Cada vez parece más claro que Brad Pitt ha terminado representando el ejemplo más claro, contundente, firme y convincente a la hora de señalar la definición exacta de Gran (Super)Estrella de Hollywood. Todo con mayúsculas, letras doradas, alfombras rojas, flashes y ovaciones unánimes. Y es que, si hablamos de carisma, presencia, magnetismo, actitud y talento, pocas dudas, el protagonista de obras maestras como 'El curioso caso de Benjamin Button', 'El club de la lucha', 'El árbol de la vida', 'Seven', 'Malditos bastardos' o las recientes 'Ad Astra: Hacia las estrellas' y 'Érase una vez en...Hollywood', entre muchas otras, gana por goleada al resto de competidores.
Además, se trata de una victoria que va más allá de lo estrictamente mediático, ya que profundiza en conceptos tan complejos y esenciales como la valentía, las inquietudes artísticas, el gusto por el peligro, la casi obsesión por despistar y coger el camino más inesperado posible. En ese sentido, Pitt ha demostrado un olfato absolutamente deslumbrante, entendiendo que la línea recta siempre es mucho más aburrida y previsible que un mapa repleto de curvas. Por eso cuesta tanto intuir su próximo paso. Afortunadamente.
Una trayectoria profesional en la que el actor también ha sabido manejar con pulso de hierro una faceta, la de productor, repleta de decisiones que nos descubren ante un tipo que siempre intenta ir lo más lejos posible de la zona de confort. Un espacio en el que, además, él tendría el éxito (comercial) asegurado. Pero, volvemos al principio, parte de la grandeza de Brad Pitt, ya sea como intérprete, terreno en el que cada vez es mejor, como en labores de producción, es esa costumbre de practicar siempre el ejercicio de equilibrismo artístico más arriesgado. No tiene necesidad, ninguna, pero así es la manera en la que Pitt entiende el cine. Y a la vista está que anda bastante lejos del error o la decepción. La Gran Estrella. Y El Gran Valiente.
Las 10 mejores películas del Brad Pitt productor
'Mátalos suavemente'
'Mátalos suavemente' es uno de los ejemplos más claros a la hora de hablar de la querencia por la sorpresa, lo inesperado y lo arriesgado en la carrera de Brad Pitt. Encontrándose de nuevo con el director Andrew Dominik, con el que ya había formado dupla en la imprescindible 'El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford', otra película magistral que no contó con el apoyo ni la publicidad correcta tras su estreno, el actor era uno de los personajes más destacados en una trama compleja y fracturada que se vendió como thriller de acción al uso, quedándose en la pura y dura superficie. Y merecía la pena mirar más allá.
Porque 'Mátalos suavemente' es otra cosa, es el relato frío y distante de la decadencia humana, cambiando masacres por diálogos, tensión por silencio, pesimismo por tragedia. Es la imagen de un llanero tan solitario como todos los que le rodean al que, lo único que le interesa tras el baño de sangre, es que le enseñen su jodido dinero. Menos milongas, que esto no es más que un negocio. Discursos de presidentes que sirven de perfecta banda sonora para la claustrofobia reinante. Billetes por balas. Fundido a negro. Y que cante Barrett Strong eso de 'Money (That's what i want)'.
'Infiltrados'
Pocas veces, puede que ninguna, se ha celebrado un Oscar tanto como el que recibió Martin Scorsese de manos de, atención, Steven Spielberg, Francis Ford Coppola y George Lucas, casi nada, por su dirección en 'Infiltrados'. Y es que, por más que la Academia intente justificarse, no tenía ningún sentido que el cineasta neoyorquino no tuviera ninguna estatuilla en casa.
Tuvo, tuvimos que esperar hasta 2006 para que lo consiguiera pero, al menos, la película correspondiente estaba a la altura del mito. Remake de la estupenda 'Juego sucio', 'Infiltrados' supuso el regreso de Scorsese a ese tipo de cine que los amantes del séptimo arte siempre le relacionamos directamente. Respetando profundamente su referente, aquí nos encontramos con un director que se lo pasa bomba con este thriller vibrante, violento y entretenidísimo de policías, criminales, gatos, topos y ratas. Todos contentos. Incluyendo, claro, a uno de sus ilustres productores: Brad Pitt.
'Kick-Ass. Listo para machacar'
Tras demostrar un talento más que interesante con sus dos primeros trabajos, las espléndidas 'Layer Cake - Crimen organizado' y 'Stardust', el director y guionista Matthew Vaughn encontró en Brad Pitt a un socio perfecto a la hora de producir 'Kick-Ass: Listo para machacar', una de las mejores y más inspiradas películas de superhéroes de la última década. De eso estamos hablando. Y es que, adaptando el cómic de Mark Millar, el cineasta británico ofreció a los espectadores un auténtico festival de carcajadas, violencia, grandes canciones, personajes memorables y, sobre todo, ideas visuales realmente fascinantes, que conformaban un entretenimiento tan vertiginoso como divertido, tan trepidante como sobresaliente. Por desgracia, la secuela no estuvo a la misma altura, pero 'Kick-Ass: Listo para machacar' sigue brillando frente a sus heroicas y mastodónticas competidoras desde la frescura y la originalidad.
'El árbol de la vida'
Poesía en movimiento implacable que te arrolla sin opción a la piedad. Uno nunca está preparado para una película como 'El árbol de la vida'. Imposible estarlo. El manejo perfecto, asombroso, del verso libre, la narrativa dispersa y, a la vez, llena de coherencia interior. Una obra maestra inconmensurable, de forma y contenido inabarcable, demostración del cine como auténtico arte, arriesgado, difícil pero plenamente satisfactorio. Hablar de lo que habla Terrence Malick en su cima artística sin quedarse en la superficie es prácticamente imposible. Alcanzar su profundidad real, una meta que requiere un esfuerzo total tras el que uno puede acabar exhausto.
El ser humano nunca será capaz de comprenderse, de entender en su totalidad la razón de sus pasos, el lugar en el que comenzó su historia y, sobre todo, el rincón en el que terminará. Puede que, al final del camino, nuestras huellas nos lleven a esa orilla del mar donde el pasado y el presente se dan la mano, sin ser conscientes de nuestro siguiente horizonte. O puede que no. Pero, a lo largo de la historia del cine, nadie se ha planteado todas estas cuestiones de una manera tan maravillosa como Malick en 'El árbol de la vida'. Su mejor película. Y una de las propuestas esenciales de la historia del séptimo arte.
PD: ¿Cómo consiguió una propuesta así llegar al número 1 de la taquilla? Dos palabras: Brad Pitt. Productor, actor y estrella total del cartel promocional de la cinta.
'Moonlight'
Encontrar las palabras para definir lo indefinible es más una verdad absoluta que una intuición, por lo que el mérito del director Barry Jenkins y su 'Moonlight' fue, por puro cálculo, inmenso. La clave, una vez más, está en la mirada. La infantil, adolescente y adulta, unidas por el hilo invisible de un fantasma que siempre ha estado ahí y solamente ha encontrado un instante para sobrevivir anclado en la memoria de nuestro protagonista. Un mar de madrugada que asiste, hipnotizado, al origen de una herida convertida en tabla de salvación, en el único refugio en el que se puede, y debe, ser libre. ¿Había otra salida que no fueran los versos para contar algo así? Jenkins, volvemos a él, no lo contempla.
Por eso, su dirección es la virtud más destacada de una película implacable en su exposición constante de imágenes memorables, valiente en su planteamiento, delicada en los rincones más problemáticos a los que acude su historia. Una proeza dramática que, más allá de sus estatuillas y sobres fallidos, crece en el tiempo y la memoria.
'The OA'
No, en serio, si tenéis todavía dudas de lo valiente que es Brad Pitt como productor, pensar que él también está detrás de 'The OA', una de las series más arriesgadas, extrañas, excesivas, surrealistas y complejas de los últimos años. Todos aquellos espectadores que siguen llorando por su cancelación podrían empezar a escribirle cartas al bueno de Pitt para agradecerla la mera existencia de esta propuesta única y, más que probablemente, irrepetible.
'Selma'
Hay películas buenas, magníficas incluso, que, además, se convierten en importantes. 'Selma' es una de ellas. Lo que cuenta es tan relevante, actual y necesario que haber fallado en su ejecución hubiera sido especialmente doloroso. La crónica sobre la lucha Martin Luther King Jr., espectacular David Oyelowo, en defensa de los derechos civiles centrándose en la marcha desde Selma a Montgomery, Alabama, en 1965, está contada con tanto talento que, desde sus primeros compases, uno no puede más que rendirse ante la evidencia. Aquí hay gran cine.
La directora Ava DuVernay se enfrenta a esta historia con las mismas dosis de respeto que de riesgo, demostrando que hay espacio para la personalidad en el biopic, que una autora puede destacar en terrenos en los que suele ganar con contundencia el tópico. Una película solemne sin caer en la densidad, emocionante sin rozar la lágrima fácil, contundente en su mensaje sin necesidad de usar el panfleto de turno. Excepcional. Imprescindible.
'El vicio del poder'
Tras sorprender a propios y extraños con la celebrada 'La gran apuesta', cinta que le valió un Oscar como guionista y en la que Brad Pitt también participaba como productor, Adam McKay continuaba apostando en 'El vicio del poder' por los hechos reales para asentar definitivamente su recién estrenado estatus de cineasta de prestigio. Y cuidado, esto no significa, ni mucho menos, que entre sus anteriores trabajos no pudiéramos encontrar películas más que interesantes, sino que, amparado en el siempre respetado arte de narrar parte clave de la historia, McKay parece haber encontrado su auténtica zona de confort.
Con un montaje deudor de las obras maestras esenciales de Oliver Stone, un torrente de ideas visuales y narrativas brillantes, un reparto en estado de gracia con Christian Bale y Amy Adams en clave de recital y un guion repleto de ácido, queroseno y cerillas, 'El vicio del poder' nos muestra la vida personal y polémica obra política de Dick Cheney, uno de los tipos más odiados que jamás haya pisado la Casa Blanca, de forma arrolladora, vertiginosa y siempre apasionante. Por supuesto que su posición ideológica está clara, pero McKay y su equipo han conseguido elaborar un artefacto de cine explosivo que, por encima de todo, demuestra que hay otras formas de vida para un género tan supuestamente oxidado como el biopic.
'Moneyball: Rompiendo las reglas'
'Moneyball: Rompiendo las reglas' atrapa al espectador desde el primer momento, entrando directamente en una historia, la de un equipo de béisbol (Atléticos de Oakland) y la figura de Billy Beane, director general que se hizo famoso por conseguir éxitos utilizando un nuevo método que implicaba construir un equipo competitivo con recursos económicos inferiores a la mayoría de los equipos en las Grandes Ligas a través de métodos estadísticos,que muchos espectadores desconocerán por completo y que, posiblemente, no tengan interés alguno en descubrir.
Sin embargo, estamos ante una cinta que tira por tierra los prejuicios previos, un factor diferenciador de la gran mayoría de propuestas cinematográficas similares. Aquí pesa más el cerebro que el corazón, los números que los bates. Y todo esto, sin dejar de lado la épica y la emoción. Por eso tiene aún más mérito el triunfo que supone esta película, apasionante y llena de intensidad, capaz de hipnotizar con unos diálogos ágiles y geniales, no hay que olvidar que los firman Aaron Sorkin y Steven Zaillian, y una dirección muy potente de mano de Bennett Miller, quién supo comprender que la fuerza del relato no está en el triunfo deportivo, sino en el proceso y desarrollo que lleva hasta él, en los riesgos tomados, en el apostar por algo que nunca se había hecho para, desde dentro, cambiarlo todo. 'Moneyball: Rompiendo las reglas' es excelente en prácticamente todo, esquivando inteligentemente los tópicos del cine deportivo y en la sensibilidad más lacrimógena. Un conjunto de virtudes que se redondea con una de las interpretaciones más indiscutibles de un Brad Pitt perfecto como protagonista. Y como productor.
'12 años de esclavitud'
Un hombre ahorcado, a punto de morir asfixiado, con sus pies rozando el barro de una tierra hecha de sangre, lágrimas y lluvia, observa el infinito con la mirada perdida. Al fondo, mientras tanto, un conjunto de esclavos continúan sus tareas, limpian los platos, recogen la suciedad, se preparan para otra jornada en el campo de algodón. Unos niños corretean y juegan entre risas. Miran a otro lado. Conviven con el horror. Son conscientes de que acercarse a ese hombre puede conllevar un castigo inmediato. Otro latigazo. Otras mil cicatrices. Esa escena, sin necesidad de apoyo musical, con un silencio aterrador como única banda sonora, condensa todas las virtudes de '12 años de esclavitud'. La poesía y el miedo, la crudeza y la belleza, el horror y el cine.
La biografía real de Solomon Northup podría haber caído, con indiscutible facilidad, en el terreno lacrimógeno y épico que este tipo de historias ofrecen en cada giro de guión pero, afortunadamente, el gran Steve McQueen, tras la notable 'Hunger' y la excelsa 'Shame', esquiva las trampas y nos pone el nudo en la garganta a través de la conmoción. Su película te agarra, te zarandea, te golpea y, finalmente, te conmueve sin artificios, sin grandes discursos, simplemente poniendo la cámara en la espalda castigada de los esclavos, despertando la incomprensión absoluta ante uno de los sucesos más terroríficos de nuestra humanidad, convirtiendo una plantación, un granero o un bosque, entre otros espacios, en algo similar a campos de concentración donde los atardeceres bucólicos esconden el horror más terrenal.
Por su parte, Brad Pitt se reservó un pequeño papel en una película que, además, es la única que ha conseguido que le veamos realizando un pequeño discurso de agradecimiento con un Oscar en la mano. Otra razón más para adorar a '12 años de esclavitud'.