Hay actores que prácticamente nacen debajo de los focos y se convierten en estrellas desde la infancia, y otros van construyendo sus carreras poco a poco. Como la liebre y la tortuga. El chileno Alfredo Castro es una tortuga: habiéndose labrado una rotunda carrera como actor y director teatral desde los años 80, y tras ganarse el sustento como intérprete de telenovelas (de las que acabó huyendo y echando pestes), en 2006 dio el salto al cine con 'Fuga' de Pablo Larraín. Era el debut cinematográfico de ambos, tras el cual siguieron colaborando en 'Tony Manero', 'Post Mortem', 'No', 'El club' y 'Neruda'. La explosiva 'El club' y 'Desde allá' terminaron por poner a Castro en el panorama internacional de los festivales de cine en 2015. Desde entonces ha participado en algunas de las mejores películas del cine latinoamericano, como la argentina 'Rojo' que ganó la Concha de Plata en San Sebastián para su director Benjamín Naishtat y su protagonista Dario Grandinetti, además de un premio del jurado a su fantástica fotografía.
Y mientras otras liebres se paran a descansar, la tortuguita Castro sigue paso a paso convirtiéndose en uno de esos intérpretes cuya presencia en un proyecto es garantía de calidad. Hace unos meses recibió el Starlight International Cinema Award en el Festival de Venecia, y acaba de estrenar en los cines españoles 'El príncipe'. Se trata de un drama carcelario sobre dos hombres que se enamoran basado en una novela de Mario Cruz de los años 70, cuando la homosexualidad era ilegal en Chile. "Cruz la escribió como una manera de relatar un amor entre dos hombres y tuvo que ambientarla en la cárcel para poder escribirla y venderla", nos cuenta Castro. "Me atrajo que en un momento tan difícil en la historia de Chile explorara cuestiones de género y sexualidad entre hombres". Y aunque han pasado cinco décadas y la unión civil homosexual es una opción legal en Chile, "hay un sector del público tremendamente homofóbico. 'El príncipe' aún no se ha estrenado allá, pero imagino que la reacción será bastante violenta".
De reacciones fuertes hacia su obra tiene que saber bastante este actor acostumbrado a interpretar personajes incómodos, entre ellos un sacerdote homosexual pedófilo en 'El club' o un abuelo pederasta en 'Algunas bestias', una cinta que también se vio en el pasado Festival de San Sebastián y llegará en unos meses a las salas españolas. "Me atraen los personajes con una densidad profunda. Me parece que mientras más incómoda sea la postura de la creación cinematográfica en todo el mundo, mejor. Si no hay peligro, no hay arte, no hay creación". Hay una escena en concreto en 'Algunas bestias' en la que el director Jorge Riquelme Serrano rueda un momento muy violento con un largo plano secuencia que puede provocar rechazo en el espectador. "Fue muy difícil filmar eso, pero lo interesante es que no se ve ningún acto, lo realmente horroroso es lo que se dice: el lenguaje puede levantar una imagen tan poderosa que nos causa tremenda inquietud", reflexiona el actor. "A mí me cuesta ver esa escena mucho, la rehúyo un poco, pero también entiendo que ahí hay una denuncia importante. Mi tope no está puesto en lo moral, no es mi trabajo, ya el público decidirá qué es lo que ve y lo que no ve".
En el pasado ha dicho que "metaboliza" a los personajes, y confiesa que interpretar a personajes tan oscuros le afecta más allá de los rodajes. "Me ha tocado rodar cosas muy difíciles, pero también es mi elección, yo no culpo a nadie. Me gustan esos personajes, me aburre muchísimo el hombre normal, heterosexual, normal, normado, es lo más aburrido que existe en la vida".
Claramente interesado en la lucha feminista, Castro cree que la falta de directoras en las recientes nominaciones de los Oscar es un problema de base, estructural: "Históricamente el cine ha sido realizado por hombres. Igual que es absurdo que la historia haya sido contada por hombres, es una estupidez tremenda. En fin, todo ha sido hecho por hombres, y eso va a costar años de vencer". En los casi 15 años que lleva trabajando en cine, le han dirigido un puñado de directoras, con las que asegura haberlo pasado muy bien trabajando. Y quiere que vengan más: "La paridad es necesaria por la salud mental, y por la justicia. Y además las mujeres tienen una sensibilidad que es muy importante conocer. El lado femenino, tanto de los hombres como de las mujeres, es un lado muy amoroso, inteligente e intuitivo, que es muy valioso también".
Arde Chile
Durante los últimos meses de 2019 Chile ha visto surgir un profundo movimiento de protestas ciudadanas que desencadenó una respuesta militar por parte del gobierno. En este momento, el país se encuentra esperando a un referéndum que se celebrará en abril y que determinará si se redacta una nueva Constitución. Alfredo Castro se siente responsable, como artista, "de no haber sido capaz de ver una crisis que viene arrastrando 30 años". Además de poner de manifiesto la desigualdad y la injusticia estructurales de la política chilena, las revueltas han destapado, según Castro, "que en Chile nunca hubo justicia. Siguen libres torturadores, gente que participó activamente o por omisión en la dictadura de Pinochet, y todavía hay 1.300 desaparecidos". Pero se intuye la esperanza en su voz cuando habla del tema: "un grupo de muchachos de 14 o 15 años nos ha dado una lección histórica brutal". Consciente de su papel como personaje público, Castro se ha unido a la lucha por una nueva Constitución. Le inspira y le emociona el canto oficial del movimiento: "hasta que valga la pena vivir", que él se ha propuesto aplicar también a su arte.
Una situación de incertidumbre que guarda ciertas similitudes con el momento que vivimos en España, y ambos países están contándolo a través de sus cinematografías. Sin embargo, tanto allí como aquí los espectadores acuden en masa a ver comedias nacionales y superproducciones de Disney. "Lo que pasa en Chile es dramático porque la gente simplemente no va a ver esas películas. Duran dos semanas en cartelera, las sacan por falta de público. Afuera las ve mucha más gente que en Chile", nos cuenta. Además, las ayudas públicas al cine que se entregan allí son "bastante miserables", pero el actor se niega a ponerse catastrofista. "Yo creo que con una nueva institucionalidad, en dos o tres años más todo puede cambiar, ojalá. Estamos luchando por eso".
Precisamente Pablo Larraín ha canalizado en su última película algo de esa rabia joven que ha despertado a Chile: la magnífica 'Ema', que llega a los cines españoles el 24 de enero, está protagonizado por una bailarina de reggaetón pirómana que incendia, literal y figuradamente, la capital chilena. "Vi 'Ema' en Venecia, y cuando se incendió Santiago escribí inmediatamente a Pablo y le dije «Ema está en Santiago»", recuerda el actor emocionado. "Cuando te preguntan para qué sirve el arte, pues bueno, para anticiparse a la historia".
Metiendo la patita en España
En sus planes para 2020, el chileno tiene fijado un viaje a España. En marzo y abril estará por aquí promocionando 'Blanco en blanco' en el Festival de Málaga, además de 'Algunas bestias'. Y aprovechará para meter la patita en la industria patria: "Voy a hacer entrevistas, audiciones y encuentros con quien pueda, me encantaría hacer algo allá", confiesa. De momento está encantado con su experiencia por aquí, tras rodar 'Las consecuencias' de Claudia Pinto junto a Juana Acosta y Carme Elias, con la que nos asegura que entabló una relación muy cercana.
¿Con qué director español quiere trabajar? Obviamente menciona a Pedro Almodóvar "y todos los grandes, grandes", cineastas con quienes soñó "desde pibe". Encajaría bien en una película del manchego: hace unos meses se subió a las tablas de Santiago para interpretar a un militar travesti. Pero tiene una debilidad: "Me gusta mucho Amenábar, que tiene raíces lejanas chilenas". En todo caso, no le costará encontrar trabajo, con su talento y la carrerilla que está cogiendo esta tortuguita. Que se prepare el cine español, que viene Alfredo Castro, a paso lento pero seguro.