Todos aquellos que hemos vivido una experiencia directa, cercana y relacionada con una enfermedad como el cáncer, sabemos que el cine nunca podrá transmitir al cien por cien el torrente de emociones y sensaciones que una vivencia así aporta a un ser humano. No se trata de infravalorar el poder de un arte tan maravilloso como el cinematográfico para abordar cualquier tipo de tema, simplemente es algo que una cámara, un actor o un guion no pueden alcanzar de ninguna forma. Corre por las venas, se clava en la piel, se instala en la misma boca del estómago.
Teniendo en cuenta esta realidad, tampoco conviene tirar por tierra todos los esfuerzos realizados en esta línea. Por supuesto que hay películas que han conseguido acercarse a ese trayecto de vida marcado por la desgracia, sí, pero también por el reto de superar el más complicado de todos los retos. Y sucede que, en cada uno de estos triunfos, ha jugado un papel protagonista la sencillez y naturalidad. El subrayado siempre resta, pero en este tipo de propuestas, simplemente, ofende. Incluso el uso de una frase como 'jugar con fuego' estaría fuera de lugar.
Por eso, analizamos diez películas que, de una manera u otra, se lanzaron de lleno, con valentía y firmeza, a hablar y mostrar el cáncer desde una perspectiva profundamente humana, único camino posible para no derrapar en las curvas más peligrosas. Un conjunto de historias con las que hemos llorado, que han conseguido que conectemos con ellas de una manera especial, que nos sacuden los recuerdos y nos atrapan el corazón. El cáncer en el cine entendido, sencillamente, como un elemento personal por encima de lo artístico.
10 películas sobre el cáncer
'La fuerza del cariño'
La ganadora del Oscar a Mejor Película de 1984, 'La fuerza del cariño', ha adquirido con el tiempo la siempre pesada y tópica etiqueta de "propuesta de corte académico con ansias de estatuillas". La teoría, cada vez menos relacionada con la realidad, se basa en el supuesto uso manipulador de un argumento marcado por el melodrama y las enfermedades como motor narrativo central. Y está claro que la película dirigida por James L. Brooks cuenta con una historia del gusto de la Academia, pero eso no implica que esté tratada de manera vulgar y tramposa.
De hecho, sucede todo lo contrario con una cinta que emociona sin estridencias, que se deja llevar en manos del talento de su reparto, que va de menos a más y te atrapa con una naturalidad alejada del estereotipo machacón y reiterativo. Si en su momento fue más o menos sobrevalorada es otra cuestión, cinco Oscar se antojan demasiados, pero los prejuicios no deberían quitar ni una pizca de valor a una cinta tan notable como 'La fuerza del cariño'.
'Mi vida sin mí'
Palabras mayores. 'Mi vida sin mí' es el argumento definitivo para que los admiradores y defensores del cine de Isabel Coixet terminen ganando cualquier tipo de debate contra los detractores de una cineasta tan especial como única. Y es que estamos ante una de esas películas que se te clavan en el mismo pecho con la fuerza de un suspiro, tranquilo y calmado, sí, pero profundamente poderoso, conmovedor en sus detalles.
Una historia escrita de forma ejemplar que encuentra en la cámara de Coixet y, por encima de todo, en la mirada de su protagonista, inolvidable Sarah Polley, todo su universo de despedidas, regalos, silencios, miradas y conversaciones. Una película que, hablando del final, parece el principio de todo. Un regalo.
'Camino'
Pese a que muchos se empeñaron en ver 'Camino' con una mirada herida por el prejuicio y la demagogia, la película de Javier Fesser no es más, ni muchísimo menos, que un cuento que rompe por dentro y explota de belleza por fuera. Un drama terrible, de dolor intenso que, sin embargo, se las arregla para hipnotizar desde lo formal, llegando al corazón del espectador con algunos detalles de puro genio. Repleta de interpretaciones memorables, lo que hace aquí Nerea Camacho está más allá del elogio, 'Camino' ha envejecido sin perder un ápice de su poder para conmover y enamorar. Una película diferente, especial, inolvidable. Y, por cierto, cuenta con uno de los desenlaces más hermosos de la historia del cine español.
'Quédate a mi lado'
De acuerdo, 'Quédate a mi lado', película con la que Chris Columbus consiguió su taquillazo más lacrimógeno, no funciona precisamente como un ejemplo de sutileza a la hora de enfocar el drama. Todo está subrayado, las intenciones son más que evidentes y, bueno, no tardas demasiado en descubrir que la búsqueda del llanto será incansable.
Sin embargo, ahí están Julia Roberts y, especialmente, Susan Sarandon, en pie, para obrar el milagro. Ajenas a los aspectos más comerciales de la propuesta, las actrices aportan la humanidad, el cariño, la ternura y la honestidad necesaria a sus personajes para que todo termine funcionando de la manera más sincera posible. Las lágrimas, claro, terminan cayendo de forma irremediable, pero el camino hasta ellas se hace mucho más llevadero en compañía de dos intérpretes maravillosas.
'Planta 4ª'
Puro Antonio Mercero, 'Planta 4ª' está repleta de buenas intenciones, momentos emotivos con ligeras subidas de azúcar y una capacidad innegable para conectar con un espectador que, eso sí, tenga claro el juego en el que va a entrar.
Hay poco espacio para el drama, que cede cantidades industriales de protagonismo a la comedia marcada por la ternura, y sus últimos compases pueden resultar algo impostados, forzando la máquina de una forma algo vulgar, pero lo importante es que todo lo que sucede te termina importando y emocionando. No es una película perfecta, tampoco lo pretende, pero sabe llegar al corazón con estrategias que, de antemano, ya deberías saber que vienen en el contrato de una propuesta de estas características.
'Yo, él y Raquel'
Alfonso Gómez-Rejon, apoyado en el guion de Jesse Andrews, adaptación de su propia novela homónima, consigue, con 'Yo, él y Raquel', mantener siempre la compostura y no ceder a la cursilería ni al tópico más reconocible. Por eso, a pesar de que la ruta establecida por esta historia es más que previsible, uno se descubre emocionado ante la ternura de un tramo final que es, con mucha diferencia, lo mejor del lote.
En esos últimos momentos, 'Yo, él y Raquel', consigue pulsar todas las teclas necesarias para conmover, pone toda la carne en el asador y encuentra la manera más honesta de poner punto y final a una película que, pese a saberse demasiado lista y guapa, consigue arrancarse las vestiduras hasta mostrar su lado más íntimo. El poder del arte, el poder de la amistad, el poder de la muerte y el poder del amor. Todo tan excesivo que, en el momento de la verdad, sorprende, para bien, la manera tan bonita, que no azucarada, con la que se lleva a cabo. Ahí es donde acierta de lleno una propuesta destinada a encoger el corazón sin que la sonrisa desaparezca en ningún momento. Una meta que consigue no pocas veces pese a su obsesión por ser, todo el tiempo, original y distinta. Pero la mirada triste, honesta, de una musa con peluca esquiva todas las zancadillas. La melancolía frente al sol. La contradicción constante. Pura adolescencia.
'50/50'
Aunque pasó bastante desapercibida tras su estreno, '50/50' sigue resplandeciendo como una pequeña joya perdida dentro del catálogo de cine independiente norteamericano de los últimos años. Y lo mejor es que, como ya ocurría entonces, lo hace sin necesitar más apoyo que una historia bien escrita, bien dirigida y bien interpretada. Parece sencillo, pero no lo es en absoluto.
Dirigida por Jonathan Levine, quien no ha conseguido todavía superar este trabajo, y protagonizada por las mejores versiones posibles de Joseph Gordon-Levitt, Anna Kendrick y Seth Rogen, '50/50' funciona en todo momento por la manera sencilla y cotidiana con la que narra un suceso terrible. No le interesa la lágrima del espectador, ni siquiera se regodea en el drama, prefiere observar con cariño y cercanía a todos sus personajes sin derribar más puertas que las estrictamente necesarias.
'Un monstruo viene a verme'
'Un monstruo viene a verme', por encima de uno de los taquillazos más abrumadores del cine español reciente, es una película valiente que reflexiona con contundencia y madurez sobre el dolor, la pérdida, el aceptar la vida con sus negros, blancos y grises, comprender la complejidad que nos rodea, aprender a sobrevivir en un salto de la niñez a la adolescencia que, en ocasiones, se adelanta a la coherencia de las agujas al reloj.
Todo está en el guión escrito por Patrick Ness, también responsable de la novela homónima a la que adapta, quien ha elevado el nivel de aquella con nuevos detalles en el drama que aportan una mayor profundidad a las relaciones entre los personajes, especialmente la de el protagonista, Connor, interpretado por un portentoso Lewis MacDougall, y su madre, aún más emocionante en su salto de las páginas a la gran pantalla. Son pequeños adornos, giros inesperados que engrandecen una historia narrada con pulso maestro por Juan Antonio Bayona a través de una dirección elegante y delicada que nunca cae en el exceso ni en la grandilocuencia más básica. El cineasta permite que observemos toda la historia desde los ojos de Connor, viviendo ese proceso interior que le dejara una huella imborrable. A él y a nosotros.
'Bajo la misma estrella'
A estas alturas, 'Bajo la misma estrella', cuenta con un público fiel y parece complicado que sean muchos más los que se acerquen a una propuesta lastrada por las grandes decepciones que ha cometido el género de las adaptaciones de best seller juveniles, de componente melodramático, en los últimos tiempos. Y es una lástima, porque estamos ante una película más centrada en mostrar las ganas de vivir en la tempestad, el primer beso por encima de las camas de hospital y el optimismo en medio del terror.
Un trabajo que emociona hasta la lágrima pero que también provoca la sonrisa cómplice, despierta la ternura de esa ansiedad por ser querido por primera vez, más allá de las limitaciones y las zancadillas que pueda poner la vida. Una demostración de que el buen drama adolescente no tiene porque caer en la autocomplacencia y lo cursi, que puede ser cien por cien comercial y, al mismo tiempo, tener la capacidad de llegar hasta aquellos que no hemos leído ni una de las páginas de su origen literario. Sirva como ejemplo una de sus frases, "No puedes elegir si van a hacerte daño en este mundo, pero sí eliges quién te lo hace", tan sencilla como profunda, para entender el valor de una película pequeña que esconde mucho más de lo que aparenta en su interior. O, quizás, todo lo contrario a lo que aparenta. En ambos casos, buenas noticias.
'Truman'
En la cosecha de grandes momentos y frases claves que ofrece 'Truman', hay una que resume por completo el espíritu, objetivo y triunfo de la película: "Nada de discursos de despedida". Tal cual. La última película de Cesc Gay tenía todo para caer, no ya en los llantos que recorren cada adiós para siempre, sino en todos y cada uno de los charcos de lágrimas que se encuentran dentro de una propuesta de estas características.
Amigos de toda la vida que se reencuentran para despedirse por última vez, enfermedades terminales y conflictos personales/ familiares, es decir, todas las posibilidades del mundo para que el efectismo emotivo funcionara a la perfección. Pero no. 'Truman' conmueve, sí, pero de la manera más natural posible, con silencios más que con discursos, con miradas más que con golpes, con paseos más que con carreras por la estación, con amistad más que con dolor. Y con dos actores, Ricardo Darín y Javier Cámara, que se sitúan mucho más allá del elogio.