Hugo Stuven, director de 'Solo': "Me daba igual no tener los medios de 'Lo imposible'"

El director menos esperado, James Gunn, consiguió el triunfo más sorprendente de la historia del Marvel cinematográfico: 'Guardianes de la Galaxia'. Es decir, un espectáculo de primera categoría al que no le faltaba un sello de autor que impacta, aún más, dentro de un universo tan medido al milímetro como el de las distintas fases del estudio. Su cariño desmedido hacia estos cinco personajes imposibles repletos de carisma y personalidad se contagiaba de manera inevitable dando forma a una montaña rusa repleta de nostalgia, acción, humor y sensibilidad.

Nada falta y nada sobra a una propuesta que consigue convertir sus posibles contras (el desconocimiento general de sus protagonistas frente a los del resto de sagas del género, el delirio de alguno de sus momentos) en sus mejores virtudes. En definitiva, la mejor aventura facturada por Marvel para la gran pantalla hasta la fecha.

En 2011, dos años después de estrenar la decepcionante cuarta entrega de Indiana Jones, Steven Spielberg volvía a probar suerte en lo que mejor sabe hacer, sin menospreciar lo más mínimo su magistral mano para el drama, es decir, el cine entendido como puro entretenimiento, evasión perfecta durante dos horas marcadas por un control excelso del ritmo narrativo y la maravilla visual. En definitiva, contar historias pensadas para todos los públicos convirtiendo la visión de una película en la experiencia más universal posible.

De esta manera, 'Las aventuras de Tintín: El secreto del unicornio' ofrecía todos estos elementos marca de la casa, depurando su personalidad hasta llegar a la esencia básica, la de la aventura capaz de mantener al espectador agarrado por la solapa, transformando la butaca en el asiento de una montaña rusa que no te deja respirar, en continuo y espléndido movimiento, sin poder apartar la vista de lo que sucede en la pantalla y sin opción a cerrar la boca por lo apabullante de sus imágenes. El mago Spielberg, etiqueta indiscutible, ofrecía con su Tintín una de sus películas más trepidantes, entretenidas y espectaculares de su carrera. Y eso, hablando de quien hablamos, son palabras mayores.

A la hora de hablar de 'El amanecer del planeta de los simios', secuela de la estupenda 'El origen del planeta de los simios', uno puede quedarse, exclusivamente, con el puro espectáculo. Y tendría una deslumbrante recompensa. Desde luego, es absurdo discutir el poder brutal de su tramo final arrasador, épico hasta la médula, pero también conviene apuntar el valor de su contenido por encima del cautivador envoltorio. Aquellos que lleven a cabo esta misión, encontrarán una brillante reflexión acerca de los inevitables enfrentamientos que recorren las venas de todo tipo de sociedad; el valor auténtico de un líder; la necesidad de venganza; la posibilidad real de encontrar el perdón tras las cicatrices; el aceptar un rol impuesto por la batalla; la figura paterna; la familia en medio de las explosiones; el pesimismo en la mirada del humano; la esperanza en los ojos de un simio. No es poca cosa.

Todo esto y mucho más es lo que ofrece la joya dirigida por Matt Reeves, una cinta de aventuras con ecos del western más crepuscular en la que un chubasquero se puede convertir en poncho y un ataque con tanques y explosiones huele a arena y polvo. Un trabajo que consigue ser vibrante sin dejar de emocionar, demostrando que se puede ser un gran blockbuster sin dejar de ser una inmensa película dramática. Un logro que sitúa 'El amanecer del planeta de los simios' en ese conjunto de secuelas que superan a su predecesora oscureciendo su discurso, profundizando en el drama, metiendo el dedo en la llaga. Aquí hay una buena historia contada de una manera sobresaliente que podría resumirse en esa mirada encontrada entre sus dos protagonistas, humano y simio, cuando comienza a sonar 'The Weight', la obra maestra de The Band. En los pequeños detalles, en las cosas que nos emocionan, en los recuerdos, todos somos iguales. En lo bueno y en lo malo. Aunque lo primero casi siempre se nos olvide.

Si alguien pensaba que resucitar el género del cine de piratas en este siglo sería una misión sencilla, estaba más que equivocado. Eso sí, estamos seguros de que ninguno de estos intrépidos buscadores de tesoros pensaría que la respuesta estaría escondida en un parque temático marca Disney. La vida y el cine, siempre llenos de sorpresas. Porque, aunque siga pareciendo una locura, conviene recordar que la saga 'Piratas del Caribe', una de las más taquilleras de la historia del cine, es la adaptación a la gran pantalla de una de las atracciones de Disneyworld, pasatiempo para todas las familias que terminó convertida en franquicia a prueba de recaudaciones.

Y todo comenzó con 'Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra', una primera entrega dirigida por ese cineasta siempre infravalorado e interesante llamado Gore Verbinski, que con la inestimable ayuda de un Johnny Depp memorable en la piel del inolvidable Jack Sparrow, consiguió dotar de vida a un género muerto para el gran público. Una aventura repleta de acción, humor y espectáculo con el que millones de espectadores soñaron, década después, con ser piratas. Un logro indiscutible.

Cuando crearon 'Ratatouille', pensamos que el techo para Pixar estaba tocado...hasta que llegó 'WALL E: Batallón de limpieza' y, claro, nos quedamos sin palabras. Ahora sí, se habían superado...hasta que llegó 'Up'. La emoción hecha cine en una obra maestra construida en pequeñas obras maestras, con el mejor flashback que se ha visto nunca en una sala de cine a la cabeza.

Si sus elementos dramáticos, pilares básicos en un primer tramo de genialidad absoluta, ya conseguía desarmar al más duro, el relato de aventuras en el que terminaba convertido no hacía más que engrandecer esta catedral cinematográfica que sigue conmoviendo, entreteniendo y divirtiendo con la misma contundencia que en su primer visionado. Una película inolvidable, de verdad.

Mel Gibson nunca ha puesto las cosas fáciles. Sencillamente, no es su estilo. Ni en su faceta de (buen) actor, ni en la de (sobresaliente) director, ha optado por el camino más cómodo o recomendable. Sin embargo, eso nos ha permitido disfrutar de toneladas de titulares escandalosos y, mucho mejor, de un buen puñado de joyas cinematográficas de primer nivel. Entre ellas, sin lugar a dudas, 'Apocalypto'.

Rodada por completo con diálogos en Yucatec, principal dialecto de la zona maya, 'Apocalypto' ofrecía una de las aventuras más trepidantes, salvajes y vertiginosas que se han visto en una pantalla en lo que llevamos de siglo. Un trabajo espectacular que no permite ni un segundo de respiro y que contiene un tramo final digno de toda alabanza. Gibson, por su parte, construía con los elementos mínimos toda una lección de cine en permanente estado de inspiración, demostrando que derribar prejuicios era una de sus aficiones favoritas. Una película que roza la obra maestra.

La adrenalina por encima del conflicto moral. El despiporre superando las barreras de los lados oscuros del alma. La locura lanzándose con el cuchillo entre los dientes sobre la cordura establecida en un género que necesitaba con urgencia una película como 'Mad Max: Furia en la carretera'. George Miller regresaba a la sgaa que ha marcado de manera definitiva su carrera de la manera más explosiva posible, apostando el todo por el todo, subiendo los niveles de excitación, marcando a fuego un universo que encontraba aquí su cima más absoluta.

Cada una de sus escenas de acción tiene poder, ritmo, contundencia y capacidad de asombro incansable. Y todo se puede ver, oler y sentir. Los golpes duelen, los derrapes provocan vértigo, los gritos se escuchan y las explosiones se sienten cerca. Logro mayúsculo para una película que es un clímax constante, deslumbrante en su suciedad visual, con una fotografía y banda sonora que cortan la respiración, excelsa en su equilibrio, deslumbrante en su resultado final. Resumiendo, un trabajo cinematográfico que llegó para reinventar el cine de aventuras de la cabeza a los pies. Y lo consiguió de la manera más vertiginosa posible.

Antes de que nos lleguen sus, aproximadamente, quinientas secuelas, conviene resaltar el papel definitivo de 'Avatar' dentro del cine de aventuras. Más que nada porque, la película de James Cameron, reinventó por completo el género desde la tecnología más avanzada. La historia, efectivamente, no era lo importante, por más que su responsable no dejara de hacer hincapié en su valioso mensaje ecologista, aquí lo que importaba realmente era la novedad, ver lo nunca visto, sentir lo nunca sentido.

En definitiva, maravillarse sin descanso. Y en ese terreno, 'Avatar' era infalible. El público se volvió loco con ella, convirtiéndola en la película más taquillera de todos los tiempos, un récord más que sumar a su legado. No es una gran película, de hecho, ni siquiera es la mejor obra de Cameron pero, maldita sea, es historia del cine. Un respeto.

Si la entrega de la medalla de oro a La Mejor Aventura del Siglo XXI dependiera de la crítica, tendríamos una ganadora segura: 'Master and Commander: Al otro lado del mundo'. Una joya repleta de clasicismo dirigida por el imprescindible Peter Weir, entregado a la construcción de una película que recogiera el eco de las propuestas más inolvidables del cine de piratas sin dejar de aportar una impresionante profundidad psicológica y dramática a sus personajes.

Russel Crowe y Paul Bettany, impecables en cada una de las escenas, protagonizan una amistad repleta de matices y duelos al sol del océano que cautivan por su combinación de fuerza y delicadeza, infierno y calma, tempestad y paz. 'Master and Commander: Al otro lado del mundo' es una gran película de aventuras, sí, pero también es mucho más. Y uno no se cansa de intentar descubrir cada uno de sus rincones.