Ni siquiera el imprescindible Truman Capote pudo evitar ver como su magnífica obra 'Desayuno con diamantes' terminaba convertida, gracias a la maquinaria más tradicional y clásica de Hollywood, en una comedia romántica de las de toda la vida. O, al menos, en uno de los más claros ejemplos de que el género puede mirar cara a cara a cualquier otro sin dejarse destrozar por prejuicios y azúcar.
Aún así, lo que en la novela original era un juego constante con el lector para descubrir poco a poco la personalidad de sus protagonistas, se transformó por arte y gracia del cine en un romance lleno de encanto con una maravillosa Audrey Hepburn al frente, en un papel que marcó para siempre su carrera. Una interpretación absolutamente deliciosa por parte de una de esas actrices únicas, una estrella imbatible de la que es imposible apartar la mirada cuando está en pantalla, iluminando cada plano, mejorando cada escena, eclipsandolo todo.
Sin embargo, es una lástima que la cinta dirigida con delicadeza por un inspirado Blake Edwards no se atreviera a sumergirse en los aspectos más complejos y atrevidos de la novela, especialmente aquellos relacionados con las turbulentas vidas de su personaje femenino principal. Una decisión claramente comercial que, en cualquier caso, no enturbia el poder y el encanto total de una película inoxidable, un elegante entretenimiento romántico repleto de memorables escenas. Resumiendo, un auténtico clásico.
