Lasse Hallström vuelve a su país natal, después de más de 25 años de carrera en Hollywood, con esta producción sueca basada en una novela policial de Lars Kepler. Este cambio de aires le ha sentado bastante bien al realizador, que lejos de ofrecernos una de esas impersonales películas que han poblado su filmografía durante los últimos años, se ha preocupado en crear una potente puesta en escena que nos transporta de lleno a la gelidez predominante en las novelas policiales suecas.
Aunque en muchas ocasiones cae en las más burdas convenciones del género, presenta ciertos aspectos que la diferencian de una simple producción de sobremesa. La historia se va construyendo poco a poco, dejando que el espectador vaya asimilando los pormenores de un caso policial no muy enrevesado.
La investigación del brutal asesinato de una familia en Estocolmo es el punto de partida de 'El hipnotista', película que pone mucho más empeño del habitual en este tipo de producciones, en llevar a cabo una disección exhaustiva de sus personajes. Uno de sus grandes aciertos es incluir dentro de la trama principal la difícil relación que mantiene el protagonista con su esposa y cómo afrontan un hecho que sucede hacia la mitad del metraje. Esta extraña mezcla entre thriller criminal y drama conyugal está perfectamente dosificada para que en ningún momento ninguna de las dos llegue a cansar al espectador.
Que no canse, no significa que determinado giro de guion excesivamente efectista esté muy poco trabajado, hecho que provoca que se vaya al traste gran parte de lo conseguido hasta el momento. Pero Lasse Hallström todavía se aguarda una escena final en la nieve muy bien resuelta, pese a que sea completamente inverosimil.
Mención especial merece la fotografía de Mattias Montero, que en su primer trabajo en cine, consigue crear una opresiva y aséptica atmósfera que envuelve por completo el metraje, acercándonos de lleno a la historia que se nos presenta.
Buen trabajo actoral, destacando la labor de Lena Olin
Mikael Persbrandt, Tobias Zilliacus y Lena Olin también ayudan a engrandecer un poco el material de partida. Especialmente la mujer del director, Olin, quien se entrega por completo al personaje de una madre sufridora que mantiene una relación distante con su marido y no consigue entender ni su profesión ni los formalismos de la policía que le afectan de una forma muy directa.
Aunque hayan decidido mantener el título de la novela original, con ese curioso extranjerismo, remarcar que la profesión del personaje de Persbrandt no es más que una excusa para desarrollar y aligerar el devenir de los acontecimientos, pero en ningún momento se utiliza como tema central de la trama.
En definitiva, una película correcta, que si el espectador consigue obviar los rocambolescos giros y previsibilidad del guion y se deja llevar por la labor de su director y sus actores, pasará un rato entretenido en un frío e inhóspito lugar.