Hay películas incapaces de soportar el tiempo, acusadas de envejecer de la peor manera posible, como si alguien tuviera realmente el poder de controlar el tiempo, o aún más imposible, sus consecuencias. Por otra parte, justo en el lado contrario de la balanza, tenemos esas obras maestras que, desde la misma ignorancia de lo que pasará en el futuro, consiguen crecer con el paso de las hojas del calendario, crecer en una memoria en la que se instalaron desde un primer e inolvidable visionado. Piezas cinematográficas que, sin necesidad de usar otro argumento que el de la evasión, consiguen quedar en la historia inscritas en letras de oro. Y así llegamos a 'Con la muerte en los talones'.
Partiendo de la base de que la filmografía de Alfred Hitchcock ofrece varios ejemplos contundentes de esta teoría, 'Con la muerte en los talones' juega un papel esencial dentro de ese modelo de cine en el que el entretenimiento y la grandeza se combinan a la perfección. El director nunca necesita forzar la máquina de la sorpresa, acosar al espectador con giros imposibles o plantear incógnitas que nunca serán resueltas. El manejo de la tensión y la intriga que uno observa a lo largo de esta historia está a la altura del maestro que se esconde detrás de la cámara. Además, si delante tienes a Cary Grant, el trabajo está más que hecho.
En definitiva, 'Con la muerte en los talones' continúa siendo todo un ejemplo de entretenimiento perfectamente escrito, planificado y ejecutado. Un conjunto de escenas de imborrable alcance que construyen un tablero de juego con la inconfundible marca Hitchcock en cada uno de sus rincones al que añadimos estas diez curiosidades. Una excusa perfecta para volver a disfrutar de esta obra maestra. Aunque, para ser honestos, cualquiera funcionaría.
10 curiosidades de 'Con la muerte en los talones'
Montando Rushmore
El inolvidable clímax final de 'Con la muerte en los talones', uno de los más brillantes de la historia del séptimo arte, sucedía en el Monte Rushmore, un icono esencial de los Estados Unidos y escenario perfecto para el desenlace de la cinta de Hitchcock.
Un cineasta que trató de todas las maneras posibles conseguir que le dieran permiso para rodar allí hasta que las autoridades se negaron en rotundo argumentando que consideraban un sacrilegio que se llevaron a cabo escenas con disparos y persecuciones en un lugar tan emblemático y relevante. Por eso, Hitchcok tuvo que admitir su fracaso y conformarse con una réplica, eso sí, muy efectiva.
Identificando a Hitchcock
Una de las cosas que nos ha dejado claras la historia del cine es que el nombre de Alfred Hitchcock rima con la palabra cameo. No falla, el magistral director tenía la costumbre, por no decir manía ni capricho, de aparecer siempre en casi todas sus películas. Un guiño directo al espectador que, en el caso de 'Con la muerte en los talones', era especialmente fácil de detectar.
Por si alguien no terminó de hacerlo, os aconsejamos que fijéis bien la mirada en la pantalla en el momento en el que un autobús cierra sus puertas ante un hombre que no ha calculado demasiado bien el tiempo de llegada. Ahí está nuestro querido Alfred.
Alfred, el pillín
Muchas de las películas que dan forma a la trayectoria de Alfred Hitchcock esconden, de una manera más o menos explícita, referencias sexuales con las que el director siempre se mostraba divertido. Incluso en una cinta como 'Con la muerte en los talones', en apariencia bastante familiar y apta para todo tipo de público, el director incluyó un simbolismo en el plano que pone punto y final a la historia.
Lo confesó el propio director en una entrevista: "Hay una referencia en 'Con la muerte en los talones'. La última escena, cuando el tren entra en el túnel después de la escena de amor entre Cary Grant y Eva Marie Saint. Es un símbolo fálico. Pero nadie se percató". ¿Nadie? Quizá eso es ser demasiado optimista.
Colándose en la ONU
Además de no poder rodar el tramo final de 'Con la muerte en los talones' en el auténtico Monte Rushmore, Alfred Hitchcock se encontró con otra negativa por respuesta cuando intentó conseguir los permisos necesarios para filmar las escenas que ocurrían en el interior de la ONU.
Eso sí, en esta ocasión el director no se conformó con el no y, más allá de usar una reconstrucción realizada en los estudios, decidió rodar parte de esas escenas con una cámara oculta dentro de las instalaciones reales de la organización. Modo espía activado.
Cambios de opinión
Roger O. Thornhill es, sin lugar a dudas, uno de los mejores y más importantes personajes de la carrera de Cary Grant, un actor esencial que protagonizó un buen puñado de películas imprescindibles. Sin embargo, 'Con la muerte en los talones' estuvo a punto de caerse de esta impecable lista de joyas cuando Grant, después de leer el guión, consideró que era demasiado viejo para interpretar a Thornhill. Afortunadamente, Hitchcock, que estaba deseando contar con él, le convenció. Salimos ganando todos.
La preocupación de Landau
El añorado Martin Landau, uno de esos intérpretes gigantes que conviene reivindicar más a menudo, tuvo un momento especialmente triste durante el rodaje de 'Con la muerte en los talones'. Todo ocurrió cuando Hitchcock, un director que hablaba poco o nada con los miembros del reparto, organizó una pequeña reunión con Cary Grant, Eve Marie Saint y James Mason, es decir, todos menos Landau.
El actor, consternado por lo que consideraba un ejemplo evidente de discriminación por parte de Hitchcock, se atrevió a preguntarle las razones por las que no le había llamado para participar en esa conversación. El director, decidido a calmar a Landau, le explicó que si no hablaba con los intérpretes era porque todo iba bien pero que, si por el contrario, les llamaba para tener una reunión es que algo no estaba funcionando del todo con su trabajo. Giro inesperado, triunfo para Landau.
Basado en hechos reales
La idea que supuso el pistoletazo de salida para que Hitchcock se pusiera manos a la obra con 'Con la muerte en los talones' llegó de la mano del periodista Otis L. Guernsey, quien sugirió al director la historia de un individuo normal que es confundido con un agente secreto que no existe.
Un punto de partida que, sin embargo, no nace de la imaginación sino de una historia real que ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial, cuando varias secretarias con las que contaba la embajada británica en Oriente Medio inventaron la existencia de un agente secreto para conseguir engañar y despistar a los espías alemanes. Demasiado apasionante para que no tuviera una película.
Confianza plena
Ya hemos mencionado anteriormente que Hitchcock tenía más que claro que Cary Grant era el actor adecuado para protagonizar 'Con la muerte en los talones', una demostración de admiración (y coherencia) que se mantuvo durante todo el rodaje.
El ejemplo más evidente que encontramos en este sentido ocurrió en el momento en el que Grant se quejó ante el director de que el decorado que se había preparado para la escena en la que su personaje se esconde en una litera ubicada dentro de un vagón era tan ridículo y pobre que todo el mundo se daría cuenta fácilmente. Entonces, Hitchcock, sin ni siquiera comprobar con sus propios ojos lo que le había comentado Grant, ordenó que el set fuera reconstruido íntegramente. ¿Quién manda aquí?
Una terrible pérdida
Aunque parezca imposible mejorar una escena como la que tiene lugar en el Monte Rushmore, el primer borrador del guión de 'Con la muerte en los talones' estuvo muy cerca de conseguirlo. Y es que, en esa fase inicial del proyecto, la historia incluía que, durante el clímax final, los protagonistas se escondían en la mismísima nariz del presidente Lincoln y eran finalmente descubierto por culpa de un estornudo. Brillante. Una pena que fuera descartada posteriormente.
Pretty Woman
Si Cary Grant contó con el respeto de Alfred Hitchcock, su compañera de reparto, la maravillosa Eve Marie Saint, no fue menos.
Por eso, cuando el estudio le proporcionó a la actriz un vestuario que al director le pareció horrible, Hitchcock invitó a Saint a que se fueran de compras y renovaran toda la ropa destinada al personaje de Eve Kendall. Por lo visto, la tarde se dio bien y las facturas hicieron que varios responsables del estudio se llevaran las manos a la cabeza.