Allá por el mes de mayo, el Festival de Cannes rendía homenaje al estudio DreamWorks por su recién cumplido vigésimo aniversario con el estreno oficial de 'Cómo entrenar a tu dragón 2', film que llegó el viernes a los cines españoles y que supone el vigésimonoveno largometraje animado estrenado por el estudio que fundaron hace dos décadas Spielberg, Katzenberg y Geffeny.
No parece casual el hecho de que Katzenberg, quien trabajaba como presidente de Walt Disney Animation Studios hasta su renuncia en 1994, quiera apostar desde el inicio por crear en el seno de DreamWorks un potente departamento dedicado al cine de animación, haciendo que en el año 1998 lleguen a los cines de todo el mundo las ambiciosas 'Antz' y 'El Príncipe de Egipto', con intención de hincarle el diente a un nicho de mercado en el que Disney parecía estar perdiendo fuelle a finales de los 90.
Mientras la fatigosa aventuria bíblica de animación tradicional le otorgaba en 1998 buenas cifras y un Oscar a la mejor canción original (el dueto 'When you believe'), 'Antz' suponía una magnífica muestra tridimensional del potencial del estudio, que lograba el reto de convertir la sociedad platónica en material de partida para una divertidísima aventura familiar protagonizada por unas intrépidas hormigas rebeldes. El film no obtuvo buenos datos en la taquilla, pero evidenció que DreamWorks iba en serio a por su parte del pastel ante la todopoderosa Disney en el mercado de la animación.
Tras el patinazo de la floja 'La ruta hacia El dorado', el estudio estrena en 2000 la magnífica 'Chicken Run', la primera de las tres cintas que estrenaría en asociación con la productora británica Aardman, con la que logra años más tarde el Oscar gracias a 'Wallace y Gromit: la maldición de las verduras'. Ambas cintas subliman la técnica del stop-motion a base de figuras de plastilina con un magnífico sentido del humor totalmente ajeno al melodramatismo Disney, un estilo en el que insistirá el estudio con la saga 'Shrek', cuya divertidísima primera entrega ve la luz en 2001 para poner patas arriba el mercado del cine infantil.
La irrupción del entrañable ogro verde y su peculiar pandilla con un inesperado taquillazo (y el primer Oscar a la mejor película de animación), fue el golpe sobre la mesa definitivo para que el estudio se erigiese en auténtico rival de una Disney de capa caída hasta que unos años después se hiciese con Pixar para evitar perder su amenazada hegemonía. La película era una sorprendente vuelta de tuerca a los cuentos clásicos a través de un humor con calculadas dosis de irreverencia, hábiles guiños al espectador adulto y referencias a films de moda por medio de acertadas parodias, una fórmula que DreamWorks quiso extender en sucesivos éxitos como la simpática saga de 'Madagascar' o la prescindible 'El Espantatiburones'.
Cumplida la primera década de vida, DreamWorks Animation logra encontrar su particular espacio en un mercado de animación sorprendentemente atomizado, liderado por Disney-Pixar y con peligrosos rivales como BlueSky ('Ice Age') asociada con Fox, Illumination Entertainment ('Gru: mi villano favorito') cuyas obras distribuye Universal, o las recién llegadas Sony Pictures Animation ('Lluvia de albóndigas') y Laika ('Los mundos de Coraline'), que trabaja con la distribuidora independiente Focus Features. La animación había dejado de ser definitivamente un monopolio del imperio Disney y ampliaba fronteras temáticas y estilísticas, obligando de este modo a los responsables del imperio de Mickey Mouse a mantener la guardia para evitar que estos inesperados advenedizos le comieran la tostada.
DreamWorks empieza a hacer caja a base de secuelas (casi siempre aceptables, salvo en la tristemente decadente saga de 'Shrek') e incluso algún spin-off, aunque por suerte sin dejar de apostar por novedades tan estimulantes como la alocada y muy reivindicable 'Vecinos invasores' que nos recordaba en cierto modo al humor frenético de los 'Looney Tunes' aderezado con un pertinente mensaje ecologista, o la también destacable 'Kung Fu Panda', una de las muestras más impactantes del estudio en el apartado técnico, pues sus dos entregas hacen gala de un magnífico diseño de escenarios y personajes.
Punto álgido entre dragones
En 2010 el estudio pone una pica en Flandes con 'Como entrenar a tu dragón', una excelente película cuyos resultados artísticos son sin duda dignos de la calidad de la todopoderosa Pixar, ya que aúna un magnífico trabajo en la animación con una potente historia cargada de emoción y sentido del espectáculo, sin olvidarnos de la maravillosa banda sonora de John Powell, el más asiduo compositor del cine animado de DreamWorks. Para muchos es la mejor película del estudio hasta la fecha, algo que justifica su recién estrenada secuela, que sin embargo ha dejado cifras ligeramente inferiores a las de su predecesora en el mercado norteamericano para decepción de Fox, que sustituye como distribuidora oficial de DreamWorks a Paramount a partir de 2012.
Además del reciente éxito de la prehistórica 'Los Croods', cuya secuela está ya en marcha, el estudio ha apostado en el último lustro por varias obras de ciencia-ficción de desiguales resultados pero estimulantes ambiciones. 'Monstruos contra alienígenas', 'Megamind' y la reciente 'Las aventuras de Peabody y Sherman' se adentran en el género fantástico con abundantes dosis de acción, buscando una evidente diferenciación con los cuentos de princesas por los que Disney vuelve a apostar con excelentes resultados en los últimos años. Aunque la estrategia sea discutible dados los desiguales datos comerciales, se agradece sin duda desde el punto de vista de un espectador -infantil o no- que disfruta actualmente de una rica variedad de estilos dentro del género de animación hollywoodiense, a cuya evolución sin duda DreamWorks ha contribuido decisivamente.
Así pues -sin necesidad de acudir a odiosas comparaciones- reivindicamos desde aquí DreamWorks Animation como pionera de un cine de animación de gran estudio que apunta a la mandíbula del espectador antes que a su lacrimal, recogiendo quizá el legado de los cartoons que la Warner no ha sabido o no ha podido explotar en el cine y que lejos de acomodarse abusando de prescindibles secuelas -algo que le puede pasar factura a Pixar- no deja de innovar y arriesgarse con incursiones en géneros como el fantástico o películas tan maduras como su reciente díptico con dragones, para tratar de conservar su espacio entre los espectadores de un cine de animación cuyo público objetivo contribuyó en su día a extender con acierto hacia la audiencia adolescente y adulta. ¡Larga vida a DreamWorks!