El Festival de Sitges acogió ayer dos de las proyecciones más esperadas de su nutrida programación. Ambas habían dado mucho que hablar en los diferentes certámenes donde habían sido exhibidas y ayer se cumplieron las expectativas: rotunda división de opiniones en la platea y en los primeros comentarios del público y la prensa especializada.
Quizá la balanza es más positiva con 'Enemy', coproducción hispano-canadiense basada en la novela 'El hombre duplicado' de José Saramago. La película del canadiense Denis Villeneuve, uno de los más destacados talentos emergentes del momento, causó nerviosismo por su parsimonia narrativa, pero encierra en su ritmo pausado y su minimalismo formal, la vía más efectiva de expandir su riqueza conceptual y reflexionar sobre la identidad, a la vez que explora cómo las existencias mezquinas pueden generalizar en la sociedad el deseo de convertirse en alguien distinto. Buena interpretación por partida doble de Jake Gyllenhaal.
La segunda de las películas llamadas desde el anuncio de su proyección a causar controversia era
'Only God Forgives' de Nicolas Winding Refn, que se reencontraba con Ryan Gosling tras el éxito absoluto de 'Drive', para ofrecer algo completamente diferente. La película, una historia de venganza y redención, rodada en opresivos interiores y escenarios nocturos de Bangkok, parece en ocasiones un videoclip ultraviolento para la hipnótica música electrónica de Cliff Martínez, pues contiene imágenes poderosas que envuelven un problemático vacío argumental y conceptual. Gustó en cualquier caso más ayer en el certamen catalán , que en su presentación en el pasado Cannes.
Decepciones por exceso y defecto de riesgo
Otro cineasta que estrenaba film en Sitges tras un gran éxito el pasado año en el circuito independiente (en este caso con la negrísima comedia británica 'Turistas') es Ben Wheatley, que presentó la inclasificable 'A field in England'. Esta historia de desertores perdidos en la campiña inglesa, comienza con un humor muy 'Monthy Python' para derivar pronto en una caótica obra psicodélica cuyo experimentalismo formal resulta tan atrevido como vacío. Su uso de recursos como la imagen estereoscópica resulta bastante arbitrario y el film, que apuesta por la abstracción narrativa, hace aguas al invertir todo su esfuerzo en lo visual (idéntico pecado al cometido por Winding Refn).
Por último, también tuvo lugar el segundo pase de 'Patrick', film australiano que revisiona un clásico de culto de finales de los setenta, que triunfó en este mismo festival más de tres décadas atrás. Desconociendo el material original, podemos decir que la nueva 'Patrick' se entrega a las convenciones formales y narrativas actuales del género de una forma sumamente decepcionante, recurriendo al susto fácil y a la acumulación de lugares comunes y estereotipos, algo que no sería del todo preocupante en un género como el terror, si al menos tuviera un ritmo o una capacidad para generar tensión o ambientes enrarecidos, de la que carece totalmente el film de Mark Hartley.