Llega a las pantallas españolas una de las propuestas más comentadas en el ámbito festivalero la pasada temporada. Hablamos de 'El congreso', nuevo largometraje del israelí Ari Folman tras la aclamada 'Vals con Bashir'. Si en aquella realizaba un impactante cruce entre el documental y el cine de animación, en su nueva y controvertida obra -que adapta libremente 'Congreso de Futurología' de Stanislaw Lem- Folman mezcla imagen real y animación para diseñar una atrevida distopía futurista.
La actriz Robin Wright protagoniza la historia central del film, en la que un gran estudio de Hollywood maliciosamente llamado 'Miramount' le ofrece a una intérprete en horas bajas (la propia Wright interpretándose a sí misma) un mefistofélico pacto consistente en entregar al estudio su imagen para ser explotada en diversos films mediante la popular técnica del motion capture, que será utilizada para crear un alter ego virtual. A cambio de una suma importante de dinero, deberá renunciar definitivamente a su carrera como actriz.
Esta presentación dramática cercana a las formas del falso documental -con referencias al trabajo de la actriz protagonista en 'La princesa prometida' y con un inmenso Harvey Keitel encarnando a un gran magnate de la industria del cine- abre paso a un viaje hacia un animado universo lisérgico en el que se desarrolla un congreso de futurología. Folman utiliza una animación sencilla de corte expresionista para retratar un futuro desolador en el que se ha perdido la noción de lo que es real.
Cuestionando el progreso tecnológico
El cineasta recurre al metalenguaje para poner sobre la mesa un debate muy actual sobre la incontrolable evolución del cine que, no obstante, es tan solo el punto de partida de una obra que invita al espectador a cuestionarse acerca de los límites del progreso tecnológico, sugiriendo que el implacable avance de la era virtual podría llevar a una peligrosa deshumanización, no ya del cine (o más en concreto de la interpretación) sino de la propia existencia.
No es por tanto 'El congreso' una película fácil de digerir, pues sus referencias filosóficas van del mito de Fausto a la caverna platónica, pasando obviamente por el pesimismo cibernético de Stanislaw Lem. Son referencias que en su día estuvieron presentes en la saga 'Matrix', por citar el ejemplo más popular, pero lo que allí era un pretexto para poner en marcha un gran espectáculo de acción, aquí es material incendiario para mentes despiertas, que dejará fuera inmediatamente a los que busquen en el film un entretenimiento con sus mejores bazas en el aspecto visual.
En definitiva 'El congreso' es un muy estimulante (aunque también irregular) salto al vacío de un cineasta que parece decidido a trascender límites formales con su fusión de géneros y su narrativa anárquica, mientras denuncia precisamente los peligros de la evolución tecnológica, o más concretamente del uso del desarrollo tecnológico como herramienta de involución intelectual, de dominio sobre las mentes despojadas de una visión real del mundo. Una película que no es redonda, pero que -por insólita y arriesgada- sí se acerca a lo imprescindible.