Las "monjas" de 'Star Wars: Los últimos Jedi' desatan la vena cómica de Damon Lindelof

"¿Mezclar una película de ambientación histórica con una invasión alienígena más propia de las cintas futuristas? ¿Por qué no?". Eso debió pensar Lindelof, a quien una mezcla semejante no debió sonarle nada mal en su cabeza. Sobre el papel tampoco había quedado nada mal, y como prueba está la novela gráfica homónima escrita por Fred Van Lente. Pero en pantalla... no todo fueron buenas opiniones. En este film se enfrentaba al reto de aunar dos conflictos muy diferentes y difícilmente coincidentes en las grandes producciones norteamericanas: indios peleaban contra vaqueros en el viejo Oeste de 1873 mientras plantaban cara conjuntamente a una inminente invasión alienígena. Casi nada.

Era un reto difícil eso de tomar las riendas narrativas de la que se vendió como "la precuela" de 'Alien, el octavo pasajero'. Aunque Ridley Scott se encargó de decir por activa y por pasiva que la nueva cinta y su clásico de la ciencia ficción sólo compartían "cadenas de ADN", es posible que las expectativas generadas en torno a la misma le pasaran por encima. Pero lo cierto es que en 'Prometheus' Lindelof se encargó de crear un universo propio, al margen de su referente original.

En 2013, eso de ver a los no-muertos atacar una vez tras otra a un grupo de atemorizados humanos no es que fuera muy novedoso. El 'The Walking Dead' de Robert Kickman ya triunfaba desde hacía algunos años en su formato televisivo y la palabra zombie ya había sido completamente sustituida por la de 'caminante'. Quizá la mayor locura (y el mayor acierto) por parte de Lindelof al ponerse al frente de un guión como 'Guerra Mundial Z' sea el de presentarnos a unos muertos vivientes que despertaron tantas pasiones como rechazo. Porque estos zombies no se arrastraban ni iban caminando con desgana, sino que corrían, saltaban y eran capaces hasta de hacer pirámides gigantes de no muertos para saltar muros. Sí, por sencillo que parezca esta particularidad hace de la película un auténtico thriller de aventuras donde la ciencia ficción es más ciencia que nunca al dar explicación al contagio (a diferencia de lo propuesto por Kickman).

'Tomorrowland' es quizá el acercamiento más claro por parte del guionista al cine familiar. La película se resuelve con las habituales lagunas de guión a las que Lindelof nos tiene acostumbrados pero su propuesta inicial logra atraparte desde el principio, aunque no sabemos bien si también hasta el final. Lo más arriesgado de una película como esta es la propia película en sí. ¿Una adolescente que viaja a realidades paralelas con solo tocar un pin? Típico de Lindelof...

Lo bueno de que sea una película familiar y no su última superproducción es que al final consigue todo lo que ibas buscando: te entretiene y te llevas a casa más de una sonrisa. Aunque no sepas quién está más loco, si George Clooney construyendo su propio cohete o Hugh Laurie intentando dominarlo todo.

En sus dos temporadas de vida, 'The Leftovers' no ha conseguido más que superarse. Pero aunque nos lleve a pensar que este éxito en el acabado final sea por sus escasas temporadas, lo cierto es que la serie habla en 20 capítulos de más emociones y estados de la mente que cualquier manual de psicología. Esta es la apuesta más adulta y menos efectista de Lindelof. Pese a los fuegos artificiales con los que se presentó en su pasada temporada llena de incógnitas y una inolvidable cabecera que aún estremece, la ficción ha logrado apelar a lo humano y olvidarse de lo sobrenatural. Sí, el protagonista tiene visiones y se levanta sonámbulo a hacer Dios sabe qué. Y sí, un 2% de la población ha desaparecido y no parece haber ninguna teoría firme que dé una explicación convincente. Pero 'The Leftovers' no habla de eso. Ni busca respuestas, simplemente habla del vacío que deja y eso la hace enigmática en sí misma.