Sin duda alguna, el hombre lobo forma parte del imaginario cinematográfico popular junto a otros tantos monstruos de Universal Pictures como Drácula, Frankensein o la Momia.
De hecho, el fenómeno licántropo ha sido uno de los más recuperados a lo largo de la historia del cine desde aquella primera versión -segunda, estrictamente hablando- protagonizada por Claude Rains -quien, años antes, diera vida a otra criatura de género no menos emblemática, el hombre invisible- en 1941: desde las películas en las que el recientemente fallecido Paul Naschy se enfundara la piel del lobo en la década de los sesenta y setenta enfrentándose a Drácula, el doctor Jekyll o quien se le pusiera por delante, pasando por títulos como 'Un hombre lobo americano en Londres', 'Aullidos', 'En compañía de lobos', 'La bestia debe morir', 'Miedo azul', 'Lobo', 'Teen wolf', 'Ginger Snaps', 'Romasanta', 'Dog soldiers', 'Van Helsing' o la saga 'Underworld', el hombre lobo ha gozado de una excelente -aunque algo caprichosa- salud.
Por desgracia, esta nueva revisitación del film de 1941 -algo maltratado por el indeleble paso del tiempo, a diferencia de otros de sus homólogos- dirigida por Joe Johnston no deja en muy lugar a tan emblemático ser, brindándonos un producto montado de manera harto apresurada -el film ha tenido numerosos retrasos y reediciones, hecho que se aprecia a simple vista-, en el que la presencia de actores como Benicio Del Toro, Anthony Hopkins, Hugo Weaving o Emily Blunt no consigue que nos tomemos realmente en serio un film que, pretendiendo revitalizar el romanticismo de la época dorada de la productora, adolece de una alarmante falta de personalidad.
Clara ejemplificación de ello sería la propia estética -eminentemente gótica- del film, la cual deambula sin criterio alguno entre el universo decimonómico del 'Drácula' de Coppola, el misticismo Burtoniano de 'Sleepy Hollow' y el exceso mainstream del 'Van Helsing' de Sommers, todo ello aderezado con una sorprendente tendencia al gore que en ningún momento llega a cuajar con las pretensiones del producto.
Todo hay que decirlo, 'El hombre lobo' transcurre con cierta fluidez a pesar de su tremenda obviedad -heredada del film original- cuando no deambula de puntillas entre el conflicto paterno-filial de cajón o la historia de amor de folletín, resultando medianamente entretenida si es que uno decide no tomarse el film de Johnston demasiado en serio.