Durante la conferencia de prensa de '127 hours', el cineasta británico Danny Boyle fue preguntado por los medios acerca de sus futuros proyectos, entre los cuales podría estar la tercera entrega de '28 semanas después' que, siguiendo la lógica, debería llevar por título '28 meses depués'.
Boyle contestó que me encantaría dirigir otra entrega, ya que ví la segunda, y no me sentí lo suficientemente involucrado, y eso que realmente la disfruté como espectador. Cuando haces películas, nunca las ves del mismo modo que la ven los espectadores, es algo extraño. Te pasas meses editando una película para el público y preparándolo para la audiencia, y llega un momento en el que te encuentras muy distanciado de ese punto de vista, porque tú ya lo has visto cientos de veces. Pero ví la secuela como un espectador más y pensé que realmente me encantaría hacer la próxima, y por ahí es por donde se empieza. Es una cuestión de tiempo.
Eso sí, esta tercera entrega de la saga zombie (perdón, infectados) se hará de rogar, ya que el gran triunfador de los Oscar hace unos años por 'Slumdog Millionaire' primero debe seguir trabajando en la obra de teatro 'Frankenstein' y preparar la inauguración de los Juegos Olímpicos que se celebrarán en Londres en 2012. Bueno, si sobrevivo a la ceremonia de los JJOO, me encantaría, han sido sus palabras, a lo que añadió no hay guión. Tan solo una idea.
Cabe recordar que la segunda entrega de la saga, dirigida por el tinerfeño Juan Carlos Fresnadillo, finalizaba con una secuencia en la que los infestados corrían hacia la parisina Torre Eiffel, por lo que cuando se le ha preguntado a Boyle sobre si dicha idea giraba en torno a la expansión del virus más allá de territorio británico, éste respondió, como ya había declarado en alguna otra ocasión al respecto, que podría acontecer en Rusia.
La primera película nos situaba en Londres, donde un virus es liberado tras la incursión en un laboratorio de investigación con primates por parte de un grupo de activistas de los derechos de los animales. Transmitido a través de la sangre, y de efectos devastadores, el virus deja a los infectados en un estado permanente de rabia asesina.
