura filosofía de vida, románticos empedernidos, amantes de la mentira y la realidad cotidiana/ficticia que se intenta instalar en las bases de toda familia declarada Estado Unido, marca los tiempos como si de un partido de fútbol se tratara pero, aclaración para los despistados, sin hablar de fútbol. La banda sonora, más allá de las canciones del gran Josh Rouse, son las voces de una retransmisión incapaz de silenciar la tormenta de confesiones, ironías, sarcasmos, declaraciones y reflexiones que emergen de unos personajes que, como es costumbre en Sánchez Arévalo, están perfectamente dibujados y respiran una naturalidad aplastante. Te los crees. Te crees lo que cuentan, el modo en el que lo cuentan y las razones por las que lo cuentan. Es parte del secreto del triunfo de una película en la que destacar a alguien del reparto sería caer en una pequeña injusticia. Comandados por un genial Quim Gutiérrez, la frescura de Patrick Criado, la capacidad para enamorar de Verónica Echegui, la sensibilidad de Roberto Álamo, el (siempre) estupendo Antonio de la Torre, la contención de Héctor Colomé, etc. Todos funcionan a la perfección en unos papeles que parecen hechos a su medida. Un equipo titular sin capitanes, ni hegemonías, ni debates. Todos suman.
Con ecos al mejor Wes Anderson, emocionantes guiños al cine clásico, Sánchez Arévalo da forma a un estupendo conjunto en el que brillan con especial intensidad una confesión simultánea que es puro cine, el paso del tiempo de una amistad/amor a tres bandas en un día de verano o un espejo roto con mil rostros que son el mismo; hallazgos imbatibles de una historia que se deja para el tiempo de descuento uno de esos instantes mágicos, un desenlace donde la sonrisa y la lágrima, eso tan difícil de conseguir, se unen sin prejuicios. En definitiva, un partidazo.