Tanto se ha dicho de la obra maestra de Francis Ford Coppola, que resulta tremendamente difícil abordar a estas alturas una reseña o comentario sobre un clásico de la magnitud de 'El Padrino'. La película ha generado ríos de tinta estos días debido a que se cumplía el 40º aniversario del estreno del film, el pasado 15 de marzo. Y no es de extrañar, dada la importancia del film de Coppola, que ha encontrado la unanimidad de crítica y público para situarla por consenso entre las mejores películas jamás filmadas.
El proyecto que convirtió a Coppola en uno de los directores de referencia de los 70 y los 80, fue asumido casi a regañadientes por el cineasta, entregado en los 60 a proyectos más pequeños, de corte independiente como el drama intimista 'Llueve sobre mi corazón' y a ciertos jugueteos con géneros como el musical ('El valle del arco-iris') o el terror ('Demencia 13'). No sospechaba Coppola entonces, que la trilogía que desarrollaría a partir de la obra literaria de Mario Puzo, le llevaría a los altares del cine.
Sin embargo, se nota que una vez puesto en marcha, Coppola quiso llevarlo todo con exquisito cuidado tanto en el aspecto técnico como en el artístico (la ambientación es excelente y la banda sonora de Nino Rota, sencillamente inolvidable). Para el reparto reunió a actores, que si bien ahora mismo son grandes figuras del cine como Al Pacino o Robert Duvall, en aquel entonces no tenían el estatus de grandes estrellas. En cuanto a Marlon Brando, que ofrece una magistral interpretación como Don Vito, fue un empeño de Coppola, ya que la productora era reacia a contratar al conflictivo Brando, que acabaría ganando el Oscar por su grandísima interpretación.
También es tremendamente destacable el aspecto técnico, con un montaje prodigioso (por ejemplo en la escena del tiroteo a Brando) y una fotografía muy oscura que incomodó a no pocos espectadores en el momento de su estreno, pero le de al film una atmósfera opresiva única, desde la prodigiosa escena de inicio, en la que escuchamos en absoluta oscuridad el comienzo del relato de Bonasera (Salvatore Corsitto) que acude a pedir justicia a Vito Corleone (Brando), mientras el plano va abriéndose con un zoom de alejamiento para descubrir en la penumbra a un Don Vito sentado de espaldas al espectador, cuyo rostro solo descubriremos una vez culmina la historia del enterrador sobre cómo abusaron sexualmente de su hija.
Esa primera escena, pone sobre la mesa de manera muy clara el espíritu y la premisa de toda la saga: el ruego de Bonasera a Corleone, pidiendo justicia, muestra el papel de la mafia como poderosa e ilegal alternativa a un cuerpo policial ineficaz y una justicia corrupta que no genera confianza. Por tanto, es la búsqueda de un ajuste de cuentas fuera de la ley lo que "justifica" en la ficción la actuación de los mafiosos, que por otro lado, se comportan con modales impecables y no están exentos de unos valores morales ("¿vienes a mi casa, el día de la boda de mi hija a pedirme que mate por dinero?") que ponen en el centro a la familia.
El argumento es bien conocido, Don Vito Corleone ejerce de jefe de una de las cinco familias que ejercen el mando de la Cosa Nostra en Nueva York en los años 40. Don Corleone tiene cuatro hijos; una chica, Connie, y tres varones, Sonny, Michael y Freddie, al que envían exiliado a Las Vegas, dada su incapacidad para asumir puestos de mando en la "Familia". Cuando otro capo, Sollozzo, al rechazar el Padrino intervenir en el negocio de estupefacientes, intenta asesinar a este, empieza una cruenta lucha entre los distintos clanes.
La deriva mafiosa de Michael Corleone
Pero la historia de 'El Padrino' es por encima de todo la historia del desgraciado ascenso al poder (y caída a los infiernos) de Michael Corleone, atado por sus lazos de sangre a un destino violento del que difícilmente puede escapar. En ese sentido, la escena del restaurante, donde Pacino efectúa un crimen que le hace traspasar las fronteras del acto criminal, es escalofriante en tensión y en contenido emocional. Y como clímax de su transformación, la excelente escena del bautizo en el que Michael Corleone pronuncia un "sí, renuncio a Satanás" mientras el montaje intercala las imágenes del encadenamiento de crímenes con los que salda su venganza.
Todo orquestado con una perfección absoluta por Coppola en el aspecto formal, con un cuidado impecable en la composición de planos y en el ritmo que, aunque pausado, va siempre 'in crescendo', dosificando momentos de gran impacto entre escenas más íntimas que reflejan los complejos valores del clan familiar y una trama no exenta de violentos giros argumentales que nunca llegan a resultar artificiosos. Y por supuesto, un reparto prodigioso que pronuncia abundantes líneas de guion para enmarcar, que han pasado además a formar parte de la memoria cinéfila colectiva ("le haré una oferta que no podrá rechazar...").
En definitiva y sin entrar en absurdas polémicas sobre si es o no la mejor película de todos los tiempos, 'El padrino' es todo un clásico que ningún cinéfilo debería perderse. Y el inicio de una saga que vio en su segunda entrega una continuación más que digna, a la altura del original, y culminó en una tercera parte, menor pero muy notable. Supone además, quizá junto con 'Apocalypse Now', la cumbre de la carrera de un Coppola que se estancó en la década de los 90 y jamás volvió a conseguir un logro de esta dimensión, siendo ahora su hija Sofia la que está en el punto de mira de los cinéfilos.
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