En noviembre del año 1989 llegaba a los cines españoles 'El club de los poetas muertos', recordada película que ha marcado a jóvenes de distintas generaciones gracias a la fuerza emocional de su romántico relato del despertar de la conciencia adulta y la importancia del arte en la formación moral de los jóvenes. Su vigésimo quinto aniversario resulta doblemente nostálgico, dado el triste fallecimiento este mismo año de su actor protagonista.
La película se centra en los curiosos métodos de aprendizaje del excéntrico profesor John Keating, que revoluciona con su llegada un elitista y conservador centro educativo de Nueva Inglaterra a finales de los años 50. Sus apasionadas lecciones de literatura cambiarán la perspectiva vital de un grupo de chavales que descubrirán de un modo insospechado el valor de la lectura para la educación emocional, además de los secretos del "carpe diem" como lema a seguir.
Este emocionante cuento moral se beneficia de la elegante dirección del siempre interesante director australiano Peter Weir, que maneja con buen tino un guión valiente y arriesgado en su descarnada exaltación de valores como la rebeldía y la camaradería. Brilla también con luz propia el malogrado Robin Williams, en uno de los papeles más memorables de su carrera.
Más allá del potente personaje del profesor Keating, la película sigue la evolución de un grupo de alumnos que se conocen tras la solemne ceremonia inaugural del curso con la que abre el film, centrándose sobre todo en el introvertido Todd (Ethan Hawke) y en el sensible Neil (Robert Sean Leonard), cuyo estricto padre trata de apagar su pasión por el arte. Inspirados por el irreverente maestro, los jóvenes formarán un club literario donde comparten versos, música e inocentes reflexiones sobre el amor y otras inquietudes adolescentes.
Oh capitán...
Entre las inspiradoras citas literarias del profesor Keating, resuena con fuerza la que Walt Whitman dedicó al presidente Abraham Lincoln: el 'Oh capitán, mi capitán' que será decisivo en el emotivo y ya célebre desenlace de la película, con la potente imagen de los alumnos subidos a sus pupitres reivindicando la figura de su mentor. También queda para el recuerdo aquel momento en el que Keating ordena a los alumnos arrancar el lamentable gráfico de coordenadas para valorar la poesía que incluye un libro de texto.
La película aborda con gran dramatismo la tragedia en la historia de Neil, que interpreta en secreto 'El sueño de una noche de verano' tratando de encauzar su vena artística con la oportunidad de ser actor. Cuando su padre descubra la pasión de su hijo por el teatro, lo amenazará con enviarlo a un internado militar y le obligará a centrarse en sus estudios para convertirse en médico en el futuro. La frustración causará un fuerte impacto en el joven, de tristes consecuencias. Es quizá el único momento excesivo de un film que logra por otra parte su objetivo de emocionar con su canto romántico a la libertad de pensamiento y a la persecución de los sueños.
El film de Weir costó unos 16 millones de dólares y se convirtió en un extraordinario éxito, pues terminó recaudando 95 millones en Estados Unidos, superando los 235 en todo el mundo. Obtuvo el Oscar al mejor guión y fue nominada a otros cuatro, incluyendo mejor película. Fue además la gran triunfadora en los BAFTA, que premiaron también la partitura del genial Maurice Jarre, que contribuye a redondear el tono bucólico y emocional de la película.
La cinta no causó sin embargo un entusiasmo unánime entre los críticos españoles, que se dividieron entre aquellos que la acusaban de manipuladora o sensiblera y los que se rendían al carisma de la propuesta y sus protagonistas. De este modo, Luis Martínez la calificaba en las páginas de El País de un tan obvio como intenso melodrama. Por su parte, el fallecido José Luis Guarner, hablaba en Fotogramas de un película de excelente guión y espléndidamente interpretada por Robin Williams. Nosotros nos posicionamos sin duda con el bando de los defensores.