Este fin de semana llega a nuestras carteleras 'El último gran mago', curiosa traducción para 'Death defyings acts'.
Dirigida por Gillian Armstrong y protagonizada por Guy Pearce, Catherine Zeta-Jones, Timothy Spall y Saoirse Ronan entre otros, la película nos sitúa en el traspaso de los siglos XIX y XX, cuando Harry Houdini -el famoso mago escapista- llega a Edimburgo en su gira mundial y ofrece una gran recompensa a la persona capaz de contactar con su madre recientemente fallecida. Mary , una atractiva y misteriosa médium, parapsicóloga escocesa, acepta el desafío atraída por el dinero. Houdini hará todo lo posible por desenmascarar a la misteriosa mujer, pero no podrá evitar sentirse cada vez más atraído por ella...
Lo cierto es que desconozco por completo la vida y milagros de Harry Houdini, pero tal y como verifican tanto la información de prensa facilitada por la distribuidora como la propia Wikipedia, parece ser que 'El último gran mago' está basada, o como mínimo inspirada, en hechos reales de la vida del famoso escapista.
Fuera de este apunte, debo decir que todo aquel que espere encontrar en 'El último gran mago' algo remotamente similar a títulos recientes como 'El ilusionista' o 'El truco final', se va a sentir profundamente defraudado. Y es que la película de Gillian Armstrong no termina por definirse en ningún momento y, si tuvierámos que encasillarla en algún género, supongo que lo más conveniente sería ubicarla en el drama romántico.
Sin pìzca de magia
De este modo, la historia narrada en El último gran mago se centra en la relación amorosa entre sus dos protagonistas, dejando a un lado el contexto histórico y, por supuesto, la propia magia ligada al personaje principal. Esto no resultaría ningún inconveniente si la historia resultara mínimamente atractiva pero, por desgracia, la película se focaliza precisamente en el aspecto menos atractivo de todo su conjunto, donde mientras que Guy Pearce resulta bastante solvente, Catherine Zeta-Jones sigue sin transmitir absolutamente nada, convirtiéndose en el principal lastre de una historia pretendidamente humana, de amor y obsesión, de culpa y redención, pero que en ningún momento llega a retratar con la suficiente garra ni a sus personajes ni sus inquietudes.
En consecuencia, El último gran mago no logra introducir en ningún momento al espectador en su historia, que a medida que avanza se edulcora a pasos agigantados. Por contra, si algo cabe destacarse de la película de Gillian Armstrong es, por un lado, sus personajes secundarios, interpretados por Timothy Spall (Sweeney Todd) y Saoirse Ronan (Expiación: más allá de la pasión), que se antojan tremendamente desaprovechados, y por otro, la bella recreación de un Edimburgo que se erige como único elemento verdaderamente mágico en toda la película.