Matt Damon ha encarnado a Jason Bourne hasta en cuatro ocasiones. La primera vez fue en 2002 cuando Doug Liman, el director del 'El caso Bourne', decidió que sería un pobre joven amnésico herido de bala que sería rescatado por un barco pesquero italiano. Su mente estaba en blanco y lo único que tenía era una sucesión de números pintados que correspondían a una cuenta bancaria sueca. Un misterio que daría mucho de sí. Sin embargo, esta historia que daría para varias secuelas podría haber terminado mucho antes según informa Cinemablend.
"Matt Damon y yo hablamos sobre matar a Jason Bourne al final de 'El caso Bourne'. ¡Discutíamos como si nadie estuviese viendo lo que estaba pasando! Evidentemente, decidimos no hacerlo", declaró Liman. Aunque sólo dirigió la primera de las películas de la 'Saga Bourne', participó en el resto como productor.
Al parecer, no es la única vez que intenta deshacerse a un personaje protagonista ya que, aunque no consiguió darle un final más corto a Jason, aniquiló a Tom Cruise en 2014 en su película 'Al filo del mañana'. Liman declaró a Uproxx que el éxito de las restantes películas de Bourne no tenía que ver con la decisión de no acabar con la vida del protagonista. Porque lo que le hizo cambiar de opinión fue la idea de que ese final no conduciría a una conclusión satisfactoria a los espectadores.
Una leyenda del cine
Las circunstancias que envolvían a Matt Damon en las aventuras de la saga podían haber acabado con su muerte en cualquier momento. Era perfectamente viable que Jason hubiera encontrado finalmente las respuestas sobre su identidad para posteriormente dormir para siempre con una sonrisa en los labios. Pero entonces, El mito de Bourne, El ultimátum de Bourne, El legado de Bourne, un spin-off con Jeremy Renner de cabeza de cartel, y Jason Bourne no habrían existido nunca. Y el mundo del cine se hubiese perdido una trama maravillosa.
La saga se ha convertido en un referente de las películas de espionaje a lo largo de los años y el mero pensamiento de que podría no haber existido por muy poco, hace replantearse cómo las mejores historias nacen de tan solo un momento de duda.