Ayer mismo, holgazaneando ante el televisor antes de ver el Arsenal - Manchester United, un servidor terminó depositando sus retinas ante un film de esos de sobremesa que llevaba por título 'Arresto domiciliario'. En realidad, la película era del 2008, su título original '100 feet', y uno ya la había padecido hace un par de años en el Festival de Sitges.
Y es que hay filmes que per sé llevan la etiqueta maldita de sobremesa, y 'El padrastro', al igual que el anterior trabajo de Nelson McCormick, 'Una noche para morir', merecen con creces acarrear dicho estigma.
Refrito de un film de género ochentero de escasa enjundia (al igual, precisamente, que 'Una noche para morir'), 'El padrastro' tira del carro de los clichés más manidos con desgana y sin oficio, resultando anodina y carente de tensión en casi ningún momento. Dylan Walsh (conocido sobretodo por su papel co-protagónico en la serie televisiva Nip/Tuck) sustituye a Terry O'Quinn (sí, sí, el de 'Lost') en el rol de padrastro psicópata, en un film que ni tan siquiera se digna -cosa que, como mínimo, sí perfilaba el original- a explicarnos el por qué de la obsesión del psycho de turno.
Por el contrario, su director prefiriere, por un lado, centrarse en que su joven protagonista, Penn Badgley, trate de imitar sin pena ni gloria los pasos de Shia Labeouf en 'Disturbia', y por otro, en hacer desfilar -al menos se agradece este detalle- a Amber Heard en bañador por toda la casa, obteniendo con ello un producto aburrido, previsible y completamente obviable.
Una pérdida de tiempo.