En 1976, la escritora norteamericana Anne Rice adquiere una notable fama con su primera novela 'Entrevista con el vampiro', que convierte en trilogía una década más tarde con 'Lestat el vampiro' y 'La reina de los condenados'. Pero no es hasta 1994, y sin duda impulsada por el exitoso 'Dracula' de Francis Ford Coppola, estrenado dos años antes, cuando la obra de Rice es adaptada al cine, con guion de la propia escritora y bajo la dirección del irlandés Neil Jordan que venia de firmar la multipremiada 'Juego de lágrimas' y ya tenía experiencia en el género fantástico con la 'cult movie' británica 'En compañía de lobos'.
El proyecto redondea sus altas ambiciones con un reparto de lujo, con Tom Cruise como encargado de dar vida a Lestat, el rey de la vampírica función, acompañado de un incipiente Brad Pitt, cuya popularidad se disparaba aquel año al estrenar también la muy afamada 'Leyendas de pasion' y unos meses más tarde todo un clasico de los noventa como 'Seven'. Ambos están correctos, aunque Pitt apuesta por una contención que roza en ocasiones lo inexpresivo, mientras Cruise ofrece un arriesgado recital de sobreactuación que puede irritar o cautivar, dependiendo del gusto del espectador.
Esta primera parte de las 'Crónicas Vampíricas' de Rice, narra la historia de Louis de Pointe, un terrateniente del siglo XVIII que, desolado por la pérdida de su esposa y de su pequeña hija, es convertido en vampiro y condenado a la inmortalidad por Lestat, un lujurioso y maligno ser que vaga por las calles de Nueva Orleans. Dos siglos más tarde, Louis decide contar su historia a un joven reportero, interpretado por Christian Slater.
La película reinterpreta el mito del vampiro desde un punto de vista ambiguo y oscuro. Muy lejos de suponer un mero pretexto para analizar el amor adolescente, como hace Stephenie Meyer en la muy de moda saga 'Crepúsculo', la novela de Rice y la película de Jordan, analizan la dualidad de una inmortalidad que puede verse como un don o una condena, dependiendo de quien la atesore y sigue de cerca a unas criaturas de la noche tan excesivas como complejas, dotándolas de una profundidad psicológica más allá del cliché.
El film se beneficia de una logradísima atmósfera, fruto de una fotografía y una dirección artística sublimes, además de una notable banda sonora de Elliot Goldenthal que nos sumerge en la oscura historia de unos personajes que vagan en una suerte limbo entre el mundo real y el infierno, con inquietudes humanas pero poseedores de un don y unos instintos monstruosos. La personalidad de Lestat y muchos de los retorcidos monólogos que pronuncia, resultan a menudo fascinantes.
Sin embargo, la sombra del exceso planea en todo momento sobre el film. Neil Jordan se recrea en demasía en el aspecto dramático del relato y el barroquismo de sus escenarios, pero no hace avanzar la trama con el dinamismo que requiere un film que, al fin y al cabo, es de género. Podríamos decir que el irlandés se toma demasiado en serio el proyecto y acaba insuflando la película de tal gravedad, que al final el film, aunque interesa siempre (y sorprende con una indisimulada ambigüedad sexual de los protagonistas) no divierte tanto como debería.
Notable aportación
Lo mejor, además de la entidad del personaje de Lestat (no tan lejos en espíritu de esa decadente estrella del rock que dos décadas más tarde ha encarnado Cruise en 'Rock of ages'), reside en su lujosa ambientación y en un reparto de auténtico lujo, donde hay sitio para una precoz Kirsten Dunst, en la piel de una inquietante niña-vampiresa, el excelente Stephen Rea, actor fetiche del director y un Antonio Banderas que daba sus primeros pasos en Hollywood, en un papel breve pero atractivo.
En definitiva, 'Entrevista con el vampiro' es una notable aportación al subgénero vampírico y la adaptación de una novela con mucha más miga conceptual que la descafeinada y facilona saga de Stephanie Meyer, cuyo capítulo final se verá en los cines este fin de semana.
