Huelga decir que Gaspar Noé se ha ganado la etiqueta de enfant terrible del cine francés por méritos propios. A pesar de que su filmografía apenas cuenta con seis títulos, el cineasta nacido en Buenos Aires ha sacudido con la mayoría de ellos las conciencias de los espectadores, cosa que le ha valido todo tipo de alabanzas e improperios por igual.
Con 'Enter the void', Gaspar Noé ha vuelto a estar nominado a la Palma de Oro siete años después de la polémica 'Irreversible', en un filme que, todo hay que decirlo, guarda no pocas coincidencias con la película protagonizada por Vincent Cassel, Monica Bellucci y Albert Dupontel. En esta ocasión, empero, el cineasta francés se ha servido de actores en su mayoría no profesionales para elaborar un film verdaderamente complejo de visionar, no ya por su crudeza o por su explicitud sexual -que la hay-, sino por la exploración de nuevas tendencias cinematográficas marcadamente sensitivas y sensoriales.
Inspirado en el Libro Tibetano de los Muertos -al que se cita de manera explícita en los primeros compases del film-, 'Enter the void' comparte la habitual simpleza argumental de las anteriores películas de su director, centrándose en esta ocasión en dos hermanos a los que la vida ha llevado a un camino de excesos en Tokyo que conducirá al mayor de ellos, Óscar, hasta la muerte a manos de la policía durante el transcurso de una redada.
Con una cámara subjetiva que a los pocos compases del film alcanzará un nuevo nivel que podríamos definir como omnisciente, el nuevo trabajo de Gaspar Noé es todo un ejercicio de estilo rodado en un único -y falso, todo hay que decirlo- plano secuencia mayoritariamente cenital, en el que la errática alma de su protagonista sobrevolará los cielos de Tokyo a través de movimientos elípticos imposibles concatenados mediante diversas fuentes de luz. A partir de semejante premisa tan marcadamente onírica y surreal, Gaspar Noé deconstruye nuevamente la linealidad narrativa alternando los flashbacks a modo de residuos de la memoria con el seguimiento de los personajes implicados, en una estructuración cíclica que se retroalimenta de manera constante y que busca abiertamente la sugestión por encima del discurso.
De este modo, 'Enter the void' se convierte en un viaje alucinógeno, caótico y psicotrópico, en el que elementos recurrentes en la filmografía de su director, como el uso de los colores como reflejo de las diferentes emociones o una banda sonora monotemática, vuelven a primar por encima de los diálogos y, en resumen, del entramado, enfatizando a través del desorden cronológico las sensaciones que embargan a su protagonista y sus allegados.
Ciertamente, 'Enter the void' es un ejercicio de estilo verdaderamente arriesgado que puede o bien acabar con la paciencia del espectador, o bien sumergirlo en un mundo de sugestiones, pulsiones e impulsos, un universo sensorial en el que Gaspar Noé se guarda un último as en la manga a modo de secuencia final, dispuesto a provocar, una vez más, la polémica y la controversia.