Si algo cabe reconocerle al bueno de Terry Gilliam, sin duda alguna es su inquebrantable empeño por llevar a buen puerto todos y cada uno de sus proyectos, muchos de los cuales parecen atraer de manera inexplicable las complicaciones más inverosímiles. A lo largo de su carrera, el ex-Monty Python ha tenido que lidiar con el exponencial incremento de presupuesto de 'Las aventuras del barón Munchausen' o con la adversa climatología manchega (en la inconclusa 'El hombre que mató a Don Quijote'), por citar dos de sus peripecias más sonadas, si bien con su nueva propuesta ha debido enfrentarse a un reto, lamentablemente, mucho peor, la inesperada muerte de su actor protagonista.
Por suerte, Gilliam ha conseguido llevar a la gran pantalla su nueva odisea, 'El imaginario del doctor Parnassus', la cual deambula con descarada jovialidad entre lo quijotesco y lo fáustico, y ni qué decirlo, resulta ser perfectamente representativa de todas las virtudes y excesos que campan a sus anchas a lo largo de la fimografía del estadounidense. Y es que, dejando a un lado su encomiable tozudez, Gilliam es también un cineasta de principios, por lo que no debe extrañar a nadie que todas y cada una de sus películas mantengan un único e indeleble leitmotiv: el poder de la imaginación como arma contra la realidad.
Y es que la imaginación, para Gilliam, es la única válvula de escape plausible para evadirnos de nuestros horrores cotidianos: sean estos los de un niño ('Los héroes del tiempo', 'Tideland') o los de un adulto ('Brazil'), la imaginación ejemplifica en la filmografía de Gilliam una ancestral contienda entre realidad y fantasía ('Las aventuras del barón Munchausen', 'El secreto de los hermanos Grimm'), a la cual puede llegarse mediante las drogas ('Miedo y asco en Las Vegas'), la locura ('El rey pescador', '12 monos') o el mismísimo Diablo encarnado en la piel de Tom Waits, como es el caso de su último film.
Por su parte, 'El imaginario del doctor Parnassus' es la mayor aproximación de Gilliam a la esencia del inmortal personaje cervantino desde 'Las aventuras del barón Munchausen', película con la cual mantiene no pocas similitudes y paralelismos. Del mismo modo que hiciera con John Neville años atrás, Gilliam convierte a Christopher Plummer en su nuevo Quijote, en esta ocasion revestido de todo un cúmulo de referentes Goethianos y Carrollianos y acompañándolo por un curioso Sancho Panza ( Verne Troyer). Los escenarios de cartón piedra y las tramoyas regresan al universo de Gilliam como vetusta representación de la imaginación en un decadente y lúgubre mundo real, transformándose en artificiosos efectos digitales una vez nos adentramos, a través del espejo, en un engañoso mundo de los sueños que se descubre campo de batalla de una apuesta fáustica en la que el precio es el alma del que se aventura en sus dominios.
Como suele ser habitual, el nuevo film de Terry Gilliam desborda imaginación por cada uno de sus fotogramas (algunos dirían que incluso demasiado), en una película que transcurre de un modo pausado y quizá en demasía explicativo en su primera mitad, para cambiar radicalmente de ritmo en un tramo final trepidante y caótico que recae en más de una ocasión en ese exceso visual y farandulesco tan del gusto del ex-Monty Phyton. Con vodevil policial incluido, El imaginario del doctor Parnassus' es un largometraje complejo de digerir para los neófitos al microcosmos Gilliam, cuya opulencia visual sin duda alguna saturará a más de uno, si bien los que conocemos y admiramos su obra veremos todas nuestras expectativas más que satisfechas.